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En medio del aumento en los feminicidios, un proyecto prepara a las niñas y adolescentes indígenas

La iniciativa se basó en la premisa de que el feminismo puede ayudar a que las niñas y adolescentes de uno de los estados más pobres de México construyan un mejor futuro.

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As Violence Against Women Spikes, Project Equips Indigenous Girls

Marissa Revilla, GPJ México

Deisy Magdalena Gómez Pérez, de 16 años, asiste a una reunión de Código F, una iniciativa que enseña habilidades de liderazgo y autoestima a niñas y adolescentes en un momento en que la violencia contra mujeres y niñas está en aumento.

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, MÉXICO — Deisy Magdalena Gómez Pérez cuenta que sus vecinos le dijeron que estudiar era una pérdida de tiempo. Los niños le decían que las niñas no deberían jugar fútbol ni básquetbol. Y en la primaria, explica, un maestro la tocaba de manera indebida constantemente.

Lleva consigo estas dolorosas experiencias a Código F, un proyecto insólito que enseña feminismo a niñas y adolescentes.

“Ya con eso del feminismo y Código F te cambia la vida porque ya sabes diferenciar lo que está bien o mal”, señala Gómez Pérez, una adolescente respetuosa y reflexiva de 16 años. “Por ejemplo, estas situaciones de excluirte de algunos lugares, pues yo las veía normal antes porque lo vivía diariamente”.

Este cambio de mentalidad es el objetivo de Código F, una de al menos seis iniciativas similares que se crearon en México en años recientes para abordar una de las crisis más urgentes del país: el prejuicio y la violencia contra las niñas y las adolescentes.

Código F enseña la teoría feminista y los derechos de la niñez, pero otros proyectos se enfocan en una variedad de temas, como los estereotipos en los medios, las tecnologías de la información y la comunicación, y defensa personal.

Las estadísticas desalentadoras revelan la motivación para estos proyectos. Las cifras oficiales muestran que el feminicidio, el asesinato de mujeres y niñas debido a su género, creció más del doble en México entre 2015 y 2019, de 411 a 933 casos. Estas cifras incluyen los asesinatos de niñas menores de 17 años, los cuales aumentaron de 50 a 98.

Este año se han presentado asesinatos particularmente brutales, como el de una mujer de 25 años que fue desollada, y el de una niña de 7 años, que fue secuestrada y encontrada desnuda adentro de una bolsa de plástico.

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Marissa Revilla, GPJ México

Un grupo de adolescentes asisten a una reunión de Código F en las oficinas de Melel Xojobal, la organización defensora de la infancia con sede en Chiapas que comenzó el proyecto en 2017. Las participantes suelen reunirse todos los sábados, pero la crisis del coronavirus interrumpió las reuniones por varios meses.

En enero, como protesta ante la crisis de feminicidios en México, manifestantes cubrieron el zócalo de la Ciudad de México con cientos de zapatos rojos.

Después, en marzo, llegó “Un día sin nosotras”, una huelga nacional en la que decenas de miles de niñas y mujeres se volvieron prácticamente invisibles: no aparecieron en el trabajo, en la escuela, en el transporte público ni en las tiendas.

“La huelga tiene el propósito de hacernos sentir la ausencia de las mujeres que nos han arrebatado, que han asesinado cada día y, a través del silencio, hacer que sus voces se escuchen”, escribieron las diputadas mexicanas Lorena Villavicencio Ayala, Mariana Rodríguez Mier y Terán, y Martha Tagle Martínez para Americas Quarterly, una publicación que se enfoca en el comercio, la cultura y la política de la región.

El coronavirus agravó la urgencia de las preocupaciones de las mujeres. Unas semanas después de que estallara la pandemia, la Red Nacional de Refugios, un grupo activista que protege a las mujeres maltratadas, reportó un aumento del 60% en las llamadas y consultas por violencia doméstica.

Durante los últimos cinco años, en Chiapas, el estado más meridional de México y donde se encuentra San Cristóbal de Las Casas, han ocurrido 29 asesinatos de niñas menores de 18 años. Hasta septiembre de 2020, 19 mujeres habían sido asesinadas este año, siete de ellas menores de 18 años.

Marissa Revilla, GPJ México

Sacubel Longoria Hernández, de 14 años, participa en marchas y otras actividades como miembro de Código F, un grupo que enseña feminismo a niñas y adolescentes, en especial a aquellas provenientes de culturas indígenas.

En 2017, Melel Xojobal, una organización defensora de la infancia con sede en Chiapas, estableció Código F (la “F” significa feminista). Magaly Domínguez López, una de las coordinadoras de Melel Xojobal y facilitadora de Código F, explica que el proyecto busca enseñar a las participantes habilidades de liderazgo y cómo planear su futuro.

Esto último es esencial para las niñas indígenas y en situación de pobreza, comenta. Chiapas tiene una de las poblaciones indígenas más grandes del país y se encuentra entre los estados con más pobreza. La escuela se dirige sobre todo a niñas tsotsiles y tseltales de entre 8 y 18 años de edad.

Todos los sábados por la mañana, entre 12 y 15 niñas se reúnen en las oficinas de Melel Xojobal con comida para compartir (tamales, pastelitos, papas fritas, esquites y más) y ponen música. La habitación se llena del aroma a pan y café.

La pandemia del coronavirus impidió que el grupo se reuniera por seis meses. Cuando las niñas se volvieron a juntar en septiembre, usaban cubrebocas para protegerse.

Tenían historias tristes. En una entrevista, Gómez Pérez recordó que iba caminando por la calle cuando un hombre le agarró la mano y trató de meterla a la fuerza en su carro.

En México, el coronavirus agrava los peligros para los niños y las niñas que trabajan Haga clic aquí para leer el artículo

Dulce María Hernández Santiz, de 18 años, cuenta que cuando rechazó las insinuaciones de un chico, sus compañeros de clase le tiraron piedras y corrieron el rumor de que era una bruja.

Durante sesiones de dos horas, las estudiantes tratan temas como la historia del feminismo, la anatomía femenina, el amor romántico, la diversidad sexual y el embarazo en la adolescencia.

Algunos de estos temas tabú provocan risas nerviosas. Por ejemplo, cuando el grupo habla del embarazo en la adolescencia, una instructora invitada, una mujer cordial de cincuenta y tantos años, hace preguntas incómodas: ¿Cómo sería? ¿Qué significaría en tu vida?

Cuando las niñas se sientan en un círculo, algunas son más ruidosas y entusiastas, mientras que otras se sientan atrás y se ocultan. Al responder, se pasan una muñeca entre ellas. Algunas la toman con delicadeza; otras la pasan rápidamente.

Las niñas de Código F dicen que comparten lo que aprenden con sus familiares y amigos.

“El novio de una amiga es muy controlador, y ella siempre hace lo que él quiere. Con la capacitación que me dan [en Código F], le he estado diciendo que él no es bueno para ella”, dice Itzel Longoria Hernández, de 19 años.

Hernández Santiz señala: “Con mi familia, me ha ayudado mucho. Antes mi familia estaba muy distante. Mis hermanitos son más atentos y están pendientes de lo que siento”.

Gómez Pérez, que estudia enfermería en una escuela técnica, afirma que Código F le ha dado una voz.

“Tienes derechos, puedes opinar, puedes participar como todas las personas porque somos iguales. Aprendí que no debo quedarme callada nunca”, dice.

Marissa Revilla es una reportera de Global Press Journal que vive en San Cristóbal de Las Casas, México. Marissa se especializa en historias sobre los derechos de la infancia y los conflictos de las comunidades indígenas en Chiapas.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés. Haga clic aquí para obtener más información sobre nuestro proceso de traducción.

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