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En busca de un futuro sostenible, las personas que siembran adoptan las tradiciones

A medida que los costos de los alimentos y la temperatura global aumentan, las personas del campo vuelven a los métodos ancestrales para rediseñar la agricultura mexicana.

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In Search of Sustainable Future, Farmers Embrace Tradition

Patricia Zavala Gutiérrez, GPJ México

Camila Ventura Reyes, quien siembra en el estado de Puebla, examina la salud de sus árboles.

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SAN LUCAS ATZALA, MÉXICO — Un calor seco se aferra a los campos por los que Camila Ventura Reyes camina todos los días. Los surcos con el rastrojo olvidado de las plantas de maíz quemadas se asemejan a una cara mal afeitada. Pero Ventura ve los campos como la ventana hacia un futuro sostenible.

Ventura observa el sol, calcula las sombras y supervisa el comportamiento de los insectos para preparar sus parcelas. Con las manos curtidas y ásperas, escudriña la tierra y revisa su color y consistencia. Cuenta que las personas agricultoras solían quemar la tierra y desechar los detritos del maíz. Ahora, ella y otras personas, los usan para fertilizar el campo y alimentar al ganado.

“La naturaleza siempre nos está diciendo cosas, pero tenemos que aprender a escucharla”, señala.

A Ventura, así como a otras personas dedicadas al campo a pequeña escala en México, le preocupan los costos de producción y la devastación ocasionada por el cambio climático. Por este motivo, está desechando los métodos de siembra modernos y adoptando las tradiciones ancestrales. Ella forma parte de una iniciativa local que busca repensar la producción mexicana al incluir formas naturales de reforzar la resistencia de los cultivos y restaurar las técnicas de regeneración antiguas.

“La agricultura así debe ser; así siempre fue, pero se ha ido perdiendo poco a poco”, dice Ventura, de 56 años, entre los florecientes surcos de ajo, nopal, durazno y aguacate.

Ventura no utiliza fertilizantes químicos en sus parcelas, que se encuentran en las tierras agrícolas de San Lucas Atzala, a unos 128 kilómetros al sureste de la Ciudad de México, en el estado de Puebla. La paja y el pasto seco alrededor de sus árboles frutales ayudan a conservar el agua.

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Patricia Zavala Gutiérrez, GPJ México

Camila Ventura Reyes y su sobrino, Gustavo Medina Reyes, de 15 años, buscan microorganismos que sirvan para enriquecer la tierra de su parcela.

Ella deja que la maleza cubra el área y prepare el suelo. Ventura, quien habla muy rápido, volvió a sembrar a tiempo completo hace tres años, después de haber trabajado en una fábrica de costura y de vender tamales en la ciudad de Puebla, la capital del estado.

Siembra desde la infancia, pero en los últimos años, ha presenciado las consecuencias de un mundo en calentamiento, como la sequía, que golpeó con mucha fuerza a Puebla en 2019. Ha notado un aumento en el costo de los alimentos y una creciente desconexión entre la gente y la tierra.

Las personas del campo como Ventura buscan volver a las épocas en las que lo orgánico no era una moda y los cultivos no necesitaban equipo costoso para producir; tiempos en los que no se usaban aditivos químicos para controlar las plagas y algunas temporadas de siembra simplemente fracasaban.

Este grupo se enfoca en la producción sin productos químicos y en el ciclo lunar. Se ven a sí mismas como personas guerreras que protegen el conocimiento que se encuentra en el cosmos.

El gobierno apoya su filosofía. Hace poco, Víctor Suárez Carrera, subsecretario de Alimentación y Competitividad de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, destacó el valor de modelos como el de Ventura.

No producen “a costa de destruir el suelo, el agua, la diversidad biológica, para dejarles a los hijos, a los nietos, una catástrofe”, dijo en marzo en una conferencia sobre autosuficiencia alimentaria e innovación tecnológica.

El movimiento por la agricultura sostenible en México comenzó en la década de 1980, impulsado por iniciativas para combatir la pobreza rural y oponerse a la agricultura industrial. El país se ubica en el tercer puesto a nivel mundial en producción orgánica, después de India y Uganda, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.

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Patricia Zavala Gutiérrez, GPJ México

Camila Ventura Reyes y su esposo, Juan José Nájera, cargan un saco de fertilizante orgánico y un bidón de agua para regar los cultivos de manera natural.

A pesar de eso, solo cerca del 17% de las personas que siembran realizan actividades de conservación del suelo, y casi el 74% tienen dificultades debido a los altos costos de los bienes y servicios, según la Encuesta Nacional Agropecuaria que lleva a cabo el Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI).

El más reciente resurgimiento del movimiento proviene de agricultores estacionales, como Verónica Padilla Hernández, que temen que las personas estén empeorando los riesgos climáticos. Padilla tiene una formación en estudios agrícolas y es fácil reconocerla a la distancia con su sombrero de paja de ala ancha, a menudo recorriendo sus tierras en bicicleta, a unos 450 kilómetros al noroeste de San Lucas Atzala.

La mujer, de 52 años, analiza las fases de la Luna, tal como su madre le enseñó, para decidir cuándo plantar las semillas, podar y cosechar, y para predecir los patrones del clima. Explica que cuando hay nubes alrededor de la Luna, significa que va a helar. Es así como sabe que debe cubrir las plantas con mantas.

Pero estas iniciativas no son suficientes para sostener a toda la población mexicana. Y su práctica es una apuesta importante para la mayoría de las personas que dependen de las cosechas regulares. Cada año, a nivel mundial, hasta un 40% de los cultivos se pierden debido a las plagas y enfermedades, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. La maleza, que es el sustento de los cultivos de Ventura, también puede portar plagas y hongos.

Muchas personas que siembran se cuestionan el valor de estos esfuerzos. Federico Medel Álvarez, de 43 años, inició un gran proyecto agrícola con su familia hace ocho años en un rancho en el estado de Puebla. En un poblado a 138 kilómetros de la parcela de Ventura, Medel comenzó a buscar alternativas para una agricultura más sostenible.

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Patricia Zavala Gutiérrez, GPJ México

Camila Ventura Reyes prefiere usar técnicas agrícolas tradicionales en lugar de las técnicas convencionales, incluidos los métodos para fortalecer a las plantas contra plagas de los cultivos, como los saltamontes.

“Todo era o muy caro o muy ineficiente”, detalla, y fue difícil comercializar los productos que cultivó con tanto esmero. “Es por eso que hay mucha gente de cultivos tradicionales que se desencanta, que no le ve la opción, terminan perdiendo dinero”.

Sin embargo, es esencial encontrar estrategias ingeniosas para combatir el cambio climático, expresa Verónica Gutiérrez Villalpando, integrante del Consejo de Cambio Climático del estado de Puebla, entidad que se enfoca en la conservación del medio ambiente. Reconocer el valor del conocimiento tradicional, señala, moldeará a las próximas generaciones.

Ventura, por ejemplo, le enseña a su sobrino de 15 años cómo cuidar el suelo y apreciar lo que consume.

“Fíjate en cómo si tú les das de comer a las plantas alimento sano, tú podrás comer alimentos que sí nutren y estarás sano tú también”, le explica.

Patricia Zavala Gutiérrez es una reportera de Global Press Journal radicada en México.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.

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