CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Cada año, a principios de noviembre, los panteones mexicanos cobran vida.
Cientos de velas iluminan los caminos entre las tumbas. Las flores de cempasúchil cubren por completo los ataúdes y guían a los muertos con su aroma a hierba y su intenso color naranja. Junto a la música, el olor de la canela, el dulce de calabaza y la salsa de mole se pasean por el aire en una celebración anual entre vivos y muertos.
Pero este año, durante una de las fiestas más simbólicas de la cultura mexicana, muchos panteones quedarán en silencio.
Los gobiernos de la Ciudad de México y del vecino Estado de México cerraron los panteones para evitar los contagios de coronavirus, con lo que suspendieron la ceremonia, conocida como Día de Muertos, en un año en el que el país se ha visto rodeado por la muerte.
México es uno de los países con la mayor cantidad de casos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus en el mundo, y las autoridades dicen que la población debe evitar las aglomeraciones para mantenerse a salvo. Pero la imposibilidad de visitar las tumbas tiene consecuencias culturales y económicas para millones de mexicanas y mexicanos que aprovechan estos días para reunirse con las almas de sus difuntos seres queridos, u obtener una gran parte de sus ingresos anuales.
“Ahora no le voy a poder hablar directamente a mi mamá que está ahí en esa tumba, esos huesos son mi vida porque fueron de mi madre. Ella me llevó en su vientre y me dio la vida”, comenta Norma Araceli Juárez Caudillo, cuya madre murió hace tres años de un paro cardíaco.
La celebración del Día de Muertos, reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura por su singular contribución a la humanidad, adquiere una resonancia aún más especial este año.
Más de 25,000 personas han muerto por COVID-19 en la Ciudad de México y el Estado de México. El número de víctimas en el país ha superado los 90,000, solo por debajo de Estados Unidos, Brasil e India.
“Muchos salían del hospital directo al crematorio o salían en un ataúd sellado que no se podía abrir. [Las familias] no saben si falleció tranquilo o preocupado”, comenta Juárez Caudillo.
En la Ciudad de México, la capital del país, más de 1.5 millones de personas visitan los panteones cada año para celebrar el Día de Muertos, según las cifras del gobierno. La tradición ancestral señala que los muertos visitan el mundo de los vivos a principios de noviembre para pasar tiempo con sus seres queridos y alimentarse con la esencia de sus alimentos favoritos.
La visita a los panteones es la parte más importante de este ritual sagrado, dice Jesús Ricardo Campos Hernández, coordinador del Congreso Internacional de lo Sobrenatural de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, entidad que reúne a personas que investigan y analizan aquellos fenómenos culturales que desafían los límites de la realidad. Señala que el no participar, aunque sea por uno año, intensifica la pérdida.
“Esta es su manera de preservar la vida [de los familiares] después de la muerte. Todos los rituales tienen pasos, y uno de los pasos más importantes en la celebración del Día de Muertos es asistir al panteón. No hay forma de reemplazar esto”, explica.
Los rituales alrededor de la muerte están muy arraigados en la sociedad mexicana. Por lo general, familiares y amistades velan 24 horas a los recién fallecidos antes de acompañar al cuerpo al entierro o a la cremación. Después, pasan nueve días rezando por el alma de la persona. El proceso de duelo finaliza con la visita anual al panteón durante el Día de Muertos.
“Toda la idea de la muerte cambió por la pandemia. Los rituales de la muerte se vieron trastocados”, comenta Campos Hernández.
El padre de Karina Vega murió de un paro respiratorio en mayo, posiblemente relacionado con COVID-19. Sus amistades y familia extendida no pudieron ir al velorio. Ahora tampoco pueden honrarlo en la celebración anual.
“El velorio hubiera sido otra forma de despedir a mi papá. El estar solo nosotros provocó que no estuviera tan acompañado como hubiera querido”, comenta Vega, una organizadora de eventos en Naucalpan de Juárez, al noroeste de la Ciudad de México.
La celebración del Día de Muertos suele durar dos días. Las personas que asisten a los panteones decoran las tumbas de sus seres queridos y les ponen ofrendas con sus alimentos y bebidas favoritas, sin que falte el pan de muerto, un pan pequeño y dulce en forma de domo con tiras que representan los huesos.
Hay toda una industria que atiende esta celebración y que ahora se enfrenta a un golpe financiero.
Jaime Hernández, panadero de San Pablo Tecalco, un pequeño pueblo en la zona centro-sur del Estado de México, explica que perderá el 40% de los ingresos esperados en esta temporada.
Muchos conocen este pueblo histórico gracias a su feria anual de pan de muerto, y Hernández había planeado usar las ganancias de las ventas de este año para ampliar su negocio. Habitualmente, hace hasta 300 kilos de pan de muerto para vender el Día de Muertos. Este año espera preparar menos de la mitad, por lo que tendrá que postergar sus planes de expansión.
Quienes venden flores también pasan por dificultades. El cempasúchil, una planta nativa de México, es uno de los símbolos más importantes de la festividad. Se cree que su intenso color representa al sol y marca el camino para que los muertos regresen a casa con sus seres queridos.
El Estado de México es el principal productor de esta flor y el único con capacidad de exportación, según el gobierno local. La producción y venta de la flor de cempasúchil y de otras flores genera más de 180,000 empleos directos, más de 1 millón de empleos indirectos y 50,000 puestos temporales.
Martín Franco, un productor de cempasúchil del corredor florícola del estado, señala que este año los productores redujeron su producción desde julio para evitar el impacto.
“Aun así, la pérdida económica es mucha”, dice.
El Consejo Coordinador Empresarial del estado, que representa a los emprendedores del país, calcula que este año la pérdida llegará a los 500 millones de pesos ($23.5 millones).
El brote del coronavirus
Las reporteras de Global Press Journal exploran los efectos de la pandemia en el mundo.
Haga clic para leer más historias“Estamos invitando a la gente a que ponga ofrendas en su casa y no olvide poner cempasúchil. Ya que los panteones estarán cerrados, podemos celebrar en casa y apoyar a los productores”, destaca Franco.
No será lo mismo para personas como Vega, para quien es difícil decirle adiós a su padre.
Recuerda que su papá y su mamá visitaban el panteón cada Día de Muertos para poner flores en las tumbas de sus seres queridos, y colocaban una ofrenda en su casa para dar la bienvenida a los muertos.
“Esta vez quiero creer que [mi papá] va a venir”, dice.
Mar García es una reportera de Global Press Journal establecida en la Ciudad de México. Se especializa en los reportajes de arte y en los artículos sociales que transforman la narrativa memorística de la sociedad mexicana.
Aline Suárez del Real es reportera de Global Press Journal, y se encuentra en Tecámac, Estado de México. Estudió en la Universidad Tecnológica de México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés. Haga clic aquí para obtener más información sobre nuestro proceso de traducción.