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Sin motivo para reír: payasas luchan contra el sexismo

Las mujeres suben al escenario para hacer frente a tragedias personales y sociales.

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No Laughing Matter: Women Clowns Battle Sexism

Patricia Zavala Gutiérrez, GPJ México

Vanessa Nieto Terrazas participa en una prueba de iluminación en la Sala Teatro Luis Cabrera de la Casa de la Cultura de Puebla.

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PUEBLA, MÉXICO — En 2000, Darina Robles Pérez, habitante de la Ciudad de México, le contó a un maestro del Circo Ruso de Moscú que quería ser payasa. De inmediato, él la desmotivó.

“Y a mí personalmente me dijo: ‘Tú tienes chichos, chichis [pecho] y el público va a ver tu cuerpo, no va a ver lo graciosa que eres’”, señala Robles, cuyas palabras con frecuencia se mezclan con risas.

Según el maestro, las mujeres no podían ser payasas, una creencia común en aquel tiempo y que prevalece en la actualidad.

Ahora Robles, de 46 años, hace reír a la gente.

Como integrante de Llaven Nü-Riendo Juntes, festival nómada intercultural que se presenta en refugios de migrantes, Robles forma parte de un movimiento cada vez más grande que busca contrariar las arraigadas normas que suponen que la payasería, una fuente de entretenimiento popular en México, no es para mujeres.

Una gran red de payasas ha hecho posible este movimiento que permite que las mujeres tengan acceso a oportunidades que antes no estaban a su alcance, explica Robles. La Red de Payasas Mexicanas, que promueve el trabajo de las mujeres que se dedican a esta labor, ya tiene 100 integrantes. Para muchas, la risa es una estrategia para hacer frente a los estereotipos nocivos en contra de la mujer.

“Y a mí personalmente me dijo: ‘Tú tienes chichos, chichis [pecho] y el público va a ver tu cuerpo, no va a ver lo graciosa que eres'”.

Esto es especialmente importante en México, que, según datos de la Organización de Naciones Unidas sobre la cantidad de feminicidios en 2019, es el segundo país más peligroso para las mujeres en América Latina, después de Brasil. Tan solo en junio de 2020, el Sistema Nacional de Seguridad Pública reportó 92 casos de feminicidios.

Las protestas que tuvieron lugar el año pasado por la creciente violencia en contra de las mujeres fueron recibidas con el uso de la fuerza y estigma por parte de las autoridades, según un informe de Amnistía Internacional, una organización no gubernamental que protege los derechos humanos, con sede en el Reino Unido. El informe expone que las mujeres fueron detenidas, sometidas a un lenguaje sexualizado por parte de la policía, y recibieron amenazas de violencia sexual.

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Nubia Alfonso, integrante de la compañía de teatro Sopa de Clown, con sede en la Ciudad de México, cuenta que saca el humor de las experiencias que viven las mujeres a diario. En una de sus presentaciones, Nuby, la payasa que interpreta Alfonso, ve el reflejo de su nariz en un espejo. Le desagrada, así que le da forma con un rallador de verduras para que luzca más atractiva.

Alfonso, una discreta maestra de primaria y actriz que pocas veces se ríe cuando no está en el escenario, dice que esta es una crítica a los inalcanzables estándares de belleza impuestos a las mujeres.

La migración es el punto fundamental del activismo de Robles. Cuando actúa, se transforma en la Gallina migrante, una payasa que inventó para explorar la crisis migratoria de México. En el escenario, usa un sombrero blanco con plumas, unos “shorts” viejos y calcetines de colores.

Para la mayoría de su público, el tema migratorio en el que se basa su humor es muy familiar, si bien doloroso. Aun así, durante el espectáculo, ríen ante el sinsentido de la Gallina migrante y la torpeza del personaje en escena.

Para otras payasas, actuar es una forma de sanar las tragedias personales. Laura Rocha López, de 51 años, quien interpreta a la Doctora Albóndiga, explica que sus actuaciones son un tributo para su esposo, quien murió en un accidente en carretera en enero de 2020.

“Me gusta hacer reír a las personas, siento como si me renovara”, expresa Rocha, quien ríe con facilidad y escucha atentamente.

Antes de dedicarse a sus presentaciones, Rocha era nutrióloga en un centro de salud, y tenía un buen sueldo y prestaciones de ley. Ahora tiene un negocio de desechables biodegradables, ofrece danzaterapia y combina todo esto con la payasería.

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Juan José Adán, de 40 años y asistente asiduo a los espectáculos de Sopa de Clown, piensa que estas presentaciones hacen que el público reflexione sobre su comportamiento machista.

“Amigos muy cercanos que también han visto este trabajo y que de pronto dicen: ‘Híjole, es muy fuerte darte cuenta que, en algún momento, tú fuiste esa persona, ese personaje que ellas plantean y que se ve absurdo’”, expresa.

A pesar de contar con la red, las payasas aún tienen que demostrar su capacidad, sobre todo al afrontar temas complejos, dice Vanessa Nieto Terrazas, integrante de Llaven Nü-Riendo Juntes. La mayoría de las payasas también son artistas independientes o fundadoras de sus propias compañías, lo que significa que no cuentan con muchos recursos ni con infraestructura.

Además, presentar los espectáculos no ha sido fácil durante la pandemia del coronavirus. El gobierno suspendió los eventos públicos en marzo de 2020 a causa de la pandemia, y el grupo de Robles tuvo que cancelar un espectáculo para niñas y adolescentes que habían sufrido explotación sexual.

“Ahí sí se me rompió todo el esquema, el corazón; todo”, dice.

Muchos espectáculos comenzaron a presentarse en línea, cortando la conexión directa con el público que Robles describe como una experiencia de comunión.

Robles espera que la red creciente facilite las cosas para la próxima generación de payasas. En cuanto a sus propios planes para el futuro, a través de su público, quiere pedir perdón a la naturaleza por lo que la raza humana le ha hecho. Desea preguntarle a la naturaleza: “¿Cómo puedo hacerte reír para darte al menos un poquito a cambio?”.

Patricia Zavala Gutiérrez es una reportera de Global Press Journal radicada en México.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.

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