Uganda

Tener un auto es un sueño. ¿Conducirlo? Una pesadilla.

Como muestra del progreso desigual en Uganda, las calles no han seguido el ritmo del aumento de vehículos, lo que ha provocado embotellamientos caóticos y enojo en quienes conducen.

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Owning a Car Is a Dream. Driving It? A Nightmare.

Edna Namara, GPJ Uganda

La hora pico de la mañana en Kampala, capital de Uganda, siempre supone embotellamientos para miles de personas que van al trabajo y a otros lugares.

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KAMPALA, UGANDA — En 2018, Rossete Muhumuza y su esposo, Aggrey Muhumuza, hicieron una compra que les cambió la vida: compraron un automóvil.

Tener un vehículo significó que sus dos hijos adolescentes y su hija de 9 años ya no tuvieran que tomar una camioneta escolar por las mañanas. Rossete, de 42 años, podía hacer más compras, más rápido. Y, para su satisfacción, ya no tenían que depender del transporte público para las excursiones familiares. Ahora podían ir a cualquier sitio.

Los Muhumuza forman parte de una evolución en Uganda, donde las ventas de vehículos se dispararon un 35% entre 2010 y 2019, y miles de personas están aprendiendo a conducir. El cambio pone de manifiesto el progreso desigual de este país de África Oriental en las últimas décadas, ya que el crecimiento económico ha impulsado a más personas a comprar vehículos, incluso cuando los embotellamientos enfurecen a quienes conducen en las ciudades cuyas calles abarrotadas no soportan el exceso de vehículos.

Si se dejan de lado las frustraciones, tener un automóvil se ha convertido en un símbolo de éxito en Uganda.

“Si alguien es capaz de liberarse de la pesadilla del transporte público en Uganda, para mí, esa persona es rica”, dice Jovia Katushabe, de 31 años, quien vende pelucas postizas y vive en las afueras de Kampala.

Al 30 de junio de 2020, según cifras oficiales del gobierno, las personas ugandesas conducían unos 2.3 millones de vehículos. Uganda sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, pero en las dos últimas décadas el producto interior bruto per cápita se ha disparado, impulsado en gran medida por el crecimiento del empleo industrial.

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Edna Namara, GPJ Uganda

En este cruce en Kampala, conocido como la intersección del Campanario, a veces el tráfico es tan caótico que quienes cruzan a pie tienen que esperar hasta 15 minutos.

Aunque el país necesita un sistema de transporte público más eficiente, “los ugandeses tienen la mentalidad incorrecta”, dice el economista Fred Muhumuza, quien no tiene ningún parentesco con Rossete ni Aggrey. La gente compra autos, señala, porque están “locos por el consumismo”.

Agness Namutebi, vendedora de productos cosméticos, recuerda que incluso de niña, soñaba con tener un auto. Pero Namutebi, de 27 años, no tuvo suficiente dinero hasta 2018, cuando se compró un vehículo con la ayuda de un préstamo. “Ahora sé que podré pagar la gasolina y el mantenimiento cuando el auto tenga un problema”, afirma.

Antes de comprar un automóvil, muchas personas de Uganda primero aprenden a conducir. Algunas reciben clases con mecánicos, ya que cobran menos que las personas cualificadas para enseñar, pero esa opción puede tener consecuencias trágicas.

En su primer día de clases de manejo, recuerda Rossete, su maestro mecánico la obligó a ponerse al volante. Presa del pánico, sin querer presionó el acelerador y el auto se fue hacia una cancha donde había niños que jugaban fútbol.

El mecánico tomó el volante para sacar el auto de la cancha. Sin embargo, el auto se fue en otro sentido y chocó contra una casa. La casa se derrumbó.

Nadie sufrió lesiones, pero “nunca conduciré porque Dios me salvó de una culpa eterna”, cuenta Rossete, quien es propietaria de una tienda de jugos local. Ahora, su esposo es quien conduce el auto y, cuando ella tiene que usarlo, contrata un chofer.

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Edna Namara, GPJ Uganda

Los embotellamientos se pueden presentar a cualquier hora del día, como lo demuestra un atasco una tarde reciente en Kampala.

En una encuesta de 2019 llevada a cabo por Uganda Road Fund (Fondo para Caminos de Uganda), entidad oficial que financia y da mantenimiento a las calles públicas del país, 10.6% de las personas encuestadas respondieron que se sienten inseguras debido a la imprudencia de otras personas al conducir. Quienes conducen peor suelen tener poca formación, asegura el subcomisario de la policía Charles Sebambulidde, supervisor de la Dirección de Tránsito y Seguridad Vial de Uganda. La Evaluación de 2018 de los Resultados de Seguridad de las Naciones Unidas también señaló que “los estándares de conducción en Uganda son de mala calidad y necesitan una mejora urgente”.

Con frecuencia, la afluencia vehicular satura las calles, sobre todo en las grandes ciudades como Kampala, la capital. Las personas de Uganda, que suelen ser amables y tranquilas, con frecuencia pierden la cordura al conducir.

En 2020, la policía de Uganda contabilizó 55 679 personas conductoras imprudentes o descuidadas, un aumento del 79% con respecto al año anterior.

En una hora pico normal antes de la pandemia en Kampala, los autobuses y “matatus” (minifurgonetas muy comunes para el transporte) compiten por el espacio con los mototaxis conocidos como “boda bodas”, que se cruzan en el tráfico. Cada claxon suena y las llantas chirrían. Los niños y las niñas corren cuando oyen el estruendo de un choque y los libros de texto salen volando.

Automovilistas en cólera le tocan el claxon y le gritan cuando conduce, dice Adrine Kyomugisha, maestra de Kampala. “‘¿Por qué no avanzas? ¿Eres una tortuga? Tienes miedo de que tu marido te mate si dañas el auto’. Cuando no soporto el hostigamiento, uso el transporte público”, explica.

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Las mujeres dicen llevarse la peor parte de las agresiones al conducir. Eso no es una sorpresa para Sebambulidde, quien dice que en casi 10 años en su puesto ha comprobado que los hombres “son imprudentes. Las mujeres son precavidas, quizá porque la mayoría de las veces llevan a menores al colegio”.

Añade que, en situaciones que requieren decisiones rápidas, los hombres son más ágiles.

Otro desafío es la situación de las calles de Uganda. La mayoría de las personas que conducen se sienten más satisfechas que en años pasados con la infraestructura. Aun así, la encuesta del Road Fund de 2019 reveló que más del 40% de quienes respondieron se quejaron de problemas como los caminos estrechos, los baches y el alcantarillado deficiente.

Estos problemas se agravan con el aumento del tráfico. La falta de autobuses públicos, combinada con un mayor número de autos, taxis y boda bodas, ha dejado las calles de Uganda saturadas, dice Martha Agama, responsable de relaciones públicas del Ministerio de Obras y Transporte de Uganda.

Para reducir la congestión del tráfico, el gobierno de Kampala planea construir más desviaciones y caminos por encima de las vías públicas, y el gobierno nacional contrató a una empresa china para que construya más autobuses suburbanos, dice Agama.

Incluso con más vehículos en las calles, la delincuencia relacionada con los automóviles no es un problema grave. De hecho, el robo de autos ha disminuido en alrededor del 27% desde 2018, según los informes anuales de la policía sobre delincuencia. Aun así, a menudo, las y los agentes de tránsito, que visten uniformes de color caqui y blanco, apenas pueden seguir el ritmo del caos.

Las carreteras atascadas son el precio a pagar por el progreso, dice Sebambulidde.

“Una carretera vacía es una mala señal”, dice. Significa que “la gente no se está moviendo. El tráfico intenso es sinónimo de desarrollo”.

Edna Namara es reportera de Global Press Journal con sede en Kampala, Uganda


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.

 

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