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El coronavirus impide el combate de la enfermedad de Chagas

El padecimiento se encuentra entre un grupo de enfermedades tropicales desatendidas que afectan a millones de personas en todo el mundo.

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Coronavirus Thwarts Fight Against Chagas’ Disease

Marissa Revilla, GPJ México

En su oficina de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, la investigadora de salud pública Dolores Guadalupe Vidal-López muestra las diferentes etapas del insecto triatomino, o chinche. El insecto porta el parásito causante del mal de Chagas, una enfermedad potencialmente mortal que afecta a más de un millón de personas en México.

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, MÉXICO — Se le conoce como “chinche besucona”, pero con el paso del tiempo, su picadura podría convertirse en el beso de la muerte.

Los insectos triatominos, o chinches, transmiten el mal de Chagas, una enfermedad potencialmente mortal que afecta a más de un millón de personas en México casi una década después de que un grupo con experiencia en salud mundial se comprometiera a aniquilar las llamadas enfermedades tropicales desatendidas.

“Cuando empecé a escuchar de Chagas en el año 85, mi maestro decía que solo había en la selva; y ahora, en 2020, está a 20 minutos de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado”, dice Dolores Guadalupe Vidal-López, investigadora de salud pública del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.

El mal de Chagas es una de las 19 enfermedades tropicales desatendidas que en conjunto afectan a más de 1,500 millones de personas y que cuestan a las economías del mundo miles de millones de dólares al año. Estas enfermedades, entre las que se encuentran la oncocercosis o ceguera de los ríos, la lepra, los parásitos intestinales y el tracoma, intensifican la pobreza al hacer que millones de personas no puedan ir al trabajo o a la escuela, y matan a cientos de miles cada año.

Aunque los países han erradicado algunas de las enfermedades tropicales desatendidas, la pandemia de coronavirus ha dejado clara la falta de atención que se presta a estas enfermedades. Las investigaciones relacionadas con el Chagas ya se encontraban rezagadas; la pandemia ha retrasado mucho más ese trabajo.

“Estas enfermedades, cuando hay una emergencia, en este caso por la COVID-19, se siguen marginando, especialmente en el diagnóstico”, explica Daniel Velázquez, investigador y estudiante de doctorado en el Colegio de la Frontera Sur, una institución de investigación científica.

La Organización Mundial de la Salud informa que el mal de Chagas ha infectado a entre 6 y 7 millones de personas a nivel global, la mayoría de ellas en Sudamérica, Centroamérica y México. La enfermedad ha afectado a más de un millón de personas en México.

Chiapas, junto con Veracruz, Yucatán, Oaxaca y Morelos, se encuentra entre los estados mexicanos con la mayor cantidad de casos de mal de Chagas. También es una de las regiones más pobres del país.

“Cuando empecé a escuchar de Chagas en el año 85, mi maestro decía que solo había en la selva; y ahora, en 2020, está a 20 minutos de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado”.

Las autoridades médicas dicen que 32 residentes de Chiapas presentaron la enfermedad en 2019 y otros 17 hasta mediados de octubre, pero señalan que es probable que sea un registro subvaluado, debido a problemas como la cobertura limitada de los servicios de salud, los casos no reportados y los diagnósticos equivocados.

“Las cifras oficiales están muy subestimadas porque solo atienden los casos que llegan a los centros de salud”, destaca Velázquez.

Hace tan solo ocho años, en lo que se conoció como la Declaración de Londres sobre Enfermedades Tropicales Desatendidas, un grupo de principales expertos médicos, organizaciones para el desarrollo, fundaciones, empresas farmacéuticas y gobiernos a nivel mundial prometieron un combate integral para estas enfermedades.

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Desde entonces, algunos países han tenido éxito. La OMS ha confirmado, por ejemplo, que en México, Omán, Marruecos, Laos y Camboya el tracoma ya no es un problema de salud pública.

Pero en México, el mal de Chagas persiste.

Su molesta presencia destaca la gran batalla que enfrenta el país en contra de la pobreza. De 2008 a 2018, la cantidad de residentes de Chiapas que vive por debajo de la línea de pobreza creció alrededor de un 15% para llegar a aproximadamente 4.3 millones.

En el mismo periodo, el número de personas sin servicios básicos de vivienda aumentó en casi un 23% para sobrepasar los 3.1 millones.

Esto impacta de forma directa los casos de Chagas en Chiapas, el estado más meridional de México y uno de los más pobres, ya que un gran número de habitantes vive en hogares con pisos de tierra, con materiales de barro o de paja que permiten que las chinches crezcan.

“Si la casa le da las condiciones, se esconde en las cosas amontonadas o se entierra en el piso de tierra”, apunta Vidal-López.

Las chinches atacan mientras las personas duermen. Pican en la cara y dejan heces que portan el parásito causante del mal de Chagas. Cuando la persona se rasca la cara, sin darse cuenta deja que el parásito entre al cuerpo a través de la nariz o de alguna lesión en la piel.

Otros métodos de transmisión menos comunes son las transfusiones de sangre, los trasplantes de órganos, la ingesta de alimentos silvestres contaminados con las heces de los insectos, y la transmisión por parte de una mujer embarazada al feto.

“Estas enfermedades, cuando hay una emergencia, en este caso por la COVID-19, se siguen marginando, especialmente en el diagnóstico”.

El mal de Chagas puede provocar fiebre, inflamación de los ganglios linfáticos, dolor de cabeza o hinchazón en el lugar de la picadura. Es posible que la enfermedad tarde entre 10 y 15 años en evolucionar y puede provocar enfermedad renal y fallo cardiaco.

Eso es lo que ocurrió en la familia de Miguel Hernández. El residente de Ocosingo, en Chiapas, vio como un fallo cardiaco mató a su madre en 2001, y hace dos años el daño renal acabó con la vida de su padre. Durante años, explica Hernández, no supieron que tenían Chagas.

El hermano de Hernández, de 49 años, también tiene el mal de Chagas. Se sentía débil y desganado, pero quería donar sangre para ayudar a su padre enfermo. Fue entonces que descubrió que él también estaba enfermo.

“Casi me volví especialista en conocer el procedimiento, bajé fotografías, las mandé a las redes de la región donde soy, en el funeral de mi papá di una plática”, dice Hernández. “Mostré las fotos de la chinche y empezó a preocuparse la gente”. Nunca habían escuchado hablar de la enfermedad.

Mientras trabajaba en el caso de su padre, Hernández conoció a Vidal-López y juntos fueron a una comunidad remota en la selva llamada Chapultepec a tomar muestras de alrededor de 60 personas, y una de ellas resultó positiva. Planeaban tomar más muestras este año, pero la pandemia de coronavirus los detuvo.

Hernández informa que tres personas de su comunidad han muerto de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. Con la pandemia, señala, “parece que Chagas no es lo más importante ahora”.

Al 23 de noviembre, Ocosingo tenía 98 casos de COVID-19 y 22 muertes, mientras que Chiapas tenía 7,676 casos y 1,172 muertes.

Velázquez espera que la urgencia relacionada con la COVID-19 tenga efectos indirectos sobre las enfermedades tropicales ignoradas, como la enfermedad de Chagas.

“Si atendiéramos las enfermedades rezagadas como atendemos la COVID-19, muchas ya estarían controladas o eliminadas”, finaliza.

Marissa Revilla es una reportera de Global Press Journal que vive en San Cristóbal de Las Casas, México. Marissa se especializa en las historias sobre los derechos de la infancia y en los conflictos de las comunidades indígenas en Chiapas.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés. Haga clic aquí para obtener más información sobre nuestro proceso de traducción.