Una nota sobre esta serie: Reporteras del Global Press Journal alrededor del mundo examinaron los acercamientos de sus comunidades a la salud reproductiva, incluyendo valores y prioridades, así como cómo son impactados por políticas públicas internacionales. Lee las otras historias de este especial del mes aquí.
CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Rieecxy Mabely Escoto pasó buena parte de su viaje entre el estado de Puebla y Ciudad de México con su cabeza hincada dentro de una bolsa. Tenía náuseas y no podía dejar de vomitar.
Escoto, de 26 años, estaba en los primeros meses de su embarazo cuando hizo el viaje, lo que no fue una travesía sencilla. Escoto era parte de un grupo grande, que en un momento se estimó que contaba con hasta 7000 personas, y que muchas veces fue llamada una caravana. El grupo estaba compuesto en su mayoría por personas de Centroamérica que querían llegar a la frontera sur de los Estados Unidos, donde muchos decían que esperaban aplicar a un asilo. Muchas personas que se unieron a este y a otros grupos parecidos para viajar hacia el norte dicen que dejaron sus países de origen para escapar de la violencia de pandillas generalizada, o para reencontrarse con familiares que ya estaban en los Estados Unidos.
“Es complicado hacer el recorrido embarazada porque en la caravana a veces sólo hay ‘jalón’ en camiones, rastras o volquetas”, dice Escoto.
Escoto comenzó su viaje en enero, cuando dejó su país, Honduras, junto a su hija de seis años y su esposo. Ahora, están descansando en un campo de migrantes ubicado en el estadio Jesús Martínez “Palillo” en Ciudad de México. Planean llegar pronto a los Estados Unidos, donde Escoto espera reunirse con su madre.
Por ahora, sin embargo, Escoto dice que está recibiendo la atención prenatal que necesita.
“Los ocho días que llevo aquí voy a revisión”, dice. “Me revisan la presión, el corazón del bebé y me han dado ácido fólico”.
Entre el 27 de enero y el 23 de febrero, más de 6900 personas de Centroamérica llegaron al estadio, que ha funcionado como un albergue temporal desde octubre de 2018.
Romero Adalid Martínez Cisneros, el director de salud del gobierno local, y quien coordina los servicios médicos en el estadio, dice que todo el mundo tiene acceso a comida, agua, electricidad y atención médica. Es parte de un programa de la ciudad dirigido específicamente a migrantes.
“Ellas tienen derecho a todos los servicios de salud que se encuentran en la Ciudad de México, como si fueran un mexicano más, de forma gratuita”, dice.
Los pueblos y las ciudades mexicanas también han asistido a las personas que pasan por su país de camino a los Estados Unidos. Ha habido esfuerzos para alentar a los centroamericanos a buscar estatus de refugiados en México en vez de seguir hacia el norte y el número de los postulados en México ha crecido en años recientes. (Lee más sobre estos esfuerzos aquí).
Para las personas en el estadio y en otros albergues en Ciudad de México, una parte fundamental de la asistencia es la atención reproductiva gratuita para mujeres, lo que incluye pruebas de embarazo y suministros médicos que las mujeres embarazadas se pueden llevar con ellas cuando se vayan, dice Martínez. El programa les provee medicinas, suplementos de vitaminas y otros suministros a las mujeres embarazadas.
Las mujeres embarazadas tienen acceso a las instalaciones de salud locales, donde pueden dar a luz si es necesario, con la posibilidad de tener cesáreas u otras cirugías, y donde hay la capacidad para atender emergencias y otros procedimientos. Se reparten métodos anticonceptivos y las infecciones transmitidas sexualmente son tratadas, dice Martínez.
Las mujeres también pueden abortar, lo que es legal en Ciudad de México hasta la décimosegunda semana de embarazo. En otras partes del país el aborto está regulado mucho más estrictamente.
Según datos del gobierno de Ciudad de México, trabajadores de la salud trataron a 73 mujeres embarazadas que eran parte de un grupo que viajó durante el último trimestre de 2018. De esas mujeres, 49 estaban en su primer trimestre, 20 en su segundo trimestre y cuatro en su tercer trimestre.
Milagro Sarahí Rivas, una joven de 21 años de El Salvador, tiene siete meses de embarazo, pero dice que quiere llegar a Estados Unidos antes de dar a luz.
“Aquí me están checando todos los días porque tengo una alerta de aborto”, dice y añade que le han suministrado ácido fólico y le han tratado una infección vaginal y una infección en vías urinarias mientras ha estado en el albergue.
Claudia Tatiana Escobar, una migrante de 28 años de Honduras, dio a luz a su bebé en un hospital de Ciudad de México. Dice que dejó Honduras con su marido y tres hijos a comienzos de 2019 y se unió a un grupo que iba hacia el norte. Había estado en Ciudad de México unas dos semanas cuando, durante un examen médico, le informaron que estaba a punto de dar a luz.
“Fui tres días a cita en hospital y la tercera la tuve”, dice Escobar. “Aquí me recibieron muy bien, hasta ahorita está todo perfecto, desde que llegué me atendieron”.
Escobar dice que registró el nacimiento de su cuarto hijo en Ciudad de México. De todas maneras, dice, planea seguir hasta los Estados Unidos con su familia.
Pablo Medina Uribe, GPJ, adaptó este artículo de su version en inglés.