ZAPOTLÁN EL GRANDE, MÉXICO — A 10 minutos del centro de Ciudad Guzmán, la capital del municipio de Zapotlán el Grande, se encuentra un pequeño rancho de más de 100 años de antigüedad, donde frutas y verduras brotan de la tierra y caen de los árboles, una imagen de la biodiversidad que desaparece rápidamente en el estado occidental de Jalisco.
Los dueños del rancho, Rogelio Trejo y Yaskara Silva, quienes heredaron la tierra de los padres de Trejo, han visto ocurrir este cambio. Hace tiempo, la salvia convertía las montañas circundantes en un mar de color azul verdoso. Ahora, hay huertas de aguacate en todo el horizonte.
“Ya acabaron con nuestros bosques naturales”, dice Trejo.
México ocupa el séptimo puesto en exportaciones agrícolas a nivel mundial, y se espera que las exportaciones agroindustriales alcancen los $46 mil millones este año, las más altas en 30 años. Entre las exportaciones más importantes se encuentra el aguacate, del que es el principal productor mundial. En los últimos años, la popularidad de los aguacates, consumidos localmente durante milenios, se ha disparado fuera de México, sobre todo en el vecino Estados Unidos, que consume 3 de cada 4 aguacates exportados de México. Según una estimación de 2020, tan solo durante el Super Bowl, se atribuye a los fanáticos del futbol de EE. UU. el 7% del consumo anual en un solo día. Hasta este año, todos los aguacates exportados de México a Estados Unidos provenían de un solo estado: Michoacán. No obstante, en el verano, Jalisco se convirtió en el segundo proveedor de México en un mercado muy lucrativo — un acontecimiento descrito por el gobernador Enrique Alfaro como un “día histórico para Jalisco … y el desarrollo de nuestro campo”. Sin embargo, a las personas campesinas del estado, que enfrentan las consecuencias ambientales, el aumento en la producción de aguacate no les entusiasma.
“Nos dimos cuenta de que ya no había hojas de maíz para hacer tamales porque ya no hay cultivos de maíz”, dice Carmen García, una educadora popular feminista, refiriéndose a Zapotlán el Grande. En 2021, más del 57% de la tierra cultivada en el municipio estaba ocupada por huertas de aguacate, lo que representa más de una quinta parte de la producción total de aguacate del estado. Jalisco ocupa el segundo lugar en producción de aguacate en México, aunque está muy por detrás de Michoacán en cuanto a la producción total. Pero el crecimiento de la producción es más rápido aquí que en cualquier otro lugar. Según datos del portal de información agrícola y pesquera del Gobierno, el cultivo de aguacate aumentó en un 527% entre 2012 y 2021.
Los agricultores están sintiendo los efectos de esta expansión de diversas formas. Según los datos de una investigación de Alberto Gómez Tagle, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en la ciudad de Morelia, las huertas de aguacate necesitan de cuatro a cinco veces más agua que un área equivalente de bosque de pinos. Cuando los árboles de aguacate se riegan, como sus raíces son relativamente horizontales, es menos probable que el agua se filtre al subsuelo; es decir, un árbol de aguacate puede reponer solo una fracción de la humedad del suelo en comparación con un pino. El pozo de Silva y Trejo, que usan para regar su rancho, normalmente acumula de 3 a 4 metros de agua. Ahora, un metro es una hazaña.
“El año pasado perdimos la primera cosecha de hortalizas por falta de riego”, señala Silva.
“La agricultura ecológica se encuentra estrechamente ligada con el derecho a una alimentación sana”, afirma Jaime Morales, experto en agroecología y fundador de un centro de formación en agroecología en Jalisco. Morales explica que la expansión de la agricultura industrial, privilegiada por el dinero público estatal, y la amenaza para los pequeños ranchos familiares están afectando este derecho en un país donde más del 55% de los hogares rurales sufren pobreza alimentaria.
Las personas locales también señalan las condiciones climáticas cambiantes, que dicen son consecuencia de los cambios en el uso de la tierra. Zapotlán el Grande, situado en el sur de Jalisco, en las faldas del Nevado de Colima y cerca de la Sierra del Tigre, solía ser frío y muy lluvioso, dice García. Hace menos de una década, las temperaturas máximas rondaban los 20 grados centígrados; sin embargo, en mayo de este año las temperaturas llegaron a los 38 grados centígrados (100º F). De hecho, según un análisis, Zapotlán el Grande tuvo el mayor crecimiento en la producción de aguacate entre 2009 y 2018 — de 2400 toneladas a casi 37 000 — y, en el mismo período, ocupó el noveno lugar entre 125 municipios de Jalisco en términos de mayor pérdida de superficie forestal.
Dado que la producción de aguacate en el municipio se disparó en un 509% entre 2010 y 2021, la diversidad de cultivos se desplomó. En 2010, las personas agricultoras de Zapotlán el Grande sembraron 39 tipos de cultivos, mientras que en 2021 sembraron solo 15 cultivos distintos en la zona.
“Hay muchas plantas medicinales que se están quemando como el gordolobo, el árnica y la salvia”, dice Silva. Los árboles frutales oriundos de la zona, como el tejocote (espino blanco), las manzanas, las peras, las ciruelas, los duraznos, las granadas, los capulines y las zarzamoras, algunos silvestres y otros cultivados, también están desapareciendo, explica García.
En el vecino estado de Michoacán, entre el 30% y el 40% de la deforestación reciente fue ocasionada por la producción de aguacate, según Global Forest Watch, un proyecto que estudia los bosques del mundo. En Jalisco, la expansión agrícola es la segunda causa de deforestación. Tanto en Jalisco como en Michoacán es ilegal talar árboles para sembrar aguacate, pero si la tierra se quema, entonces se permite el cambio de uso de suelo. Se han quemado miles de hectáreas de árboles en las montañas alrededor de su rancho, dice Trejo. Después, se instalaron huertas de aguacate. Según datos oficiales, el 14% de las huertas de aguacate del estado se encuentran en tierras previamente devastadas por incendios.
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de Jalisco no respondió a las peticiones de comentarios.
Néstor Rodríguez, que creció en San Gabriel, un municipio dentro de un área natural protegida cercana a Zapotlán el Grande (el Parque Nacional Volcán Nevado de Colima) que ocupa el segundo puesto en cantidad de hectáreas de cultivo de aguacate en el estado, dice que hace seis años comenzó a ver surgir huertas de aguacates donde antes había bosques. “Yo considero un crimen que por la voracidad del ser humano o por interés económico destruyan un bosque que tardó cientos o miles de años en formarse”, afirma.
Por su parte, un agricultor de Zapotlán el Grande, que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a represalias, puso una pequeña huerta de aguacate en sus tierras, ya que cultivar aguacate es más rentable que cultivar maíz, dice. (En 2018, el valor de la producción por hectárea de árboles de aguacate era casi cuatro veces mayor que 10 años antes). “Pero también hay mucha diferencia en la inversión”, dice. Como consecuencia, muchas de las huertas de aguacate en Jalisco no pertenecen a pequeños campesinos del estado; más bien, señala Everardo Pérez, director de un centro de investigación para el desarrollo, las personas lugareñas arriendan sus tierras porque no pueden solventar los insumos necesarios. Alrededor del año 2000, las personas agricultoras de Michoacán comenzaron a llegar aquí para plantar el fruto, dice el productor de aguacate anónimo. Antes de eso, añade, solo había una huerta de aguacate en todo Zapotlán el Grande.
“Si quiere tener usted aguacate, requiere tener un pozo profundo porque no hay ríos”, dice. Su pozo tiene alrededor de 200 metros (656 pies) de profundidad. “Yo he escuchado de pozos de hasta 1000 metros [3281 pies]”, dice.
Mientras tanto, Silva tiene un mensaje para las personas aficionadas al aguacate. “Quisiera que empezáramos en huelga silenciosa a no consumir aguacate porque esa industria nos está acabando”.
Maya Piedra es una reportera de Global Press Journal en Guadalajara, México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.