CHIHUAHUA, MÉXICO — Isaack Dyck Dyck utiliza una pala desgastada para quitar las piedras grandes del campo que acaba de labrar. Tiene 76 años, y durante 55 de ellos, ha sembrado maíz. Con la piel arrugada por el sol y voz suave, se recarga en la pala y recuerda los momentos difíciles a los que se enfrentaron su padre y su madre cuando llegaron de Canadá hace casi 100 años. Es posible que les haya tocado ver algo como la sequía de 2020, dice.
Pero a él no.
Fue la peor sequía en décadas en el extenso estado de Chihuahua, en el norte de México. Los meses de agosto a octubre pasados fueron los más secos y calurosos desde 2000, y dejaron a las personas ganaderas del estado, sobre todo a las del municipio de Cuauhtémoc y los alrededores, sin pastizales para alimentar a sus animales.
Dyck y otros agricultores de maíz intervinieron. Impulsados por las autoridades estatales, resolvieron dos problemas importantes: proporcionaron alimento para el ganado mediante la venta de los tallos y hojas sobrantes de los cultivos de maíz, y redujeron en gran medida la cantidad de contaminación del aire que por lo general se libera con la quema anual de desechos, conocida como rastrojo o esquilmo.
A partir de octubre, quienes siembran maíz quemaron un 85% menos de rastrojo en la ciudad de Cuauhtémoc, lo que redujo las emisiones de monóxido de carbono y dióxido de carbono en 14,847 toneladas y 749,770 toneladas, respectivamente, dice M.C. Jorge Damaso González Ortiz, catedrático del Departamento de Ganadería y Ecología de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Otros contaminantes del aire se redujeron en casi 3,500 toneladas.
La contaminación del aire en la región se redujo entre alrededor de un 20% y un 30% en comparación con 2019, señala Irma de la Peña, jefa de la Secretaría de Ecología de la ciudad de Cuauhtémoc.
“Encontramos buena respuesta de los productores de forrajes, tanto algodoneros como de maíz, y esto es lo que nos va a sacar adelante, librar [2020]”, explica Enrique Estrada Gutiérrez, un ganadero que además es jefe del departamento de ganadería de la Secretaría de Desarrollo Rural de Chihuahua.
Sin el rastrojo como alimento, muchos animales habrían muerto, dice.
Chihuahua es el estado más extenso de México y alberga entre 120,000 y 130,000 personas ganaderas. Cuauhtémoc, el tercer municipio más grande del estado, tiene una superficie de aproximadamente 3,800 kilómetros cuadrados.
En la década de 1920, decenas de menonitas, una denominación protestante que incluía a la familia de Dyck, llegaron en masa a la zona, principalmente provenientes de Canadá. Actualmente, el paisaje llano de Cuauhtémoc tiene casas y edificios modernos de estilo canadiense con muchas ventanas y ángulos marcados. Quienes se dedican a la agricultura siembran una variedad de cultivos, desde alfalfa hasta manzanas.
El antes abundante suministro de agua de Chihuahua alimentaba la agricultura, actividad que se desarrolla en 1.3 millones de hectáreas, el 5% de la tierra del estado.
Quemar el rastrojo después de la cosecha ha sido un problema durante mucho tiempo en Cuauhtémoc y sus alrededores. Algunos productores de maíz dicen que si se deja en el suelo, dificulta el riego y atrae a las plagas. También es una de las razones por la que las enfermedades respiratorias son comunes en el área, dice de la Peña.
Y quienes viven de la ganadería evitan el rastrojo porque, aunque es abundante, tiene poco valor nutricional para sus animales.
El año pasado se desarrolló de forma habitual para agricultores y personas ganaderas hasta mayo, cuando azotó la sequía. Para diciembre, las autoridades federales habían declarado desastre natural en 48 municipios de Chihuahua.
Los cultivos crecen de nuevo mientras la pandemia afecta la economía de un pueblo
Haga clic aquí para leerDos meses antes, las autoridades estatales se reunieron con personas de los sectores de la producción de maíz y de la ganadería en Cuauhtémoc. Instaron a agricultores a vender el rastrojo a un peso por kilo. En colaboración con el Sindicato Regional de Ganaderos de Chihuahua, un grupo privado que promueve la ganadería, el estado proporcionó los suministros y el equipo para empacar. El resultado: más de 15,000 pacas de rastrojo.
En 2020, “¿en dónde se veía humo? Empacamos y empacamos el rastrojo para venderlo”, explica Pedro Harms Wiems, productor de maíz. “Ahora que no llovió, vimos que era útil”.
Es posible que lo venda de nuevo en 2021. “Quizá no queme, porque ahora que vimos que no había alimento, notamos que el rastrojo sirve para alimentar a las vacas y también para ayudar al medio ambiente”.
El éxito del experimento ha creado un nuevo mercado: Estrada y otros ganaderos dicen que ahora buscan productores de maíz que vendan los tallos y las hojas sobrantes.
Pero algunos agricultores prefieren esperar y ver. Si hay suficiente lluvia en 2021, dicen, no ven por qué no pueden volver a la quema.
“Si llueve este año, [los ganaderos] no lo van a pedir tanto, y vamos a tener que quemarlo”, dice Peter Neufelt, de 19 años, agricultor de maíz. “Si no lo quemamos, nos estorba mucho”.
Ricardo Márquez, jefe de la Secretaría de Agricultura de Chihuahua, explica que el estado volverá a darles equipo de empaque a las personas agricultoras este año.
Por su parte, Dyck dice que con los años, quema menos rastrojo después de cada cosecha. La sequía del año pasado solo confirmó sus iniciativas.
“Tenemos que cuidar a la tierra, ser buenas personas, ser honestos para que Dios no nos castigue. Son ciclos y a veces así sucede, pero también es un llamado de atención de Dios por cómo somos”, añade Dyck.
Lilette A. Contreras es reportera de Global Press Journal, y se encuentra en Cuauhtémoc, México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.