SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, MÉXICO – Cuando tenía seis años, Abigail Montserrat González Hernández primero ayudaba a su madre a vender artesanías en las calles adoquinadas de esta ciudad, ubicada en el estado de Chiapas, el más meridional del país.
Ahora, a los 13 años, dice que en su comunidad es común que las niñas y los niños trabajen.
“Somos niños trabajadores y la sociedad piensa que somos rateros o drogadictos”, dice Abigail. “Pero somos gente de bajos recursos”.
El trabajo infantil es normalmente considerado algo negativo para niños y niñas, pero mucha gente no se da cuenta de que en general nace de una necesidad económica, dice Jennifer Haza Gutiérrez, directora de Melel Xojobal, una organización de derechos de la infancia en San Cristóbal de las Casas. Desde 1997, esta organización ha brindado talleres gratuitos y capacitación en la comunidad para enseñar a niñas y niños sus derechos legales y civiles.
“El trabajo es una condición básica de la vida humana, es un medio para dignificar la vida de las personas y, por lo tanto, es una actividad de la que las niñas y niños no deben ser excluidos”, dice.
Según un informe de abril de 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2013 cerca del 23 por ciento de los niños y niñas que trabajaban en México lo hacían para pagar su escolarización y otros gastos personales. Otro 22,5 por ciento trabajaba para cubrir necesidades económicas de sus familias.
Chiapas tiene el mayor porcentaje de niños y niñas en situación de pobreza en comparación con los otros estados mexicanos, según cifras de la organización internacional Save the Children. Más del 80 por ciento de los 1,6 millones de niñas y niños de Chiapas vive en la pobreza.
Melel Xojobal les da a niñas y niños las herramientas y la confianza que necesitan para exigir condiciones de trabajo seguras y dignas, según explica Haza Gutiérrez.
Mónica Lara Pérez, representante de UNICEF México en el estado de Chiapas, reconoce que el trabajo infantil es una realidad para muchos niños y niñas en situación de pobreza, pero añade que la ley debe ser respetada.
En 2014, el Senado mexicano aprobó una reforma constitucional por la cual se elevó la edad mínima para trabajar de 14 a 15 años.
La educación debería ser usada como herramienta para eliminar el trabajo infantil, dice Lara Pérez.
Sin embargo, Lara Pérez reconoce el valor de los esfuerzos de Melel Xojobal en cuanto al empoderamiento de niñas y niños.
“Es un trabajo muy valioso que reconoce UNICEF”, dice en entrevista telefónica. “Claro, hay puntos en los que no se converge del todo, pero se reconoce la importancia de la organización en abrir puertas a la participación ciudadana, que es muy importante, es reconocido.”
A continuación, los niños y niñas comparten sus experiencias en el mundo laboral.
Victor Luis Pérez Ton, 14 años
Victor Luis Pérez Ton dice que comenzó a trabajar cuando tenía dos años. Recorría las calles de San Cristóbal de las Casas con su familia para vender brazaletes hechos por su madre. También vendía chicles y figuras de animales hechas de barro.
Dice que hace cuatro años se dio cuenta de que había muchos otros niños vendiendo cosas similares. Entonces, se compró su propia caja de zapatos y los materiales para convertirse en lustrador de zapatos. Ése es uno de los tantos trabajos que ha hecho. Hace unos dos años, consiguió un trabajo para hacer pan en una panadería.
En medio de los turnos laborales, asiste a la escuela.
“Siempre he ido a la escuela y a trabajar”, dice. “Y cuando trabajo, no es porque me obliguen, sino que es por gusto mío. Queremos ganarnos nuestra vida”.
Victor dice que le da la mitad de lo que gana a su mamá para ayudar con los gastos familiares. La otra mitad se la guarda para pagar los útiles escolares.
Cuenta que aprendió de muy pequeño que se esperaba que contribuyera. Pero nunca supo que tenía derechos. Durante años –dice- soportó acoso y explotación por parte de clientes y empleadores que se aprovechaban de su edad.
“Me insultaban, me reprimían”, dice.
Según relata, hace unos cinco años, mientras vendía su mercadería en un restaurante, se le acercaron representantes de Melel Xojobal y lo invitaron a participar en los talleres.
“Aquí es donde floreció mi vida, donde renació mi vida”, dice.
Victor afirma que aprendió cómo expresarse si está siendo tratado injustamente y cómo identificar la violencia. También –agrega- aprendió sobre sexualidad y salud.
“Lo más importante que he aprendido es valorarme a mí mismo”, dice.
Victor cuenta que quiere ser ingeniero. Pero, dice que para ello tiene que seguir trabajando. En lugar de que el trabajo sea ilegal para los menores de 15 años, espera que ir a la escuela y tener útiles escolares sea gratis, para que pueda tener garantizada la posibilidad de seguir estudiando.
“Yo también tengo sueños”, dice.
Rosa María Hernández Xilot, 15 años
Rosa María Hernández Xilot dice que cuando vende artesanías en las calles, los mercados y las plazas públicas de San Cristóbal de las Casas sufre maltratato, frecuentemente de parte de la policía.
“A veces sí me dicen: ‘¿Por qué estás sentada? ¿Vienes a trabajar o vienes a sentarte?´”, relata.
Rosa, que cumplió hace poco 15 años, dice que comenzó a trabajar cuando tenía 3, acompañando a su madre a vender artesanías por la ciudad. Recién comenzó la escuela cuando tenía 10 años. Aun en ese momento, trabajaba 15 horas por día vendiendo artesanías en la tarde noche.
Rosa cuenta que, desde que comenzó a asistir a los talleres de Melel Xojobal, se siente segura para exigir respeto, incluso de parte de la policía que la acosa.
“Les digo: ‘Pues yo estoy descansando, porque ya me cansé de estar caminando. ¿A poco tú no te cansas?´ Entonces ya ahí no me dicen nada”, relata.
Ahora que Rosa está en la secundaria, trabaja sólo los fines de semana. Dice que se siente personalmente ofendida por la modificación en la edad mínima para trabajar que hizo el gobierno mexicano.
“¿Acaso el presidente piensa que (los niños y niñas) mayores de 15 comen y los menores de 15 no comen?”, se pregunta.
La madre de Rosa le dice que tiene que trabajar duro para tener el tipo de vida que quiere.
“Mi mamá me dice: ‘Échale ganas. Si no quieres estudiar, no te puedo obligar. Pero no quiero que seas como yo. No tengo buena vida, no quiero que seas así´”, cuenta Rosa.
Cinthia Jaqueline Velasco Cruz, 15 años
Cinthia Jaqueline Velasco Cruz quiere ser algún día médica forense o cirujana.
Si lo logra, se convertiría en la primera mujer en su familia en asistir a la escuela secundaria, según dice.
Desde que tenía cuatro años, Cinthia ayudaba a su mamá a vender CDs en un mercado local. Su sueño –cuenta- era ayudar siempre a su madre en el trabajo y vivir para siempre en San Cristóbal de las Casas. Hace poco cumplió 15 años y puede ya trabajar legalmente. Pero antes de cumplir años, se enteró a través de los programas de Melel Xojobal de que podía trabajar si quería hacerlo. Ahora, está ansiosa por ayudar a otros niños y niñas a defender su derecho a trabajar.
“Mis sueños empezaron a cambiar. Empecé a decir: ‘Pues, me gustaría tener un trabajo con el cual ayudar a mi comunidad y no sólo a una persona´”, dice Cinthia.
En 2015, Cinthia participó junto con Melel Xojobal en el IX Encuentro Latinoamericano de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores, que convocó a niños, niñas y adolescentes de toda América en Paraguay. Allí, conoció a otros niños y niñas que participaban en organizaciones.
Se sintió tan inspirada por esas niñas y esos niños –dice-, que sueña con lanzar una organización dirigida por niñas y niños para interactuar con legisladores sobre temas que afectan a la infancia.
Cinthia está decidida tanto a seguir ganando dinero como a organizar a sus pares.
“Es importante organizarnos más”, dice. “Sería un gran logro poder defender nuestro trabajo en San Cristóbal”.
Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de la versión en inglés.