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El auge del surf genera una ola de beneficios para un pequeño pueblo costero

El deporte ha producido campeones mundiales y ha estimulado el turismo. Además, les ha dado esperanza a los niños y las niñas más pobres de la comunidad.

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Surfing Boom Brings Wave of Benefits to Tiny Coastal Town

Maya Piedra, GPJ México

Guillermo Rodríguez, a la izquierda, bromea con Adrián Rodríguez, campeón de surf y dueño de una escuela de surf en Sayulita, México.

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SAYULITA, MÉXICO — Son las 10 a.m. y Bryan Sandoval y sus primitos bajan una colina desde su casa para llegar a la playa. Mientras recorren las estrechas calles empedradas enmarcadas por la exuberante flora y las coloridas casas, ríen, juegan y saludan a los vecinos. Todos llevan tablas de surf.

En la playa, se detienen frente al océano, con los ojos puestos en las olas. Y cuando llega el momento oportuno, se lanzan al mar con sus tablas.

Esbelto y ágil, Sandoval, de 16 años, se desliza sobre la primera ola, y se eleva para dar una vuelta de 360 grados en el aire.

“Si quieres desahogarte, entras al mar y te desconectas; entras en un lugar donde te diviertes constantemente, [donde] te sientes bien. El mar genera sensaciones muy bonitas”, explica Sandoval.

Sandoval es campeón nacional de surf en la categoría juvenil de 15 a 16 años, en la que obtuvo la medalla de oro en la Olimpiada Nacional Juvenil de 2019, año en el que por primera vez México incluyó el surf en las competencias. Con la participación de solo cuatro personas, el equipo de surf de Nayarit, estado que se ubica en la costa del Pacífico en el centro-oeste de México, quedó en tercer lugar a nivel nacional.

“Yo no pensaba llegar a este punto, pero logré superarme y estar entre los mejores de Nayarit. Toda mi familia decía que el surf no te llevaba a nada, pero yo les demostré que sí”, dice Sandoval.

Sandoval simboliza la forma en la que el surf ha transformado al pueblo de Sayulita, un poblado costero de 3,390 habitantes en Nayarit. El deporte ha producido campeones y ha estimulado el turismo. Además, ha lanzado una industria de escuelas de surf, forjado una nueva identidad para el pueblo y dado esperanza a sus niños, niñas y adolescentes.

Todo esto ha florecido de forma orgánica y contra todo pronóstico. A lo largo del tiempo, una serie de dificultades han frustrado el progreso del surf en Sayulita, desde la falta de acceso a tablas de surf y el disgusto de algunas personas del pueblo, hasta la escasez de los recursos necesarios para las competencias.

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Maya Piedra, GPJ México

El campeón de surf Bryan Sandoval, a la izquierda, e Iván Rodríguez observan la marea antes de entrar en las olas.

Diego Cadena tenía 17 años cuando empezó su carrera como surfista profesional. Se financió con la pesca antes de que un patrocinador lo contratara.

“Al principio no fue nada fácil; tuve que dejar la escuela para trabajar y financiar mis gastos porque no había otra forma”, dice Cadena, de 39 años, uno de los surfistas más sobresalientes de México e hijo de pescadores.

Antes de convertirse en un semillero para el surf, Sayulita era famoso por la pesca, la agricultura y la ganadería. Sus habitantes también construían palapas y extraían aceite de coco para hacer jabones. El pueblo siempre ha sido un punto estratégico para el comercio de la región.

No fue hasta la década de 1960, cuando este deporte tuvo un gran auge en California, que llegaron las primeras personas surfistas.

Los hijos e hijas de las familias dedicadas a la pesca fueron quienes montaron las olas primero. En aquella época, carecían del equipo adecuado, por lo que utilizaban cualquier cosa, desde tablas de madera hasta hojas de las palmeras.

“Hasta las tablas de la cama, o las palmas, las rajábamos con hachas y era tu tabla para correr olas”, dice Gabriel Ponce, de 56 años, quien ahora administra una empresa turística.

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Maya Piedra, GPJ México

Adrián Rodríguez, una leyenda del surf, y Yojan Hernández, que está aprendiendo a surfear, observan a sus amigos que están en el océano.

Ponce señala que su negocio ha florecido en parte porque la gente va a Sayulita para surfear; luego descubren que ofrece esnórquel, recorridos de pesca deportiva y tours a las despobladas islas Marietas, a unos cuantos kilómetros de la costa. Comenzó hace 20 años con cuatro lanchas; ahora tiene 30.

Cuando la primera generación empezó a practicar el surf, la gente local de Sayulita se mostraba escéptica, dice Guillermo Rodríguez, de 69 años, propietario del restaurante más antiguo del pueblo. “Decíamos que estaban locos porque nunca habíamos visto gente surfeando, pero ya tenemos campeones mundiales”.

Su padre abrió el comedor en 1960 como un bar que solía cerrar a las 5 de la tarde. En aquella época, no había alumbrado en el pueblo.

Ahora es una marisquería en todo el sentido de la palabra que abre todo el día y suele estar llena de clientes. El surf ha atraído al turismo, lo que a su vez ha impulsado su negocio, declara Rodríguez.

“Gracias a ellos [los y las surfistas] hemos ido creciendo porque es una atracción muy bonita”, dice.

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Maya Piedra, GPJ México

Patricio González, campeón latinoamericano de surf y copropietario de una de las seis escuelas profesionales de surf de Sayulita, entrena a su hijo, Chaac González.

El surf, de vez en cuando, enciende las tensiones. Hace un año, se habló sobre la construcción de un muelle en Sayulita, pero quienes allí residen se opusieron porque muchas personas tienen hijos e hijas que practican el surf, dice Fidencio Ramos, un pescador jubilado.

“Mis hijas hacen surf”, dice. “Si construyen un muelle, irán a surfear quién sabe dónde”.

En un día cualquiera, las costas de arena fina de Sayulita están llenas de actividad. Surfistas, bañistas, lancheros, vendedores y vendedoras ambulantes, danzantes tradicionales y otros se mezclan entre tablas de surf y sombrillas de playa. Grandes y chicos juegan en las radiantes aguas azules.

Gran cantidad de jóvenes acuden a la playa sin compañía o en grupo para conocer a sus instructores de surf. En los últimos años se han abierto seis escuelas profesionales de surf dirigidas por exsurfistas de primera, dice Adrián Rodríguez, de 34 años, quien representó a México en cuatro campeonatos mundiales de surf.

El deporte se ha convertido en un refugio para algunos niños y niñas de la ciudad, que luchan contra una larga lista de problemas, desde la pobreza hasta el aburrimiento y la inestabilidad de sus hogares.

El campeón de surf Patricio González y su hermano, Sergio González, abrieron una escuela de surf en 2009, y ofrecen instrucción gratuita para niños y niñas. Más de 200 jóvenes han aprendido en la escuela.

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Maya Piedra, GPJ México

Carlos García, de 19 años, a lo lejos a la izquierda, aprendió a surfear cuando tenía 9 años en una escuela que pertenece a Sergio González y a su hermano, Patricio González. Ahora García trabaja en la escuela.

Joana de la Rosa, de 33 años, una de las pocas surfistas mujeres del pueblo, cuenta que nota que a veces los niños y las niñas “llegan y se sientan [en la playa] y nos damos cuenta de que tienen problemas en casa, y nosotros lo que hacemos es darles una tabla para que se metan al mar y salen bien contentos”.

María Rangel, vendedora ambulante, ve el surf como una buena distracción para su hijo, Jesús Rangel, de 12 años. En 2018, su familia llegó a Sayulita huyendo de la violencia y la delincuencia de Apatzingán, en el estado de Michoacán, unos 650 kilómetros al sureste. El niño comenzó a surfear en agosto de 2019. Para ayudar a mantener a su familia, Jesús y cuatro de sus ocho hermanos venden flores todos los días en el pueblo.

A Jesús le gusta surfear por las tardes, pero la limitada situación económica de su familia no le permite practicar todo lo que él quisiera. Sin embargo, está aprendiendo. Un surfista local le regaló una tabla y Felipe Rodríguez, un legendario surfista de Sayulita que es dueño de una de las escuelas de surf, le enseña. Otro surfista lo lleva a practicar a playas cercanas.

“Me da mucho gusto que a mi hijo le guste el deporte para que no pierda el tiempo en otras cosas, que no agarre vicios”, destaca Rangel.

Maya Piedra es una reportera de Global Press Journal en México.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.

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