SAN PABLO ETLA, MÉXICO — Alejandro Valdez se mudó con sus padres a las afueras de San Pablo Etla, un municipio cercano a la ciudad de Oaxaca de Juárez, cuando tenía 11 años. Él recuerda haberse sentido perdido al no saber dónde jugar ni con quién, un tanto desamparado dentro de una nueva colonia que no tenía vínculos con la comunidad local. Ahora siendo adulto y estudiando su maestría de recreación comunal en la Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca — la primera universidad creada y dirigida por los pueblos originarios con reconocimiento oficial — canalizó esa sensación de desplazamiento en su proyecto universitario: un espacio donde las personas de su colonia pudieran practicar deportes.
La comunalidad es el enfoque de la Universidad Autónoma Comunal, que, en 2020, obtuvo reconocimiento oficial por parte del Congreso de Oaxaca, como resultado de un largo período de solicitudes por parte de los pueblos originarios locales. La primera generación de estudiantes de maestría con esta acreditación se graduará este año. “La Universidad Autónoma Comunal es una demanda antigua de los pueblos originarios”, dice Rigoberto Vásquez, coordinador académico de la universidad. “Lo que históricamente hemos pedido es el reconocimiento de un modelo educativo ideado desde las comunidades, que ofrezca a sus estudiantes temáticas relacionadas con su realidad y de esa manera el país cuente con una tercera vía educativa, además de la educación pública y la privada ofrecidas por el sistema educativo mexicano”.
Hace 20 años, algunas comunidades comenzaron a ofrecer educación en sus comunidades, pero cuando la gente terminaba sus estudios, se encontraban con una educación sin validez fuera de su comunidad. “Por eso decidimos unir los esfuerzos que se realizaban en diferentes comunidades oaxaqueñas, para solicitar al unísono el reconocimiento oficial de nuestros estudios”, dice Vásquez. “Queríamos que nuestros alumnos terminaran sus estudios y obtuvieran una certificación, como en cualquier otra institución educativa”.
Según datos de 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en Oaxaca, solo el 0.9% de las personas de 24 años o mayores que hablan una lengua indígena han terminado tres años o más de educación superior. (A nivel nacional, esta cifra se eleva apenas a 1.1%). Para que una persona de los pueblos originarios en edad universitaria tenga acceso a una educación superior, generalmente debe salir de su hogar para vivir cerca del campus, lo que genera costos que a menudo su familia no puede costear. Asimismo, asegura Vásquez, la educación pública gratuita ofrecida por el estado se imparte en su mayor parte en español y carece en su totalidad de una orientación comunal.
La Universidad Autónoma Comunal — compuesta de 16 centros universitarios en comunidades pertenecientes a 16 grupos indígenas en el estado, en vez de un solo campus centralizado — alienta a las personas a crear conexiones entre el salón de clases y sus comunidades, dice Vásquez. Las opciones de estudios son, entre otras, agroecología comunal, gestión comunal, derecho indígena y comunicación comunal. Por primera vez en el país, el plan de estudios fue diseñado completamente por personas de los pueblos originarios en lugar de la Secretaría de Educación de México. Las y los estudiantes pagan una cuota mínima por semestre y muchos docentes brindan sus servicios de forma gratuita, mientras miembros de la comunidad brindan su apoyo para el mantenimiento de los centros mediante el tequio, una antigua tradición de trabajo comunal. No hay calificaciones, sino que las personas presentan sus proyectos a la asamblea de la comunidad, que es el principal organismo de toma de decisiones en los municipios administrados por los pueblos originarios, para su reconocimiento y aprobación.
“Era lo más bonito, todos éramos iguales”, dice Sore López, quien estudió comunicación comunal en el centro universitario de Santa María Tlahuitoltepec, antes de que fuera incorporado formalmente a la universidad. Ahora, ella trabaja en una estación de radio local, donde promueve el uso del mixe, su lengua materna. “Y cada vez que proponemos un proyecto, lo basamos en su contribución a la comunidad, no solo en nosotros mismos”.
Los centros ofrecen programas creados dependiendo de las circunstancias de cada comunidad, dice Jaime Martínez Luna, rector de la universidad. Cuando la universidad fue creada, dice Vásquez, se estableció su autonomía mediante un decreto. “Este apartado es un logro muy importante”, asegura, “ya que finalmente y solo de esa manera contamos con la autonomía o la libre determinación para que nuestras comunidades ejerzan y administren su propia educación”. Sin embargo, a finales de agosto de 2021, la Suprema Corte de Justicia de México dictaminó que el acta constitutiva de la universidad sería revocada a no ser que la legislatura estatal sostuviera la consulta requerida con todos los grupos indígenas de la región. (Tiene hasta marzo de este año para llevarla a cabo).
La Diputada Juana Aguilar, presidenta de la Comisión Permanente de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de Oaxaca, dice que el gobierno estatal llevaría a cabo la consulta antes de la fecha límite. Además, remarca la escasez de opciones de educación para las juventudes indígenas: “La Universidad Comunal representa además de una forma de garantizar la educación superior de aquellos que no tienen la posibilidad de solventar su educación fuera de sus lugares de origen, el rescate y prevalencia de los saberes comunitarios”.
Durante el programa de maestría, Valdez se dio cuenta de lo que significa vivir en comunalidad: que perteneces a la tierra, no que esta te pertenece a ti; un valor transmitido históricamente en los pueblos originarios. Aun así, la admisión a la universidad no está restringida a miembros de estas comunidades. Valdez, por ejemplo, no se identifica como persona originaria. Los principios impartidos durante su educación tienen una relevancia universal, dice. “Aprendí a incorporar el respeto por nuestro planeta en mi trabajo y a entablar relaciones en colectivo”, afirma.
Isabel Guzmán fue enfermera profesional durante varios años antes de decidirse a estudiar una carrera en estudios comunales. “Ha sido para mí no sólo el estudiar una licenciatura, sino un aprendizaje de vida”, dice. “Ahora con mi familia mantengo diálogos. Si algo no nos está funcionando, lo analizamos, lo platicamos, entendemos en qué estamos fallando y lo volvemos a hacer, sin frustraciones, solo propuestas que juntos encontramos y nos llevan a soluciones”.
Casi tres cuartas partes de los 570 municipios del estado de Oaxaca se gobiernan mediante el derecho consuetudinario indígena, un sistema político conocido como “usos y costumbres”, y al menos el 76% de la tierra es de propiedad comunal. En sus estudios, Valdez aprendió cómo estas comunidades toman sus decisiones de manera colectiva: mediante una asamblea conformada por todos los jefes o jefas de cada familia. El municipio de San Pablo Etla se rige por el derecho consuetudinario, pero no es así en las afueras, donde Valdez vive. Mientras trabaja en su proyecto universitario (hacer comunalidad entre las 281 familias de su colonia mediante el deporte), cuida que se implementen los principios de la toma de decisiones de manera colectiva.
“Comenzamos con la limpieza profunda de las canchas que se construyeron en el 2015 y que estaban abandonadas, para poder ofrecer clases de fútbol a niñas y niños, luego continuamos armando redes de voleibol para jóvenes y adultos”, dice. “Estas últimas clases han sido de gran éxito, los vecinos que no se conocían ahora tienen una relación cercana”. La historia que más lo conmueve es la de un señor que tenía problemas con la bebida y peleaba constantemente con sus vecinos y vecinas. “Ahora, él es primero en llegar y ha dejado de beber”.
Más del 50% de las personas de los pueblos originarios que se gradúan de la preparatoria salen de sus comunidades, dice Vásquez, así que la universidad está diseñada para fortalecer su conexión con la tierra y ayudar a reducir los índices de migración. “Vemos temáticas referentes a las comunidades, por ejemplo, el despojo de territorios, las concesiones mineras”, dice López. “Muchas problemáticas que nosotros como estudiantes que veníamos de una formación oficial no habíamos visto, y al contrario contribuíamos a ello”.
Ofertas educativas como estas son especialmente importantes en la era del cambio climático. “En la licenciatura de territorio y bien comunal, a los estudiantes se les enseña sobre la defensa cultural, patrimonial, biológica e intangible de lo que llamamos territorio”, dice Natalia Jiménez, coordinadora general del centro de Santa María Tlahuitoltepec. “Es decir, el aprovechamiento consciente de lo que encontramos en él”.
Margarita Velasco está en proceso de recibir su grado de maestría en recreación comunal en el centro principal, ubicado en los Valles Centrales de Oaxaca; antes, trabajaba como maestra de secundaria. Su proyecto explora el resurgimiento de los bailes zapotecas, como los que se llevan a cabo durante las temporadas de siembra y cultivo. “Yo soy de San Andrés Solana, una comunidad donde existe mucha migración”, dice, “y las fiestas nos unen y hermanan en cualquier espacio, entonces jóvenes que viven en otros lugares vienen a bailar aquí, y busco que exista en ellos un sentido de pertenencia”.
López, quien creció escuchando estaciones de radio comerciales emitidas desde la ciudad hasta su comunidad, pensó que sería locutora en español, como las personas a quienes escuchaba a través de las ondas de radio. Ahora, escribe reportajes de radio en mixe. “Yo cambié la forma de ver la comunicación”, recuerda sobre su época de estudiante. “Yo no sabía nada de la comunalidad a pesar de que yo soy del pueblo. Entrando a la universidad me llevé muchas cosas importantes: el no dejar atrás mi cultura, el no avergonzarme de ella, sino al contrario”.
Ena Aguilar Peláez es una reportera de Global Press Journal con sede en el estado de Oaxaca, México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Gerardo Velázquez, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.