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Iztacalco preserva sus alegres carnavales centenarios

La primavera en México es una temporada llena de color y de celebraciones. Los barrios de Iztacalco organizan carnavales individuales cada fin de semana entre febrero y abril. Aunque los orígenes de los carnavales no están claros, los participantes se disfrazan para burlarse de los intentos europeos de gobernar México en el siglo XIX.

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Iztacalco Continues Joyous Century-Old Carnivals

Mar García, GPJ Mexico

El barrio de La Cruz Coyuya en Iztacalco, Ciudad de México, celebra el carnaval bailando en la calle. El disfraz más popular es el catrín, un licenciado, es decir, un graduado de la universidad, bien vestido que lleva un sombrero de copa, una máscara de calavera de cera y una larga barba.

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CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Con el sonido de trompetas, tambores y cañones de pólvora, las caras de los curiosos se asoman a sus ventanas y a sus puertas para ver a personas disfrazadas bailando por la calle entre gritos.

Esta conmoción indica el comienzo de la temporada de carnavales, que este año ocurrió durante la mayoría de fines de semana entre el 11 de febrero y el 30 de abril (con un descanso para las fiestas de Semana Santa) en los barrios de Iztacalco, una de las 16 delegaciones de Ciudad de México.

El Patronato de Carnavales en Iztacalco, que organiza a los barrios que participan cada año (San Pedro, La Cruz Coyuya, La Asunción, Santa Cruz, Los Reyes, Santiago, Zapotla, Santa Anita, San Miguel y San Francisco), le asigna su propio fin de semana a cada uno.

Nadie sabe con precisión cuándo comenzaron los carnavales, aunque el gobierno les entregó un reconocimiento a los organizadores en 2014 por su trabajo preservando una tradición que tiene más de 100 años.

“Desde que yo era chiquito mi abuelo ya participaba en ellos”, dice Pedro Vásquez, de 86 años.

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Mar García, GPJ Mexico

Aurora Hortensia Martínez, de 54 años, le ayuda a su nieto, José Alberto Reyes Téllez, de 9, a ponerse su máscara durante un carnaval de Iztacalco. Desde que su abuela le dio un disfraz tradicional de catrín hace cinco años, José ha participado en todos los carnavales de Iztacalco.

Un disfraz tradicional consiste en vestirse de catrín, un licenciado, es decir, un graduado de la universidad, lo que incluye una máscara con barba, un traje de frac y un sombrero de copa. Algunas personas le agregan cintas de colores al sombrero, o usan sombrillas que combinen con el color de sus corbatas.

Aunque el atuendo varía, las máscaras de cera con barbas sobresalen. Algunas tienen piel blanca, barbas largas y ojos verdes o azules, además de piedras brillantes como decoración. Otras están decoradas con calaveras.

Se cree que las máscaras de ojos azules y barbas rubias (o “güeras”, como dicen en México) fueron diseñadas para burlarse de Fernando Maximiliano, a quien Napoleón III intentó coronar como Emperador de México para imponer un poder francés en América a mediados del siglo XIX.

“Era una burla hacia la burguesía por la discriminación hacia la gente humilde, por eso es que usan las máscaras güeras y con el bombín”, dice Christian Linares Moreno, quien ha sido uno de los organizadores del Carnaval del Barrio de La Cruz Coyuya por 12 años

Otra posibilidad es que los carnavales hayan iniciado incluso antes, dice Linares, de 32 años. Puesto que los carnavales comienzan durante la primavera, justo antes de la cuaresma, son una oportunidad de “festejar antes de que lleguen los días de portarte bien”, dice.

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Mar García, GPJ Mexico

Uno de los participantes de uno de los carnavales de Iztacalco le abre paso al desfile con un cañón que dispara pólvora y emite humo. La gente viaja de varios estados mexicanos para bailar con los locales, usando disfraces bordados a mano.

En cada carnaval de barrio, la gente recorre las calles con bandas, mientras que un líder despeja el camino disparando pólvora desde un cañón manual para anunciar su paso. Los habitantes del barrio bailan y gente de otros barrios se una a la celebración.

Con el paso de los años, los carnavales han evolucionado. Ahora, hay carnavales para niños, los cuales son liderados por una carroza que lleva tanto a la reina actual como a la anterior reina del carnaval, quienes les regalan dulces y juguetes a los asistentes entre puñados de confetti.

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Mar García, GPJ Mexico

Tanto la reina de este año, como la reina del carnaval de niños del año pasado les tiran confetti a los asistentes. Las reinas lideran el carnaval desde una carroza y, en vez de usar cañones de pólvora, tiran confetti y dulces.

Otra evolución es el uso de disfraces que representan personajes de película u otros personajes famosos, los cuales se conocen como “chichinas” y sobresalen entre los disfraces más tradicionales de licenciados.

También es común ahora en los carnavales de Iztacalco encontrar a personas disfrazadas de charros. Este disfraz incluye un gran sombrero y un traje bordado, a veces con hilo de oro dorado, dice Linares, quien también es parte del Patronato de Carnavales en Iztacalco.

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Mar García, GPJ Mexico

La payasa profesional Tatiss (izq.), de 28 años, le ayuda a Alan Camacho con su disfraz de payaso antes de comenzar a celebrar en uno de los carnavales de Iztacalco. Usan talco para que el maquillaje dure más.

Cada carnaval dura unas cinco horas y los asistentes paran en varios puntos a lo largo de la ruta para refrescarse.

El carnaval termina con una comida, usualmente preparada por las mujeres del barrio, que ofrece cada uno de los organizadores, dice Linares.

El carnaval de Santa Anita es el más grande, con entre 800 y 1000 personas cada año.

Una nueva generación de organizadores de carnavales, personas jóvenes interesadas en mejorar el carnaval, comenzó una nueva tradición en la que personas de todos los barrios de Iztacalco se reúnen después de Semana Santa en la Plaza San Matías en el Barrio de La Asunción para una última fiesta callejera.

Al final, todos van a sus casas, guardan sus disfraces y esperan al próximo año para celebrar el carnaval juntos de nuevo.

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Mar García, GPJ Mexico

Niños de la zona bailan en el carnaval de Iztacalco. Los organizadores del carnaval dicen que los niños son importantes porque ellos serán quienes podrán continuar la tradición por otros 100 años.

 

Pablo Medina Uribe, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés