CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO – Con tres niños en su casa, Karla Galicia Acosta acumuló muchos frascos de alimentos para bebés.
Así que, hace unos tres años, un amigo le sugirió que convirtiera su tendencia a preparar las deliciosas salsas picantes que solía llevar a reuniones familiares en un negocio. Readaptó los frascos para sus salsas.
“Nunca lo vimos realmente como un negocio”, admite Galicia Acosta, quien tiene 36 años.
Pero con la motivación de su padre y luego de tomar un taller de emprendimiento en septiembre de 2016, Mexquisita, su empresa de salsas picantes gourmet, se volvió una realidad.
Tras apenas 18 meses, la compañía está en posición de seguir creciendo, dice Galicia Acosta.
Ella y su hermana preparan todas las salsas, unos 150 frascos por día, mientras que otra persona ayuda con la publicidad. Ahora necesita más personal y nuevos equipos para aumentar la producción.
Galicia Acosta es parte de un número cada vez mayor de mujeres mexicanas que están creando microempresas, que son, según la Secretaría de Economía, las empresas que no tienen más de 10 empleados. Las microempresarias dicen que las ganancias no son solo financieras, también son personales. De todas maneras, las ideas sexistas sobre las mujeres en los lugares de trabajo persisten, según los expertos.
En México hay cuatro millones de empresas micro, pequeñas o medianas, de las cuales el 97,6 por ciento son microempresas. Más de 400.000 microempresas están al mando de mujeres en México, según la encuesta nacional de ocupación y empleo, que fue actualizada en el tercer trimestre de 2017.
Hay muchas razones por las cuales las mujeres están al frente de estas empresas, dice Natalia Villalpando, directora general de Crea Comunidades de Emprendedores Sociales, una ONG que les enseña habilidades empresariales a microempresarias en áreas urbanas y suburbanas que están marginadas social y económicamente.
“Las mujeres han incursionado en pequeños negocios para contribuir a los ingresos familiares”, dice Villalpando, añadiendo que la cultura mexicana está apenas aceptando a las mujeres en el trabajo. “Las mujeres siempre han estado trabajando y aportando a su comunidad; nada más que la sociedad no siempre lo ha reconocido como trabajar”.
Pero todavía falta recorrer un largo trecho para alcanzar la igualdad de género en México, dice Gina Zabludovsky, una socióloga e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México que estudia a las mujeres empresarias y directivas.
“Existe la idea de que las mujeres que emprenden micronegocios para contribuir a la economía familiar o salir de la pobreza tienen que quedarse en ese nivel, pues su trabajo se considera sólo un apoyo”, dice Zabludovsky.
Mientras que las responsabilidades domésticas siguen recayendo en las mujeres en la mayoría de hogares aquí, las mujeres tienen que buscar trabajos que les permitan cumplir una doble jornada, en el trabajo y en la casa, dice Zabludovsky, y añade que el número de mujeres que ahora dirige microempresas no es necesariamente algo para celebrar.
“Pueden ser las propias mujeres por sus responsabilidades domésticas, por la forma en que han sido educadas o porque toman menos riesgos, que consideren que quedarse en un nivel micro sea lo razonable para ellas”, dice.
La idea de que las mujeres no pueden o no deben estar al frente de empresas se arraiga desde una temprana edad, dice Yanina Moreno Arroyo, de 28 años.
En la escuela sus compañeros solían molestarla pues era la hija de una madre soltera. Sus comentarios la hicieron sentirse menos que los demás, dice. Y en la universidad, esto continuó. Dice que sus profesores le inculcaron la idea de que no podía aspirar a cosas más grandes.
Después de haber tenido malas experiencias trabajando para otros, Moreno Arroyo dice que decidió ignorar estas ideas. Creó una compañía de distribución de fármacos en marzo de 2016.
El proyecto comenzó como un esfuerzo conjunto con su novio de aquel entonces. La relación terminó unos meses después y en septiembre decidió separarse de la empresa y comenzar una propia, esta vez con su hermana.
Esta vez, según Moreno Arroyo, el par de hermanas entendió que su éxito o fracaso dependía completamente de ellas. Tuvieron que perder su miedo a hacer presentaciones frente a clientes potenciales, aprender a enfrentar el rechazo y a negociar con sus proveedores. Aunque la empresa ha sido exitosa, Moreno Arroyo dice que aún se le dificulta considerarse una emprendedora.
“No sé si es nuestro caso en particular o como algo generalizado que no te das un reconocimiento, de ‘sí, soy empresaria’, porque al final eso somos”, dice.
Existen otros obstáculos, como la financiación. En México, muchas mujeres no son dueñas de tierras o de una vivienda y por lo tanto no tienen una garantía para ofrecer cuando buscan un crédito, dice María de la Paz López Barajas, directora general de Institucionalización de la Perspectiva de Género del Instituto Nacional de las Mujeres.
Pero dos programas gubernamentales de financiación, lanzados en los últimos dos años, que buscan ayudarles a las mujeres en el mundo de los micronegocios, pueden comenzar a cambiar eso, según dice Barajas.
Los programas gubernamentales de préstamos Mujeres Pyme y Crezcamos Juntas hicieron más de 7000 préstamos entre 2015 y 2017. Entre los dos programas se entregaron más de 7456 millones de pesos, según datos proveídos por Inmujeres.
Pablo Medina Uribe, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.