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Las personas que diseñan tejen la tradición en el futuro de la industria de la moda

En todo el país, una nueva generación de personas dedicadas al diseño y a la artesanía trabaja para promover las prácticas sustentables y conservar las técnicas tradicionales.

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Designers Weave Tradition Into Future of Fashion Industry

Adriana Alcázar González, GPJ México

María Anastasia Pérez Díaz, quien pertenece al colectivo Malacate en Chiapas, trabaja el algodón que cultiva y cosecha ella misma.

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CHIAPAS, MÉXICO — A medida que la luz solar entra por los ventanales de su estudio en San Andrés Larráinzar, un pueblo en el sureste de México, Cecilia Gómez se ata un telar a la cintura y comienza a tejer. Despacio y metódicamente, elabora tejidos de algodón y lana cubiertos por una iconografía maya: maíz y animales, montañas y deidades, puntos cardinales y representaciones del universo.

Como una mujer indígena que nació y se crió aquí, Gómez aprendió a usar el telar de cintura gracias a su madre y a su abuela, y comenzó cuando solo tenía 6 años. Tejer requiere tiempo y esfuerzo. Tarda por lo menos cinco horas en el transcurso de cuatro días para fabricar el tejido suficiente para una sola blusa. Pero para Gómez, de 28 años, no hay otro modo.

“Una artesana se inspira, se conecta con el telar. Ahí tienes tiempo para pensar en tus problemas y encontrar las soluciones. Cuando comencé a tejer, me conecté profundamente conmigo misma”, dice.

Actualmente, Gómez forma parte de una comunidad creciente de fabricantes de tejidos artesanales y diseño de modas de todo México, quienes sienten inquietud debido al derroche y a la falta de calidad que ven en la industria de la moda convencional. Por el contrario, desean proteger la herencia cultural del país y producir prendas de alta calidad que sean resistentes y bonitas, y a la vez promover la producción sustentable mientras trabajan para conservar las técnicas tradicionales.

“Estas generaciones son mucho más sensibles y perceptivas a los aspectos sociales y a los aspectos ambientales porque ya tenemos un mundo con cada vez menos recursos y con recursos más contaminados”, dice Mireille Acquart, directora de Ethical Fashion Space, un grupo consultor que trabaja con la industria de la moda en México para promover la sostenibilidad.

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Adriana Alcázar González, GPJ México

Cecilia Gómez produce tejidos de alta calidad que incorporan diseños mayas tradicionales.

Existen aproximadamente 20,000 empresas relacionadas con la industria textil en México, dice Acquart. No se cuenta con información sobre la cantidad de personas productoras artesanas, pero Acquart calcula que la cantidad de proyectos artesanales sustentables y artesanales ha aumentado alrededor de un 40% en los últimos cinco años.

Esta tendencia hacia la producción sustentable y artesanal contrasta con la manera en que la industria de la moda mexicana ha funcionado en el pasado. Efraín Paulino Martínez, coordinador de Fashion Revolution México, una organización que fomenta la transparencia y la trazabilidad en la industria de la moda, dice que la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1992 sentó las bases de la reputación de México como un centro de producción de ropa barata. Durante muchos años, señala, las empresas y la clientela no se preocupaban mucho por la calidad de las prendas ni por cómo se fabricaban.

“A la gente lo que le importaba era la marca, el estatus”, comenta Martínez.

Sin embargo, con el despunte de la moda artesanal en los últimos años, esto ha cambiado.

En San Francisco, un pueblo en el estado occidental de Nayarit, Victoria Sellschopp abrió un taller textil para enfocarse en la producción de prendas de alta calidad hechas con fibras naturales como el lino, el algodón y el bambú. En una mesa de madera grande, diseña, corta y cose vestidos, “shorts” y blusas para mujer. Dice que sus prendas tienen un aspecto atemporal y casual, con detalles sutiles que les agregan un toque de romanticismo. En lugar de las telas baratas importadas de China, ella usa textiles de alta calidad fabricados en México.

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Maya Piedra, GPJ México

Victoria Sellschopp diseña un modelo en lino en su taller.

“El objetivo es que las prendas puedan usarse todo el año y que con el tiempo las puedas heredar”, declara Sellschopp, de 44 años.

No utilizar telas sintéticas baratas también es una motivación para Linda Baltazar, de 28 años, diseñadora de modas y fundadora del taller de costura hilo & el mar, que se encuentra en Puerto Vallarta, en la costa del Pacífico al sur de Nayarit.

“Mi marca nace como una necesidad personal de crear prendas ideales para la vida en la playa”, comenta Baltazar, cuyas prendas minimalistas y geométricas se elaboran con materiales naturales que transpiran en el clima cálido y húmedo. “Yo nunca quiero ser una fábrica gigante de ropa, sino prendas únicas, bien confeccionadas y con un buen diseño”, puntualiza.

En la Ciudad de México, ubicada en un punto medio entre Nayarit y Chiapas, el estado más meridional de México, la diseñadora de modas Rocío Solloa de los Santos se enfoca en la sustentabilidad de una manera un poco distinta. Según la Organización de las Naciones Unidas, el sector textil es la segunda industria más contaminante a nivel mundial, después de la industria petrolera, y hasta el 85% de los textiles termina en los basureros o en los incineradores de residuos. Como líder de La Rocco, una marca de moda sustentable, Solloa intenta convencer a la gente para que no deseche la ropa.

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Maya Piedra, GPJ México

Linda Baltazar platica con una cliente en su taller en Puerto Vallarta.

“Mi objetivo es encontrarle un nuevo uso a esa pieza y agregarle tiempo de vida útil, no guardada en un clóset. No me veía poniendo una boutique para crear ropa porque ya hay muchísima”, dice Solloa, de 26 años.

Solloa estudió diseño de modas en la escuela. Pero para otras personas artesanas, el enfoque en la sustentabilidad y en la producción tradicional proviene de las generaciones anteriores.

En Chiapas, quienes pertenecen al colectivo Malacate, un taller experimental textil, han estado sembrando y cosechando su propio algodón, por ejemplo.

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Adriana Alcázar González, GPJ México

María Anastasia Pérez Díaz sostiene algodón y semillas locales. Para su familia y para quienes pertenecen al colectivo Malacate, el proceso de cultivar y cosechar su propio algodón les lleva muchos meses, pero preserva las prácticas tradicionales.

“Mi mamá me platica que mi abuelita cultivaba su propio algodón, su propio hilo, su propio material”, dice María Anastasia Pérez Díaz, de 35 años, perteneciente al grupo. “Ellas no usaban el algodón que compramos en la fábrica y que ya viene en madejas”, explica.

Pérez dice que sería más eficiente comprar el algodón, pero hacerlo significaría sacrificar el conocimiento que se ha transmitido de madres a hijas.

“Si compramos hilos, ahorramos tiempo y trabajo, pero también podemos perder lo que nos enseñaron nuestras abuelas, a tener la oportunidad de tocar el algodón que sale de la tierra”, dice.

Gómez concuerda que es importante conservar las prácticas tradicionales. “Nuestro trabajo vale, es laborioso, pero si tenemos poco interés en la calidad del material, [se] pierde el valor de nuestro trabajo. Tratamos de mejorar cada día, y hacerlo bien, con fuerza, con amor”, finaliza.

Adriana Alcázar González es una reportera de Global Press Journal con base en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Mar García es una reportera de Global Press Journal establecida en la Ciudad de México. Maya Piedra es una reportera de Global Press Journal en México.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.

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