Argentina

Mujeres solas de mediana edad contratan a “maridos por hora” en Buenos Aires

En Buenos Aires, las mujeres de mediana edad que viven solas recurren cada vez más a “maridos por hora”, hombres con habilidades para hacer reparaciones básicas de la casa y pequeños proyectos de construcción. A medida que la demanda de “maridos” crece, los hombres están descubriendo que trabajar para mujeres que prefieren delegar el mantenimiento del hogar es un negocio lucrativo. Los “maridos” dicen que su trabajo les ayuda a lidiar con la alta tasa de inflación en Argentina.

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Single, Middle-Aged Women in Buenos Aires Find “Husbands” to Work for Them By the Hour

Dina Gonzalez, GPJ Argentina

Eduardo Gauna, de 60 años, “marido por hora”, realiza tareas para una mujer que vive sola en Buenos Aires.

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BUENOS AIRES, ARGENTINA – Eduardo Gauna acomoda los tornillos sobre su mesa de trabajo. Luego, los atornilla despacio en trozos de madera que pronto se convertirán en un mueble de cocina, siguiendo el diseño de una clienta.

Gauna, de 60 años, es un “marido por hora”. Realiza tareas de mantenimiento de todo tipo. Pero a diferencia de otros en ese rubro que en su mayoría tienen habilidades específicas y trabajan para empresas, él maneja su propio negocio informal. Sus casi 100 clientes son todas mujeres que viven solas, y la mayoría de más de 40 años.

En el marco de una cultura machista, las mujeres en Argentina no suelen realizar tareas de mantenimiento del hogar. A medida que más mujeres se encuentran viviendo solas por divorcio o viudez, más varones publicitan sus servicios como “maridos por hora” para hacer reparaciones básicas del hogar o pequeños proyectos de construcción.

Y a medida que la inflación en el país no cede, “los maridos” dicen que este trabajo les permite controlar sus ingresos ajustando su escala salarial a la economía del mercado negro.

Gauna estaba trabajando como portero en un edificio de viviendas cuando vio el potencial de convertirse en un “marido”. Las mujeres divorciadas que vivían en el edificio lo llamaban seguido para que las ayudara con los arreglos de la casa. Gauna dice que ganaba 12.000 pesos (alrededor de 1.300 dólares) como portero, pero que como “marido”, arreglando canillas que gotean, cambiando lamparitas o reparando caños de agua, sus ingresos se dispararon. Ahora gana hasta 20.000 pesos (2.164 dólares) en efectivo por mes. Asegura que este aumento de 67 por ciento lo ha ayudado a lidiar con los efectos de la inflación en Argentina.

“Soy, como dice el nombre, un ‘marido por hora’”, afirma. “Realizo todas las tareas de mantenimiento que se necesitan en una casa”.

Gauna y otros “maridos” tienen una base de clientes potenciales en crecimiento. Entre 1980 y 2010, el número de mujeres de 40 a 49 años que viven solas en Buenos Aires aumentó más de 100 por ciento, según un informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos. El informe señala que el fenómeno se debe al aumento en las tasas de divorcio, viudez y falta de hijos, entre otros factores. Pero lo común entre las mujeres que viven solas es que muchas tienen dinero para mantenerse de manera independiente, indica el informe.

Soy, como dice el nombre, un ‘marido por hora’.

Ese cambio es parte de una tendencia mundial. En Gran Bretaña, el número de personas de entre 45 y 64 años que viven solas ha crecido un 27 por ciento entre 2004 y 2014, según la Oficina de Estadísticas Nacionales. En Australia, las mujeres de 55 años en adelante son más proclives que los varones a vivir solas, informa el Instituto Australiano de Estudios Familiares.

En Argentina, los “maridos” son populares entre las mujeres mayores que viven solas, porque es más probable que éstas hayan sido criadas con nociones tradicionales de roles de género que las mujeres jóvenes, dice Jessica Malegarie, socióloga y profesora de la Universidad de Buenos Aires.

Algunas mujeres demuestran ser más sexistas que los hombres, al depender de ellos para realizar ciertos trabajos, en vez de aprender a hacerlos por sí mismas, dice Malegarie.

Los “maridos” y sus clientas perciben que esta profesión ha ido en aumento en el último año y medio, pero no está claro cuántos “maridos” trabajan en Buenos Aires. Muchos “maridos” hacen publicidad a través del boca a boca, aunque algunos publican anuncios. MercadoLibre Argentina, una gran red de comercio electrónico, muestra al menos a cuatro hombres publicitándose como “maridos”.

María Teresa López, de 69 años y divorciada, contrató a Gauna por primera vez hace más de un año.

“Yo le hago una lista de lo que hay que hacer, desde ajustar un tornillo hasta pintar una pared”, cuenta.

López, psicóloga, dice que se siente capaz de hacer algunas de esas tareas, pero que prefiere contratar a Gauna y tener tiempo para sí misma. Cuando Gauna llega, López se va al café de enfrente. Ella dice que no es una cuestión de machismo, sino de comodidad. Prefiere delegar algunas de las tareas de mantenimiento para poder descansar.

López cuenta que, antes de conocer a Gauna, les pedía ayuda a familiares y amigos varones. Pero no le gustaba pedir favores. Con Gauna, la relación es clara: él arregla cosas y ella le paga en efectivo.

Entre 1980 y 2010, el número de mujeres de 40 a 49 años que viven solas en Buenos Aires aumentó más de 100 por ciento, según un informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Víctor Gantus, de 67 años, dejó su oficio como carpintero para convertirse en “marido por hora” hace casi 18 meses, después de que una vecina le pidiera que le arreglara un mueble de cocina. Ella siguió llamándolo para otras reparaciones y recomendó sus servicios a sus amigas.

“Me están llamando mucho”, afirma.

La mayoría de los clientes de Gantus son mujeres. Como carpintero, ganaba alrededor de 8.000 pesos (866 dólares) por mes, pero como “marido” gana alrededor de 20.000 pesos (2.164 dólares) mensuales.

A veces hay confusión sobre los servicios que un “marido” ofrece. Gauna, que es divorciado y vive solo, dice que en contadas ocasiones le pasó que las mujeres esperaban tener sexo con él.

“Un día voy a la casa de una clienta que me esperaba”, dice. “Cuando abre la puerta, me atiende envuelta en una toalla, recién salida de bañarse. Me lleva a la habitación y me muestra para arreglar algunas cosas. Tuve que contener el indio de adentro, pero yo soy un hombre correcto y profesional”.

A Gauna le está yendo bien con los servicios que ofrece. Por estos días, el balance de su cuenta bancaria es más alto de lo que ha sido en el pasado.

“Este trabajo me permitió comer y pagar las deudas”, dice Gauna. “Y con el tiempo, estoy mejor económicamente”.

Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de la versión editada en inglés.