Argentina

"No tenemos tiempo": Personas trans argentinas exigen mejor atención médica

La discriminación en la atención médica es, en parte, responsable de la menor expectativa de vida de la población trans de Argentina.

Read this story in

Publication Date

‘We Don’t Have Time’: Trans Argentines Demand Better Health Care

Lucila Pellettieri, GPJ Argentina

Yuliana Alexa Martínez, una mujer trans, en la Dirección de Diversidad Sexual del municipio de Lomas de Zamora en Buenos Aires.

Publication Date

BUENOS AIRES, ARGENTINA — Yuliana Alexa Martínez estaba sentada en su jardín con su esposo cuando se topó con una noticia en las redes sociales que le provocó una mezcla de tristeza y pánico. Empezó a llorar desconsoladamente. Su esposo le preguntó qué había pasado. “Murió mi doctor. ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Qué vamos a hacer?”, dijo, refiriéndose a las otras personas trans que se atendían con él.

Para Martínez, la muerte de su doctor de COVID-19 se sintió como la muerte de un ser querido. “Era una persona que nos entendía mucho y hacía mucho por nosotres. Él era amigo, compañero, psicólogo”, señala. Cuando apenas comenzaba su duelo, Martínez, que estaba realizando un tratamiento de hormonización, se dio cuenta de que tenía que encontrar otro doctor que no solo continuara el tratamiento, sino que también la respetara y la entendiera.

Recibir un trato respetuoso en los centros de salud no es la experiencia más habitual de Martínez y otras personas trans en Argentina. En 2012, se aprobó en el país una ley que permite que las personas cambien el sexo asignado al nacer en los documentos oficiales y les garantiza el derecho al cuidado de salud integral. Diez años después, las personas trans y no binarias aún se enfrentan a la discriminación al acceder a los servicios de salud.

Esta discriminación se ha convertido en uno de los motivos por los que la expectativa de vida de las personas trans en el país es de 35 a 40 años, dice Nadir Cardozo, referente de la comunidad trans y promotora de salud de la Fundación Huésped, una organización que trabaja para garantizar el derecho de las personas a la atención médica. “Expulsada de la escuela, expulsada de la familia, sin acceso al trabajo y ni a una vivienda confortable, diagnósticos tardíos por la barrera de acceso a la salud, es un combo que va repercutiendo en una persona y se traduce en esta expectativa de vida tan corta”, dice Cardozo.

expand image
expand slideshow

Nadir Cardozo, una promotora de salud de Fundación Huésped, hace llamadas de seguimiento con personas que se han acercado a la organización para acceder a tratamientos médicos en Buenos Aires.

Pero ahora, con la ayuda de diversas organizaciones defensoras de los derechos de las personas trans y no binarias, las cosas han comenzado a cambiar.

Martínez, que vive en la Provincia de Buenos Aires, dice que tuvo suerte de haber podido acercarse a promotoras de salud trans y organizaciones que la ayudaron a encontrar un médico sensibilizado. Comenzó su tratamiento de hormonización con él en 2019. Pero su muerte trajo de vuelta la misma angustia que ella y muchas otras personas en la comunidad han enfrentado. “Ahí [con su muerte] empezó nuestro ir y venir a ver dónde nos entendíamos … dónde éramos recibidos o recibidas para hormonizarnos. Fue difícil porque no muchos profesionales quieren inmiscuirse en nuestro espacio, todavía hay prejuicio en la sociedad”, afirma Martínez.

Después de buscar ayuda en la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), organización de los derechos de las personas trans, tardó tres meses para encontrar otro médico. Martínez es beneficiaria de Trans Vivir, un programa de la ATTTA que incorpora promotoras de salud y derechos humanos en los centros de salud públicos.

Andrea García, coordinadora del Programa de Acceso a Derechos del Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis, una escuela que ofrece educación para personas adultas en la Ciudad de Buenos Aires, dice que las personas trans aún viven diversas formas de discriminación, no se respetan sus pronombres, y sufren burlas y abuso de poder por parte del personal médico. En espacios cerrados, algunos doctores aún les hacen preguntas como: “¿Qué tienes en medio de las piernas?” o “¿Cómo te anoto, como hombre o como mujer?”.

expand image
expand slideshow

Hannah Palacios, una flebotomista y extraccionista, realiza un test de VIH a una persona trans en Casa Trans, un centro comunitario para personas transgénero dirigido por la ATTTA, en la Ciudad de Buenos Aires.

Manu Mireles, secretaria académica del Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis, dice que no ayuda que el país aún tenga un “sistema de salud profundamente patologizante para las identidades travestis, trans y no binarias. Seguimos teniendo profesionales de salud que no tienen formación con perspectiva de género y diversidad sexual”.

La discriminación no es exclusiva de los entornos de salud, pero el 64% de los casos de violencia contra personas trans en Argentina registrados por el Centro de Documentación y Situación Trans en Latinoamérica y el Caribe (sistema comunitario que monitorea las barreras que enfrenta la población trans en la región) ocurren al acceder a los servicios de salud. De hecho, según un estudio de 2022 de la Fundación Huésped y la ATTTA, 7 de cada 10 masculinidades trans evitaron las consultas sobre su salud sexual y reproductiva por temor a vivir situaciones de discriminación y violencia en el sistema de salud.

No existen datos oficiales sobre cuántas personas trans y no binarias viven en Argentina, pero a marzo, 12 320 personas habían cambiado el sexo en su documento de identidad.

Incluso antes de 2012, cuando el Gobierno aprobó la Ley de Identidad de Género, que garantiza el derecho de la ciudadanía a definir su identidad de género, el país tenía antecedentes de aprobación de leyes y políticas progresistas en derechos civiles. En 2010, Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. En julio de 2021, fue el primer país de América Latina en reconocer las identidades no binarias, lo que permite a la ciudadanía y a residentes no nacionales elegir una categoría de tercer sexo, “X” (ni hombre ni mujer) en las cédulas de identidad y en los pasaportes.

Detrás de esta medida está el trabajo de organizaciones como ATTTA y Fundación Huésped, que sirven como intermediarias entre los centros de salud y las personas trans. Como parte de estos programas, los y las promotoras acompañan a las personas trans a las consultas, las asesoran, las ayudan a programar citas médicas y les brindan información sobre atención de la salud y subsidios.

“Ahora podemos decir que hay mujeres trans de 50 años, 60 años bajo un tratamiento, con acceso a la salud … pero esto podría estar muchísimo mejor”, dice Marcela Romero, presidenta de la ATTTA.

expand image
expand slideshow

Fredytika Murillo Seguin, una mujer trans de 51 años, en el Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis en Buenos Aires.

Estas no son las únicas organizaciones que trabajan para mejorar el acceso a la atención médica para la comunidad. Gracias a la gestión del Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis, Fredytika Murillo Seguin, estudiante de la escuela, consiguió un turno para hacerse prótesis dentales gratuitas en un hospital público. Hasta hace poco, Murillo, una mujer trans de 51 años, nunca había recibido atención dental. “Todavía hay mucha diferencia, mucho prejuicio. Por la condición, hay lugares que por más que te presentes te ponen cualquier pretexto para esquivarte, no atenderte”, señala.

Juan Sotelo, asesor del equipo técnico de la Dirección de Respuesta al VIH, ITS, Hepatitis Virales y Tuberculosis del Ministerio de Salud de la Nación, una de las áreas encargadas de promover la inclusión en los espacios de salud, dice que el ministerio brinda capacitación a los centros interesados. Sin embargo, dice Sotelo, aunque la inclusión es una política nacional, el ministerio no tiene poder rector. Cada provincia decide si sigue o no las recomendaciones.

Casos como los de Murillo y Martínez ahora son numerosos. Ha habido cierto avance, dice Romero, pero se necesita hacer más para que el sistema de salud sea más inclusivo. Mucha gente de la comunidad teme que con una expectativa de vida de 35 a 40 años, no puedan darse el lujo de esperar.

“Los cambios sociales toman tiempo y nosotras, particularmente nosotres y nosotros no tenemos tiempo; no tenemos tiempo para esperar, seguimos con la cabeza llena de muertos”, explica Mireles, del Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis. Una colega de Mireles fue asesinada un día antes de esta entrevista.

Lucila Pellettieri es reportera de Global Press Journal, radicada en Buenos Aires, Argentina.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.