CAGUAS, PUERTO RICO — El sol apenas calienta a las 8:30 a.m., mientras decenas de personas, la mayoría de la tercera edad, se aglomeran tranquilas y en silencio en una fila en las afueras del Centro de Apoyo Mutuo, una iniciativa de distribución de alimentos autogestionada. Carmen Lydia Texidor, con sonrisa tierna y amabilidad, prepara una lista de asistencia y organiza los números que entregarán a las personas para que puedan entrar de manera ordenada en lo que hasta hace poco más de seis años era un edificio abandonado. Cuando el reloj marca las 9 a.m. se abren las puertas del Súper Solidario Coop, una alternativa a los bancos de alimentos tradicionales en Puerto Rico.
Entre sus góndolas y mesas se exponen frutas, tubérculos y vegetales cultivados por agricultores locales. Se huelen las papayas, los guineos y las sandías. Relucen el anaranjado de las calabazas y el morado de las berenjenas, que se mezclan con los huevos frescos de granjas boricuas. También otros alimentos como productos enlatados, arroz, salsas, café, aceite, miel, harina de maíz y carbohidratos. No faltan los condimentos básicos como la sal, el adobo o la canela. Son esenciales en la dieta puertorriqueña.
Este supermercado solidario fue fundado en el año 2020. Desde entonces, funciona bajo dos modalidades. La primera es un programa que permite a personas seleccionadas, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, escoger dignamente alimentos gratuitos en vez de recibir cajas de productos no perecederos, como ocurre en los bancos de alimentos tradicionales, en donde se esfuma la posibilidad de elegir. Y la segunda, ofrece al público en general realizar su compra a precios más bajos y justos en medio de la crisis económica y la inflación creciente que atraviesa Puerto Rico.
La iniciativa nació en el seno del Centro de Apoyo Mutuo de Caguas —o el CAM como se conoce— que comenzó a operar días después del paso del huracán María en el año 2017, en la zona del casco urbano del municipio. En ese momento, un grupo de jóvenes que había acumulado experiencia en Comedores Sociales de Puerto Rico, una organización sin fines de lucro que busca erradicar el hambre desde 2013, distribuía platos de comida caliente para personas de la comunidad.
Con el tiempo, llevaron a cabo diferentes iniciativas para atender la “soberanía alimentaria” de la población, como el reparto de víveres casa por casa o por barrios durante la pandemia del coronavirus. “Eso nos hizo impactar a más de 26,000 personas de abril a septiembre del 2020”, dice Marisel Robles, quien trabaja en el CAM como organizadora desde su fundación.
“Para nosotras es importante hablar de soberanía alimentaria, en vez de hambre o inseguridad alimentaria”, dice por su parte Paola Aponte, también organizadora del CAM, y del supermercado solidario. Destaca la importancia de involucrar a la comunidad en un proceso que trabaje la causa y no las consecuencias del problema en el archipiélago.
Aponte afirma que tienen en cuenta los valores nutricionales “además de introducir algunos alimentos que quizás las personas no conocen, como la quinua, para que aprendan a tener una alimentación más saludable”.
En diciembre de 2022, el CAM —que se rige por un modelo de cooperativa— logró obtener el título de propiedad de un edificio abandonado en el casco urbano de Caguas que habían rescatado para atender las necesidades de la población. Así, pudo fortificar su proyecto social que atiende a unas 300 familias por mes solo desde el supermercado solidario y otras iniciativas alimentarias.
En ese mismo edificio, se destaca la góndola solidaria, uno de los principales atractivos de este supermercado. Las personas pueden seleccionar en ella un máximo de 10 artículos comestibles y dos artículos medicinales para llevar a casa sin costo alguno o brindar un donativo a discreción.
Otra forma que tienen todas las personas de acceder a los artículos, entre los que se encuentran productos de higiene y de salud de venta libre, es ofrecer horas de voluntariado como forma de intercambio.
“Tenía esta idea desde hace mucho tiempo: proveer ayuda en especial a personas de la tercera edad”, dice Diego Díaz, un joven que comenzó la iniciativa de la góndola de salud.
Díaz se encarga de recolectar donaciones de artículos como vendajes, alcohol, agua oxigenada, medicamentos para el dolor o inflamación de las coyunturas, e incluso andadores o bastones, entre muchos otros, y distribuirlos en el espacio del Súper Solidario Coop que funciona el último sábado de cada mes.
El supermercado solidario ofrece además a residentes locales y de otros municipios productos frescos y de almacén que se venden a menor precio que en los alrededores gracias a las donaciones de empresas locales.
Con estos aportes se logra reducir el costo de sus productos en comparación con otros supermercados de la zona, como es el caso de las calabazas que se consiguen por 34 centavos estadounidenses la libra frente a los 79 centavos que cuestan en otros establecimientos. La azúcar negra es, por ejemplo, un 18% más barata. Las habichuelas rosadas y el cilantrillo se ofrecen cerca de un 28% más económicos y la zanahoria, a un 41% menos, según una comparación realizada por Global Press Journal entre el Súper Solidario Coop y un supermercado de cadena ubicado en el área.
El sustento del supermercado solidario proviene también de actividades de recaudación y donaciones de personas, sumado a los ingresos que genera en ventas. Además, solicitan y reciben fondos federales y estatales como proyecto social para sufragar sus gastos administrativos.
El Súper Solidario Coop, que se monta y desmonta por la labor de personas voluntarias, se encuentra en constantes cambios y mejoras al espacio, como la reciente adquisición de neveras para ofrecer artículos y platos tradicionales refrigerados como pasteles boricuas, alcapurrias o las famosas lenturrias: una receta que han trabajado por años y que consiste en unas frituras redondeadas a base de lentejas y granos. Se venden por docena y media docena.
María García y su hija, Nerimari de Jesús García, son beneficiarias del supermercado solidario. Entre sonrisas, mientras pagan sus productos, afirman que les encanta visitar el espacio. “Excelente, aquí todo es excelente”, afirman al unísono sobre la variedad de artículos y el trato que les brindan.
“El beneficio que nosotros recibimos es satisfacer a la gente”, dice Texidor, quien es a la vez voluntaria y beneficiaria del supermercado solidario. Señala la importancia de tener un sistema que les permita a las personas seleccionar productos que realmente les gustan de manera accesible en vez de aceptar pasivamente cajas con productos como ocurre en los bancos de alimentos.
Las personas voluntarias del CAM también crearon otro proyecto para atender el hambre en la comunidad. Consiste en entregas de compras gratuitas, que se distribuyen una vez al mes a familias de Caguas. Son seleccionadas bajo parámetros que calculan la necesidad de alimentos que tiene el grupo familiar de acuerdo a una serie de preguntas como “¿cuándo fue su última comida?”, explica Robles. Estos cuestionarios también los realizan los y las voluntarias.
Para Sebastián Díaz, un agricultor local que suple a la iniciativa con diversos productos, el modelo del supermercado solidario trastoca el entendimiento de consumo tradicional, donde las personas acuden a un lugar solo a realizar una compra. Aquí “construyen una comunidad con sus actividades y el espacio se convierte en un centro de encuentro”, dice Díaz.
Es que el CAM ofrece además charlas sobre salud, alimentación, agricultura o el apoyo mutuo. También brinda almuerzo a un costo de solo 5 dólares y, en ocasiones, gratuito. Estas comidas las preparan y sirven las y los voluntarios los días que opera el supermercado solidario. “Esta diversidad de actividades convierte al espacio del Súper Solidario en mucho más que un mercado tradicional”, dice Díaz.
John Corales, director regional del Departamento de la Familia en la región de Caguas, sostiene que “los niveles de pobreza y hambre en la región no son los más alarmantes de Puerto Rico”. Este departamento administra el Programa de Asistencia Nutricional (PAN), que “asiste a quienes viven bajo el nivel de pobreza en la isla” para que puedan costear una dieta básica.
Mientras que 752,104 familias son beneficiarias del programa en todo el archipiélago, Corales dice que “el PAN está disponible y en uso para unas 27,000 familias e individuos” en Caguas, un municipio que tiene una población de 127,244 personas, según el último censo realizado por Estados Unidos.
Nahiomy Rodríguez Torres explica que su principal motivación para hacer su compra aquí son los precios asequibles. En el supermercado solidario “sé que puedo conseguir productos locales a precios que puedo pagar y no me duele tanto”, dice en referencia a su bolsillo, con el anhelo de que más personas puedan llevar un plato de comida que hayan elegido por sí mismas a su mesa. “Es algo que quisiera que se replicara en todo Puerto Rico”.
Yerimar Rivera Rivera es reportera asistente de Global Press Journal con base en Puerto Rico.