CABO ROJO, PUERTO RICO — Abdiel Vélez mantiene el balance perfectamente mientras su bote mueve con las olas con el mar. Este tipo de escenas están desapareciendo junto con los pescadores artesanales como Vélez, que temen por la pérdida de un oficio transmitido de generación en generación.
A medida que los cambios en el clima aumentan la temperatura de la superficie oceánica alrededor de Puerto Rico, la disminución de las poblaciones de peces amenaza los ingresos de los pescadores. Cambios climáticos, tales como una mayor frecuencia de tormentas, están matando a los peces y obligando a que los pescadores abandonen sus técnicas tradicionales.
“Ya no hay pescadores jóvenes ahora”, dice Vélez. “Ya somos muy pocos”.
Los pescadores locales usan métodos ancestrales, tales como el mallorquín – que consiste en tres paños de redes atadas a una línea de boyas – o la nasa, una trampa de madera o malla de gallinero en forma cuadrada que se sumerge en el agua. Asimismo, la disminución en el número de peces significa que los pescadores deben aventurarse en aguas más profundas o innovar sus técnicas para poder atrapar las especies que prefieren los consumidores.
Los pescadores puertorriqueños atraparon 1.75 millones de libras de pescado en 2017, cerca de una cuarta parte menos que dos años antes, de acuerdo a un informe de 2018, del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico.
A mediados de 2018, se estimaba que la actividad pesquera comercial se encontraba en torno a un 66% de los niveles previos al huracán María, una tormenta devastadora que azotó a Puerto Rico y Domínica en septiembre de 2017. Este huracán, que fue uno de los peores desastres naturales que haya castigado la región, mató directa y indirectamente casi 3,000 personas solo en Puerto Rico. La tormenta destruyó la red de suministro eléctrico, arruinó las redes de comunicaciones y causó más de 40,000 deslizamientos de tierra.
La Oficina Nacional de Administración Oceanográfica y Atmosférica predice que el número de huracanes potentes, las tasas de precipitación y la altura de las marejadas ciclónicas aumentarán – y esto no solo será una amenaza para una forma de vida, sino para el ambiente mismo. Los pescadores han sentido esto directamente después del huracán María, señala Vélez y otros pescadores, porque el fondo del mar “se dio vuelta” y las plantas marinas quedaron cubiertas de arena. Muchas especies de peces desaparecieron.
Los arrecifes de coral, que son el principal lugar de pesca de los pescadores artesanales, son particularmente susceptibles. El aumento de las temperaturas oceánicas afecta a los arrecifes, señala René Esteves Amador, director de extensión marina del Programa Sea Grant College de la Universidad de Puerto Rico, y luego ocurre el blanqueado de los corales. El aumento de temperatura estresa a los corales y hace que eliminen las algas microscópicas denominadas zooxantelas. Esto causa que los corales se blanqueen y los hace más vulnerables.
Las temperaturas de la superficie del mar que rodea a Puerto Rico han aumentado un poco más de un grado Fahrenheit desde el año 2000, de acuerdo a la Oficina Nacional de Administración Oceanográfica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés). Esto es el reflejo de una tendencia global.
Los pescadores, también, están limitados a las aguas que gestiona el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico, que se extienden unas diez millas desde el punto de marea baja. Todo aquello que está más allá de esta zona está bajo el control del gobierno de los Estados Unidos.
Estos límites representan otro problema para los pescadores de la región. Las flotas pesqueras comerciales de los Estados Unidos pescan atún y pez espada en el Atlántico. Esto significa que dichos peces nunca llegan a la costa de Puerto Rico, dice Jannette Ramos García, asesora del Programa Sea Grant College de la Universidad de Puerto Rico, que funciona con fondos federales proporcionados por la NOAA.
“Los permisos para extraer peces (de mar abierto) son otorgados por el gobierno federal… y ninguna de las personas que cuenta con estos permisos es de aquí”, señala Esteves Amador.
Vélez gana hasta $80 al día. No descansa nunca para hacer frente al aumento de costos. Hace unos años, dice él, 25 libras de hilo para redes costaban $265. Ahora cuestan casi $100 más.
Algunos pescadores artesanales han abandonado el oficio y se dedican ahora a la pesca de buceo. Esta cuesta menos y supone un proceso más fácil de adiestramiento, señala Ramos García. Los pescadores artesanales requieren herramientas específicas y generalmente aprenden el oficio cuando son niños. Los pescadores submarinos solo se sumergen en las aguas para buscar ciertos tipos de peces.
Para que la pesca artesanal sobreviva, es necesario que más jóvenes se dediquen a esta actividad, dice Daniel Matos Caraballo, biólogo y director de investigación del Laboratorio de Investigación Pesquera del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales. Actualmente, dice Matos, la edad promedio de los pescadores artesanales es 48 años.
Vélez, que tiene 36, es joven para la profesión. Este, lanza cuidadosamente su mallorquín al agua para evitar dañar tanto sus redes como los arrecifes. Hacer un mallorquín puede demorarse hasta una semana. Vélez utiliza una red de 600 pies de largo, que le puede costar entre $700 y 800 en materiales que se traen desde los EE.UU.
Él repara su propia red, tejiéndola de la misma manera que su padre le enseñó. Este pescador de tercera generación reconoce que la supervivencia del oficio está directamente ligada a la supervivencia del ambiente. Los pescadores deben cuidar los recursos naturales de Puerto Rico, señala Vélez, y dedicarse a preservar las poblaciones de peces.
María Cristina Santos, GPJ, tradujo este artículo al español.