MEXICO CITY, MEXICO — Erika Ivonne Villegas Hernández tenía 16 años cuando empezó a travestirse. Comenzó entonces a ejercer como trabajadora sexual y a tomar hormonas que una amiga le había recomendado para convertir su cuerpo de varón en el de una mujer.
Anhelaba tener pechos grandes y en una farmacia encontró las píldoras con las que esperaba lograrlo.
“Me dijeron que con eso me salían chichis, y era mi sueño”, dice Villegas Hernández, hoy de 48 años.
Pero las píldoras no resultaron tan efectivas como esperaba. Como no tenía dinero para implantes, probó entonces con otro tipo de pastillas, y también con inyecciones de aceite diez años después, en ambos casos sin consultar a un médico. Cuenta que las inyecciones de aceite eran populares entre las trabajadoras sexuales transgénero como método para modificar el cuerpo. Pero hace unos pocos años, le empezaron a ocasionar problemas.
“Con el tiempo, ya empezó a hacérseme bolitas”, dice, y cuenta que el aceite le provocó lo que cree eran abscesos que podían palparse a través de la piel.
En octubre, se hizo extraer mediante cirugía el 90 por ciento del aceite. El 10 por ciento restante no podía ser extraído, según le explicó el cirujano.
Villegas Hernández se considera afortunada, pues sabe de muchas mujeres trans que han sufrido bastante más que ella por inyectarse estos aceites derivados del petróleo.
En México, muchas personas trans se auto-prescriben hormonas y otros tratamientos en un esfuerzo por modificar sus cuerpos. Las hormonas auto-administradas, rellenos y otros químicos destinados a la modificación del cuerpo son las causas más comunes de problemas de salud primarios entre la población transgénero de Latinoamérica, según un informe de 2013 de la Organización Panamericana de la Salud. Estos rellenos pueden causar úlceras, abscesos, infecciones y fallas renales agudas, entre otros trastornos.
Cerca de la mitad de la población transgénero que recurrió a tratamientos médicos para modificar el cuerpo en México lo hizo sin la supervisión de un profesional, según un estudio publicado en julio por la revista científica The Lancet Psychiatry.
Esto puede ser en parte a que hay sólo una institución de salud pública en el país, la Clínica Especializada Condesa, que ofrece terapia de reemplazo hormonal gratuita a la población transgénero.
La clínica comenzó a ofrecer estos tratamientos en 2009, luego de que la Secretaría de Salud de la ciudad determinara que esta cartera debía prestar especial atención a la salud de la población trans, con enfoque en la provisión de hormonas, apoyo psicoterapéutico y asistencia vinculada a VIH/sida y otras enfermedades de transmisión sexual.
Desde entonces, la clínica ha atendido a más de 1.600 personas trans, según Luis Manuel Arellano Delgado, subdirector de integración comunitaria del Centro para la Prevención y Atención Integral del VIH/sida de la Ciudad de México, del que depende la Clínica Especializada Condesa.
No existen datos oficiales sobre la cantidad de personas transgénero en México. Según estimaciones de The Lancet Psychiatry, hay 26.700 personas trans en la capital del país, que tiene 8,9 millones de habitantes.
La mayor parte de los tratamientos médicos para personas trans se concentra en el sector privado, dice la médica sexóloga Mayra Aidee Pérez Ambriz.
Una cirugía de reasignación de sexo como la vaginoplastía puede costar entre 60.000 y 170.000 pesos (entre 3.000 y 8.500 dólares), mientras que una faloplastía—construcción o reconstrucción del pene—puede costar hasta 1 millón de pesos (50.000 dólares), añade.
En el sector público, la atención a la salud de las personas trans se ha centrado en la prevención del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, según explica Rocío Suárez, integrante del Centro de Apoyo a las Identidades Trans, que aboga por la salud y los derechos humanos en general de la población trans. Mientras, otros temas como la salud mental, las adicciones y los tratamientos para modificaciones corporales se han soslayado.
“Se piensa que es una cuestión accesoria y que entonces no hay ninguna obligación del Estado de cubrirla”, dice.
Para las personas trans las modificaciones corporales son importantes, porque a través de ellas intentan confirmar su identidad de género consigo mismas y con la sociedad, señala por su parte Pérez Ambriz.
“Nunca a la persona transexual le hacen sentir que está bien ser así. Por eso es tan importante buscar la modificación de ese cuerpo”, dice.
Villegas Hernández afirma que la vanidad también es parte de la motivación y remarca que las trabajadoras sexuales necesitan verse atractivas para conseguir clientes. Pero generalmente no consideran los riesgos al buscar modificaciones corporales sin la supervisión de un médico.
Yéssica Anahí García Valle, de 37 años, comenzó su terapia de reemplazo hormonal en la clínica hace menos de un año. Cuenta que quería evitar que sus características masculinas se acentuaran en la vejez.
García Valle es consciente de que, por su edad, los cambios físicos que obtendrá de la terapia no serán muy evidentes. Destaca que las generaciones más jóvenes de mujeres trans, sin embargo, ya no aspiran a cumplir con el estereotipo de una mujer atractiva.
“Para nosotras el ser trans es una cuestión más de sentir que de hacer o de verse”, dice.
No obstante, considera que la opción de modificar el cuerpo sí debería ser accesible en los servicios públicos de salud para que las personas trans tengan la posibilidad de elegir libremente.
“Debería existir esta oferta, no solamente para recurrir a una terapia de reemplazo hormonal sino, por qué no, a una reasignación de sexo”, dice. “A mí me encantaría que existiera esa posibilidad, desde mi punto de vista, para poder elegir”.
Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.