Están prohibidos, pero los mototaxis llevan a la gente a donde tiene que ir

Los mototaxis, o motocicletas con un remolque, son una forma popular de transporte en la Ciudad de México, incluso después de que el gobierno haya prohibido su uso hace dos años.

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CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Las calles alrededor de la estación de metro de Nopalera en la capital de México están llenas de tráfico.

Carros, taxis, buses y mototaxis (motocicletas con remolques caseros soldados en la parte trasera que pueden transportar hasta cuatro personas) cruzan las intersecciones.

En la pelea por moverse en estas calles congestionadas, los mototaxis parecen llevar la delantera. Son más pequeños que los carros, más baratos que los taxis y más rápidos que los autobuses.

Y hay muchos de ellos, a pesar de que su circulación en la calle está prohibida.

De hecho, más de 20.000 mototaxis operan en Ciudad de México, según dice José Giberth García Campoy, quien dirige el Frente de Organizaciones de Transporte Colectivo y Alternativo (FOTCA).

El conocido tráfico de Ciudad de México ha hecho de los mototaxis una necesidad. Una reciente encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía estima que se toman más de 273.000 viajes en mototaxi cada día en Ciudad de México y su área metropolitana. Esto representa el 3,7 por ciento de todos los viajes en transporte público.

Los mototaxis son populares entre sus pasajeros y conductores. Los pasajeros dicen que los mototaxis los recogen en zonas de difícil acceso y son útiles para viajes cortos para los que autobuses y el metro no son buenos. Cuestan más o menos lo mismo que un pasaje de autobús, 5 pesos (25 centavos de dólar), pero los pasajeros dicen que son mucho más rápidos y seguros, ya que los robos en lo sautobuses son comunes aquí. Un viaje similar en un taxi costaría más o menos el cuádruple. Por su parte, los conductores dicen que los mototaxis ofrecen una fuente confiable de autoempleo.

En septiembre de 2017, la ciudad aprobó el Reglamento de la Ley de Movilidad que prohibió a los mototaxis. Dos años después, sin embargo, siguen operando sin muchos problemas.

Así es como lo hacen:

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Jesús Barrera Romero, de 49 años, comienza su turno alrededor de las 5:30 am. Conduce 19 kilómetros (11 millas) de su casa a una atiborrada estación del metro en la parte sur de la ciudad. Barrera Romero guarda el remolque, que ancla a la motocicleta para transportar pasajeros, en la casa de sus suegros no muy lejos de aquí. Limpia el remolque, lo engancha a su motocicleta, revisa las luces y sale a conseguir su primer cliente del día.

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Mototaxistas recogen pasajeros en la estación Nopalera del metro. Conducen con la cooperativa Atlixco Volcanes, que es uno de los 600 miembros del colectivo FOTCA.

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Barrera Romero ha sido conductor de mototaxi durante los últimos seis años, tras haber sido despedido de su trabajo como soldador. A pesar de la prohibición de los mototaxis, dice que el negocio es estable. En un día puede hacer unos 500 pesos (25 dólares) manejando entre 12 y 13 horas.

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Los vendedores de la calle San Pablo en el centro de la Ciudad de México son famosos por vender bicicletas y accesorios de bicicletas, incluidos los remolques que los mototaxistas enganchan a sus motos. Juan Merino, gerente de la tienda Bike Depot, dice que ha vendido remolques por más de 20 años. Los modelos cuestan entre 2990 y 6000 pesos (152 a 304 dólares). Los más costosos tienen rines tipo motocicleta. Merino dice que las ventas han aumentado en los últimos dos años, a pesar de la prohibición de los mototaxis.

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Jorge Eligio (a la izquierda) y Martín Eligio de la cooperativa Atlixco Volcanes arman y recubren con plástico remolques para los mototaxistas de la organización. Algunos mototaxistas prefieren comprar y forrar sus propios remolques. A los que no, les cobran 4500 pesos (228 dólares) por un remolque forrado, o 250 pesos (13 dólares) por aplicar la cobertura de plástico.

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Los conductores de mototaxis deben recoger y dejar pasajeros en partes de la ciudad que no cuentan con otros medios de transporte público, incluyendo áreas con lomas empinadas y caminos sin pavimentar.

Pablo Medina Uribe, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.