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Mujeres locales adoptan fogones cerrados con la esperanza de limpiar el aire en el sur de México

La exposición a largo plazo a las partículas emitidas durante la combustión de la leña puede causar problemas respiratorios, oftalmológicos e incluso muerte prematura. En el área rural de los Altos de Chiapas, una organización ha colaborado en el reemplazo de miles de fogones abiertos tradicionales por fogones cerrados que concentran el calor, direccionan el humo y permiten ahorrar dinero.

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Local Women Adopt Closed Hearth Stoves in Hopes of Clearing Air in Southern Mexico

Adriana Alcázar González, GPJ Mexico

Muchas mujeres aquí en los Altos de Chiapas, en el estado más meridional de México, cocinan sobre fogones abiertos en sus hogares, una costumbre que según los médicos causa problemas respiratorios y otros trastornos debido al contacto diario con el humo emanado de la leña ardiente.

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REGIÓN V ALTOS TSOTSIL TSELTAL, CHIAPAS, MÉXICO — El humo negro inunda todos los rincones de la pequeña e improvisada cocina. La silueta de María Santis López apenas es visible entre la densa nube de humo que emana del fogón, en el que cuece los alimentos para su familia.

Santis López, de 50 años, cuenta que respira grandes cantidades de humo todos los días al cocinar sobre un fogón abierto, que consiste en piedras y leños sobrepuestos donde se apoyan las ollas. Mientras habla, el humo se esparce por toda la casa.

“Mi mamá me enseñó cómo colocar las piedras y la leña para que se haga buen fuego. A ella le enseñó mi abuela. Así todas las mujeres hemos cocinado siempre”, dice.

Santis López recuerda que, aun siendo niña, salía con su madre y su abuela a recolectar leña en los bosques cercanos. Ellas le enseñaron a escoger la mejor leña para cocinar. En sus recuerdos más antiguos se ve a sí misma correteando alrededor del fogón de su madre.

El uso de fogones abiertos es muy común aquí en los Altos de Chiapas, estado de Chiapas. La leña y el carbón son los principales combustibles para cocinar para aproximadamente el 70 por ciento de las familias, según datos gubernamentales de 2010. En todo el estado, cerca de la mitad de las familias usa esos combustibles.

“A veces nos da mucha tos, o a veces nos lloran mucho los ojos, o nos quema la piel”, dice Santis López.

Los problemas respiratorios y oftalmológicos son comunes entre las mujeres de esta zona que usan fogones abiertos, según señalan las mimas mujeres y los médicos. Esos fogones son como fogatas, donde la leña está a la vista y donde no hay chimeneas para direccionar el humo.

Una organización local coincide con esto y continúa los esfuerzos de larga data para ayudar a las mujeres a adoptar fogones cerrados, en los cuales la leña se introduce en una especie de hornillo. Los fogones cerrados concentran el calor y permiten direccionar el humo a través de una chimenea.

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Adriana Alcázar González, GPJ Mexico

Xunka Hérnandez está sentada cerca del fogón cerrado familiar, construido por su madre, Magdalena Gómez, con el apoyo del Foro para el Desarrollo Sustentable, una organización que ayudó en la construcción de fogones cerrados para familias que solían cocinar a fuego abierto en sus hogares.

La organización Foro para el Desarrollo Sustentable comenzó un programa en 2001 para ayudar a las mujeres a construir estos fogones cerrados en sus hogares, según explica su director ejecutivo, Ramón Martínez Coria.

Ese año, en el marco de este programa, se construyeron 15 fogones en los municipios de Zinacantán y Pantelhó.

Pero aún hay mucho trabajo por hacer. Actualmente, el programa funciona en los municipios de Tenejapa y Huixtán, y hay planes de construir otros 200 fogones para el año 2017, según señala Martínez Coria. Si se cumple ese objetivo, el programa habrá asistido en la construcción de más de 3.000 fogones desde que fue lanzado.

Martínez Coria explica que muchas veces la organización gestiona el costo de los materiales necesarios para la construcción de los fogones, mientras que las familias aportan la mano de obra. Cuando no hay fondos para cubrir los costos, las familias ahorran dinero y van comprando las piezas poco a poco. Un fogón cuesta aproximadamente 1.550 pesos mexicanos (84 dólares).

Construir fogones cerrados es un gran reto cultural para las familias y algunas de ellas no están dispuestas a aceptarlo al comienzo, según cuenta Nolberto Gutiérrez, miembro de Foro para el Desarrollo Sustentable. Pero -añade- se convencen cuando ven los resultados positivos en las mujeres que reducen su exposición al humo.

Magdalena Gómez es miembro de Mujeres Sembrando la Vida, una cooperativa de artesanas asociada con el Foro para el Desarrollo Sustentable para ayudar a las mujeres a construir fogones cerrados. Ella construyó uno de estos fogones en su casa de Zinacantán, en 2003, con fondos provistos por el Foro para el Desarrollo Sustentable. Tras más de una década usando el fogón cerrado, asegura que su vida cambió.

“Mira, ahora mi cara está limpia, no tiene hollín, mi ropa está limpia, mi cocina, mis trastes, todo está limpio”, dice. “Hasta mis pulmones están limpios”.

Gómez cuenta que al principio hubo resistencia a los fogones cerrados porque era algo diferente, pero señala que ahora todas las mujeres de la cooperativa los tienen.

Pero muchas mujeres, como Santis López, siguen usando fogones abiertos a pesar de los riesgos para la salud que perciben y que los especialistas en salud señalan como materia de preocupación.

La exposición a largo plazo a las partículas emitidas durante la combustión de leña puede causar problemas respiratorios, tales como la reducción de las funciones pulmonares, bronquitis crónicas y muerte prematura, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.

Más de 4 millones de personas mueren prematuramente por enfermedades causadas por la polución del aire en el hogar generada por la cocción con combustibles sólidos, según la Organización Mundial de la Salud. Un análisis publicado en 2004 por esta organización concluye que las mujeres mayores de 30 años que estuvieron expuestas al humo de combustibles sólidos son en promedio tres veces más propensas a desarrollar enfermedades pulmonares obstructivas crónicas que las mujeres que no sufrieron esta exposición.

El uso de leña como combustible en los Altos de Chiapas tiene un trasfondo histórico y cultural. En décadas pasadas, mujeres y niños, en su mayoría de familias indígenas, recolectaban leña de zonas boscosas comunales para cocinar, según explica la bióloga Araceli Calderón,  que estudió los usos de leña en esta región.

Aproximadamente el 70 por ciento de la población local es indígena, según un censo gubernamental de 2010.

La exposición constante de las mujeres de la zona al humo de leña desde edades tempranas es una de las principales causas de problemas respiratorios y oftalmológicos, según indica la médica Yadira Pérez, encargada del centro de salud gubernamental Unidad Médica Rural, en Zinacantán.

“La mayoría siempre está enferma de tos, de gripa, de asma, de conjuntivitis, de enrojecimiento de los ojos, de la piel”, dice.

Las mujeres a las que no les convence el argumento de la salud, podrían quizás considerar el cambio a los fogones cerrados por motivos económicos.

Micaela Vázquez, de 56 años, cuenta que le llevó casi dos meses acostumbrarse al fogón cerrado porque metía mucha leña y el fogón se ahogaba. Pero después se dio cuenta de que necesitaba menos de la mitad de leña que con el fogón abierto.

“(Y) desde que ya no respiro todo el humo que salía de la leña, ya no me enfermo tanto”, dice.

Generalmente las familias tienen que comprar la leña, lo que ocasiona un costo financiero que se suma a los riesgos para la salud. Santis López y Gómez señalan que el acceso a la leña de los bosques se ha vuelto más limitado debido a la explotación forestal. Gran parte de la leña que queda no es buena para cocinar y puede producir aún más humo de lo usual.

La leña que se compra a los vendedores locales y ambulantes cuesta 500 pesos (27 dólares) la tarea, una unidad de medida comúnmente usada en los pueblos indígenas de la zona y que equivale a un metro cúbico o a entre 40 y 50 kilogramos de madera.

Dado que los fogones constan de una estructura cerrada con un disco de metal y una chimenea, la madera se consume mejor y se intensifica el calor, según explica Gómez. Desde que adoptó el fogón cerrado, ahorra mucho dinero porque consume sólo media tarea de leña al mes.

“Al principio parecen difíciles de hacer y más difíciles de usar. Pero cuando una aprende, ya todo es más fácil”, dice Gómez. “Yo aprendí”.

 

Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.