SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, MÉXICO — Antes de la pandemia del coronavirus, Antonio Hernández López vendía su línea de medicinas herbolarias Poxantun en los mercados y a consignación en las tiendas alrededor de San Cristóbal de Las Casas, una atractiva localidad turística en el estado de Chiapas, en el sur de México.
Sin embargo, la pandemia ha constituido un golpe hasta para el negocio de Hernández López — cuyos productos incorporan remedios mayas ancestrales y plantas nativas como la sábila, manzanilla y ruda para tratar malestares como tos, fiebre y gripa. “Todo se paralizó en la ciudad. Muchas tiendas tuvieron que cerrar. Se perdieron empleos. No había venta; todo estaba parado”, dice.
Pero conforme se han ido relajando las medidas de confinamiento, Hernández López y decenas de personas emprendedoras locales han tenido éxito con un nuevo modelo de negocios que está ganando popularidad en México: las tiendas colectivas.
En las tiendas a consignación, un solo dueño o dueña decide quién puede vender productos y el precio al que se venderán. En contraste, las personas integrantes de las tiendas colectivas comparten la responsabilidad de manejar la tienda y juntas deciden quién puede unírseles y las condiciones de esa participación.
En los últimos dos años han abierto sus puertas un puñado de tiendas colectivas, como Productos Ecológicos La Revo, Túmin Tienda y Ecosana, de la que forma parte Hernández López. Estos espacios se han convertido en una opción atractiva para la gente productora y emprendedora local que de otro modo habrían salido del mercado por el elevado costo de las rentas en San Cristóbal de Las Casas, donde el turismo ha elevado el costo de la vida y las actividades comerciales.
“Estas tiendas se basan en la solidaridad que se genera cuando un agricultor vende sus verduras a un precio justo, o una familia compra miel y conoce a la persona que la produce”, dice Jorge López Arévalo, profesor de economía y desarrollo local de la Universidad Autónoma de Chiapas. “Se crea confianza y se reconoce la mano de obra que hay en esos productos locales”.
Durante años, la única tienda colectiva en San Cristóbal de Las Casas fue Pangea Colectiva, que se abrió en el centro en 2014. Aun cuando esta tienda cerró en julio de 2020, a fines del año pasado volvió a abrir. Hoy, sus anaqueles y vitrinas vuelven a exhibir filas coloridas de tinturas herbolarias, miel, muñecas tejidas a gancho y rompecabezas de madera.
“Todos los productos que se venden en Pangea son elaborados por productores y emprendedores mexicanos”, dice Martha Guadalupe Sol Hernández, integrante del colectivo, mientras acomoda bolsas de café orgánico Kinkavel, producido por mujeres de Chiapas.
Pangea Colectiva representa a 10 pequeñas empresas o marcas, que comparten el espacio físico de ventas, así como los gastos administrativos y de logística que ello acarrea, dice Sol.
Si bien algunas personas que integran la tienda colectiva venden sus productos en línea, la tienda física les ayuda a atraer a clientes locales que a menudo prefieren comprar en persona.
Productos Ecológicos La Revo, una tienda colectiva que abrió en un área residencial de la ciudad en marzo de 2020, tiene como propósito vender productos locales a precios justos.
“Nosotros queremos ser un puente entre los productores de hongos setas, de miel, de café, de hortalizas y frutas naturales y orgánicas con la población de los barrios de San Cristóbal”, dice el integrante Julio César Díaz Gómez.
La Revo se compone de 20 pequeñas empresas familiares. Cada una decide el precio de sus productos.
“Muchas veces, los productores dejan el porcentaje que ayude a mantener la tienda en especie, en producto; por ejemplo: un frasco de champú, un kilo de tomate, un kilo de aguacate”, dice Díaz Gómez. En otras tiendas colectivas, las personas integrantes pagan una cuota mensual.
San Cristóbal de Las Casas, una ciudad con fuerte dependencia en el turismo, experimentó un enorme desajuste durante el primer año de la pandemia. En abril de 2020, el período vacacional de Semana Santa, los hoteles reportaron una tasa de cancelación del 90%.
En las tiendas colectivas, el sistema de reciprocidad, solidaridad y ayuda mutua puede ayudar a estimular la economía local cuando las economías de mayor tamaño se estancan, explica López Arévalo, el profesor de economía.
Bertha Luisa Escobar Bernal vende sus botanas, dulces y sazonadores naturales Merme+, en Ecosana. Para preparar sus mermeladas sin azúcar ni conservadores, ella compra la fruta con la comunidad local de productores y manda imprimir sus etiquetas en imprentas locales.
Contar con un espacio fijo para vender sus productos le permite concentrarse en la producción. Asimismo, los consejos de quienes participan con ella en la tienda colectiva le han ayudado a mejorar su negocio.
“Nos apoyamos unos con otros”, dice. “No somos una simple suma de personas que comparten renta, o agua, o luz, sino que nos convertimos en una familia que busca crecer junta”.
La clientela reconoce que no está comprando un simple frasco de champú o cualquier kilogramo de café, sino que están apoyando al resto de su comunidad a ganar un ingreso y a mantener a sus familias.
María Luisa Martínez compra frecuentemente, tanto en Ecosana como Pangea Colectiva, porque encuentra productos en los que puede confiar a precios justos.
“Comprar en estas tiendas me permite conocer quién hace la mermelada que consumo, quién produce el café que tomo, quién siembra el tomate que lleva mi ensalada”, dice.
Adriana Alcazár González es una reportera de Global Press Journal con sede en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Martha Macías, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.