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La “adopción” de flora mexicana en riesgo de extinción provee cuidado para plantas en peligro

Un jardín botánico les está encontrando hogares con “padres adoptivos” a algunas de sus plantas con un innovador programa que busca cultivar una relación más cercana entre la flora en riesgo de México y el público en general.

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‘Adoption’ of Threatened Mexican Flora Provides Caring for At-Risk Plants

Mayela Sánchez, GPJ Mexico

Una planta espera ser adoptada en el Centro de Adopción de Plantas Mexicanas en Peligro de Extinción, un centro en el Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México en Ciudad de México. El centro mantiene especímenes de plantas en riesgo en exposición para que los visitantes del Jardín Botánico puedan verlas y, si así lo desean, adoptarlas.

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CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Los rayos de sol se cuelan entre las puertas de cristal, iluminando suculentas carnosas y pequeños cactus con flores entre sus espinas.

Los especímenes son plantas mexicanas en peligro de extinción que esperan ser adoptadas en un innovador programa del Centro de Adopción de Plantas Mexicanas en Peligro de Extinción.

El centro es parte de un proyecto conjunto del jardín botánico y una asociación llamada Amigos del Jardín Botánico. Ambas organizaciones pertenecen al Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la universidad más grande del país.

El Centro de Adopción fue creado a finales de 2013 para encarar la amenaza de la extinción de plantas mexicanas y para hacerlo de una manera que involucrara al público general, no solo a la comunidad científica y a la académica, dice Linda Balcázar, fundadora y coordinadora del Centro de Adopción.

Dado que estas plantas enfrentan diferentes riesgos de extinción, es crucial que la gente que se involucre realmente se comprometa a cuidarlas, dice Balcázar.

Es por esto que surgió la idea de ofrecer las plantas en adopción, en lugar de donarlas o de venderlas, dice.

“La elección de adoptar implica una responsabilidad y no satisfacer un capricho”, dice Balcázar. “Cuando adoptas, sabes el compromiso que hay detrás de la planta”.

La elección de adoptar implica una responsabilidad y no satisfacer un capricho. Cuando adoptas, sabes el compromiso que hay detrás de la planta.

Balcázar dice que el proyecto es el primero y único de su tipo en el país.

México, con entre 18.000 y 30.000 especies de plantas, es considerado como uno de los países de mayor diversidad de flora en el mundo según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.

Entre esas miles de especies, 987 están en algún riesgo de extinción, según la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010, una norma que identifica especies o poblaciones de flora y fauna silvestres en riesgo en el país.

La norma clasifica especies entre cuatro niveles de riesgo: sujeta a protección especial, amenazada, en peligro de extinción y probablemente extinta en el medio silvestre.

Más de 300 especies del jardín botánico de la UNAM están catalogadas en alguno de los niveles de riesgo.

Pero no todas estas especies se dan en adopción. Sólo las especies de fácil cuidado pueden ser adoptadas, por lo que la mayoría son cactus, suculentas y plantas de la familia del agave, dice Balcázar.

“Para la gente que vive una vida agitada en la Ciudad de México, que si hoy se le olvida regar su planta, [ésta] no se va a morir. Que si se va de viaje una semana, su planta va a estar bien”.

Alrededor de 18.000 especímenes de plantas en riesgo han sido adoptadas, según Balcázar. Hay más de 15.000 “padres adoptivos”.

El hecho de que las plantas dadas en adopción estén en riesgo no quiere decir que sean los únicos especímenes de su especie. El Centro de Adopción mantiene invernaderos dentro del Jardín Botánico donde las plantas de especies en riesgo se pueden reproducir. Cuando ya han crecido lo suficiente, éstas se exhiben para ser adoptadas en una tienda dentro del Jardín Botánico.

Balcázar explica que, aunque las plantas no están a la venta, se les pide a los adoptantes pagar una cuota para cubrir costos.

Estas cuotas normalmente oscilan entre 60 y 150 pesos (2,70 a 6,80 dólares), aunque algunas son más altas. El dinero es usado para mantener las plantas existentes y seguir reproduciéndolas, dice Balcázar.

El Centro de Adopción también da talleres y asesorías en línea para los “padres adoptivos” y tiene una clínica para las plantas, dice la coordinadora. Hasta ahora no han podido dar seguimiento a  todas las plantas que han sido adoptadas para averiguar su estado actual, pero sí realizan monitoreos aleatorios, dice.

“Sabemos que un porcentaje de las plantas se va a morir, como todo ser vivo. Que algunos padres no van a ser aptos para cuidarlos, también”, dice. “Pero también tenemos fe en que hay una gran parte de la población, como lo hemos ido viendo hasta ahora, que ha respondido muy bien”.

Global Press Journal entrevistó a personas que han adoptado plantas del Centro de Adopción.

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Mayela Sánchez, GPJ Mexico

Patricio Ruiz, 30 ha adoptado unos cien plantas en situación de riesgo.

El padre adoptivo de 100 plantas
La pequeña terraza del apartamento de Patricio Ruiz está llena de plantas, casi todas del Centro de Adopción de Plantas Mexicanas en Peligro de Extinción.

Él dice que no sabe el número exacto de plantas que ha adoptado, pero estima que han sido alrededor de 100.

Ruiz, de 30 años, dice que es un visitante frecuente del Jardín Botánico y que visitó el Centro de Adopción por primera vez a principios de 2014. Fue por ese entonces que adoptó por primera vez: una echeveria halbingeri, una planta suculenta en forma de roseta.

Desde entonces, Ruiz ha seguido adoptando plantas.

“Cada una de las que me he encontrado, cada una de las que han ido sacando te muestra algo distinto y siempre que vengo hay unas que me llaman [la atención]”, dice.

Ruiz es un arquitecto que se especializa en tejados verdes. Dice que sus estudios académicos y sus visitas constantes al Jardín Botánico, algunas veces tan solo para meditar,  dispararon su interés y su conocimiento de las plantas.

Ruiz dice que sus plantas no necesitan de mucho cuidad, lo que le permite irse de vacaciones sin tener que preocuparse por ellas. Su novia también le ayuda a cuidarlas, dice.

“Trato de ponerles atención un poco, ver cuáles están en floración, cuáles se están deformando y necesitan un poco más de sol, pero es una cosa que no necesita de mucho”, dice.

Lo que toma más tiempo es regarlas, dice. Dependiendo de la época del año, Ruiz riega sus plantas cada 20 ó 30 días, dice. Es una actividad que le toma al menos una hora y media, pues revisa cada planta, una por una, y les limpia el polvo acumulado.

A pesar de su cuidado, unas ocho plantas que ha adoptado han muerto, dice. Pero él cree que esta es una proporción baja comparada a las plantas que han sobrevivido.

Ruiz dice que el proyecto del Centro de Adopción es una buena idea para fomentar un uso responsable de las plantas, aunque su alcance sea limitado.

“Me parece una gran manera de encaminar a la gente a responsabilizarse por su hábitat. No sé si lo logren, porque sembrar conciencia es difícil, pero con que lo hagan con uno de cada cien, uno de cada mil, están haciendo algo que sin ellos no sucedería”, dice.

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Mayela Sánchez, GPJ Mexico

Mariana Díaz, de 40 años, mantiene su colección de cactus en el techo de su casa.

La amante de los cactus
Mariana Díaz, de 40 años, dice que nunca le ha gustado contar cuántas plantas tiene, pero calcula que son aproximadamente 300. Ocho de ellas son especímenes del Centro de Adopción.

Díaz dice que comenzó su colección de plantas en 2003. La mayoría son cactus, una especie que, según dice mientras muestra los pequeños rasguños que le han dejado las plantas en sus manos, le ha gustado desde niña. Díaz tiene un par de cactus tatuados en sus antebrazos.

“Mi abuelita siempre tuvo plantas y siempre nos enseñó a cuidar las plantas, a que debemos amar a la naturaleza”, dice.

Díaz dice que se interesó en adoptar estas plantas porque son especímenes de buena calidad que no se pueden encontrar en otra parte.

“Lo que me gustó del Centro [es] que te dan una planta de calidad. Al menos por el tiempo que las he tenido no se me han enfermado”, dice.

Como amante de las plantas, Díaz ha aprendido que cuidarlas requiere tiempo, energía y dinero.

Es por esto que reconoce el trabajo del Centro de Adopción y dice que a veces la gente no se da cuenta de lo difícil que es mantener una planta en buenas condiciones. Sin embargo, ella cree que esto no se debería llamar “adopción”, pues el Centro recibe dinero a cambio de dar las plantas, dice.

Tampoco está de acuerdo con que las plantas sean entregadas a cualquiera, pues hay personas que no van a cuidarlas bien.

“La importancia de esto es que tú las trates de conservar, precisamente porque están en peligro de extinción”, dice. “Siento que de momento se malinterpreta esto, o no lo valora la gente”.

Díaz dice que en el futuro le gustaría reproducir sus plantas, incluyendo los especímenes del Centro de Adopción. Ella cree que esta es una manera en la que podría ayudar a asegurar que las plantas sigan existiendo.

“Para que la gente en un futuro vea que sí vale la pena el compromiso con las cactáceas, y seguir teniendo, teniendo y que no se acaben”, dice.

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Mayela Sánchez, GPJ Mexico

Aldo Espinoza Arévalo, de 30 años, el padre adoptivo de una planta en riesgo, comparte su interés en el cuidado de las plantas con su hija.

El principiante
Aldo Espinoza Arévalo, de 30 años, es el padre de una niña de un año y, desde abril del año pasado, también es el “padre adoptivo” de una planta en peligro de extinción. Es un cactus verde intenso del género mammillaria con espinas en forma de estrella que coronan sus tubérculos cilíndricos.

Dice que la escogió porque se veía diferente a las demás plantas.

“A mí me gustan las plantas que no sean tan comunes”, dice.

Aunque es la primera planta en riesgo que ha adoptado, Espinoza Arévalo dice que cuidar plantas no es nuevo para él. En su casa tiene varias plantas más, casi todas cactus. Son sus favoritos y también los de su esposa, dice.

Espinoza Arévalo dice que su motivación para adoptar una planta en riesgo fue pensar que quizás su espécimen se reproduciría y generaría más plantas, o que podría contribuir en la lucha contra la extinción de la especie.

“Es la responsabilidad, ese poder decir: ‘Mira, ya tengo mi planta y la voy a cuidar y la quiero ver grande, para que alguna vez deje de estar en peligro de extinción o pueda servir al mismo Centro de Adopción para que la puedan reproducir nuevamente’”, dice.

De todas maneras, él no cree que darle plantas en riesgo a cualquier persona es la mejor forma de fomentar un compromiso con la conservación.

“Yo en particular no le daría una planta que tiene peligro de morir a una persona que no conozco”, dice.

Espinoza Arévalo cree que debería haber un filtro para adoptantes, o un monitoreo constante de las plantas dadas en adopción.

En los meses que ha pasado con su planta adoptada no ha recibido ninguna llamada del Centro de Adopción para averiguar cómo está su planta, dice.

Pero eso no merma su compromiso.

“Trato de tenerla bien porque sé que si llegase a pasarle algo tal vez los del Centro de Adopción nos lleguen a contactar, ¿y qué les voy a decir?”, dice.

 

Pablo Medina Uribe, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.