Guatemala

Compañía de teatro en Guatemala usa arte escénico como plataforma para abordar cuestiones de género

A través del teatro y la música, un grupo de mujeres aborda los temas más personales y controvertidos en su comunidad, incluyendo la violencia de género.

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For Female Theater Troupe in Guatemala, Drama Is Platform for Gender Issues

Norma Baján Balán, GPJ Guatemala

Clara Alicia Sen Sipac, de 37 años, es la fundadora de Ajchowen, un grupo que usa el teatro para concientizar sobre cuestiones indígenas y de género en Guatemala.

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SOLOLÁ, GUATEMALA – Cinco mujeres están sentadas en el piso sobre petates, cada cual con un instrumento musical. Empiezan a tocar una melodía.

Es momento de que Clara Alicia Sen Sipac tome el mando. Esta mujer, de 37 años, cierra los ojos, respira profundo y hace que el aire pase silbando a través de su flauta.

Los instrumentos que acompañan a las mujeres son flauta, chinchines, tambor y el tun, un instrumento de percusión mesoamericano. Las mujeres dicen que esos sonidos están inspirados en el canto de una abuela, el viento, la risa de los niños y el golpeteo de una madre preparando tortillas.

Alguien canta en kaqchikel, idioma indígena común en esta región, “Na nataj chin mata mestaj”, que en español se traduce como “Recordar para olvidar”.

Estas cinco mujeres conforman Ajchowen, un grupo que utiliza el teatro como herramienta para concientizar sobre cuestiones indígenas y de género en Guatemala, según explica su fundadora, Sen Sipac.

El grupo se formó en 2012, dos años después de la muerte del esposo de Sen Sipac, Lisandro Guarcax. Sen Sipac dice que fue asesinado, pero no tiene más detalles al respecto. Guarcax fue el líder y fundador del grupo artístico Sotzil, en donde ella se inspiró para crear su propio grupo artístico, según relata esta mujer, madre de dos niños.

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Norma Baján Balán, GPJ Guatemala

Miembros de Ajchowen y la fundadora del grupo, Clara Alicia Sen Sipac (segunda desde la izquierda), ensayan para una función.

“Yo me quedé con muchas cosas por dentro, muchas heridas, muchos sentimientos”, dice. “Y hacer teatro para mí es como un desahogo de poder decir lo que pienso, lo que siento”.

Ajchowen, la palabra en kaqchikel para “artista”, pone en escena obras escritas grupalmente, que conjugan música y teatro para generar debates sobre temas controvertidos y personales, tanto para la mujer indígena como para la comunidad en general, según explica Sen Sipac.

La fundadora cuenta que la primera obra de Ajchowen, Ixkik, fue estrenada en un centro cultural en 2012. La obra, que gira en torno a la vida de una mujer, aborda temas tales como la violencia de género y el feminicidio.

El objetivo es motivar a las mujeres de la comunidad a que reafirmen sus derechos, según señala Sen Sipac.

Denilson Yaxón, estudiante de 15 años, vio la obra en su escuela, el Instituto Abraham Lincoln, en Sololá.

“Me dejó un mensaje sobre el bien y el mal, lo que nosotros callamos y afrontamos cada día”, dice. “Tenemos otras problemáticas alrededor, como los vicios, drogas, maras, y nadie dice nada al respecto. Y el arte escénico es una manera para poder hablarlo”.

Para ella fue una sorpresa ver a mujeres actuando. Dice que es algo que nunca había visto antes.

Quiero ser ejemplo para otras mujeres.

En esta región del suroeste de Guatemala, en el marco de la cultura tradicional indígena, se espera que la mujer esté únicamente en la casa, según explica Sen Sipac. Ella y sus colegas quieren desafiar esta tradición e inspirar a otras mujeres.

El trabajo es difícil, según dice Sen Sipac. En el municipio de Sololá, Guatemala, donde viven, se le suele decir a las mujeres que no deben salir de casa a la noche. Pero Ajchowen –añade- generalmente ensaya de noche. Es un desafío atraer a nuevas participantes.

“La disciplina es bastante fuerte y eso dificulta la participación de las mujeres”, dice Sen Sipac.

Esta artista siente que su comunidad no entiende lo que hace el grupo. En este sentido, explica que no es común que las mujeres participen en artes escénicas, con lo cual la gente no lo valora.

Por ejemplo -añade-, la religión juega un papel fundamental en Sololá y a la gente religiosa le cuesta entender el trabajo de Ajchowen.

Sen Sipac dice que hay gente que le ha dicho a ella o a otros miembros del grupo que están haciendo cosas “del mundo”, en una forma de referirse al pecado.

“Nos dicen que lo que estamos haciendo no está acorde a lo que deberíamos hacer nosotras como mujeres”, dice. “Piensan que lo que hacemos es del mal, del demonio”.

Me dejó un mensaje sobre el bien y el mal, lo que nosotros callamos y afrontamos cada día. Tenemos otras problemáticas alrededor como los vicios, drogas, maras, y nadie dice nada al respecto. Y el arte escénico es una manera para poder hablarlo.

Estela Pablo, una mujer de 63 años que vive en el municipio de Sololá, dice que escuchó hablar de Ajchowen, pero que nunca vio una obra del grupo. Reconoce que lo que hacen sus participantes es único, especialmente por el hecho de ser mujeres.

Pero considera que las integrantes de Ajchowen deberían avergonzarse de lo que hacen. Dice que la comunidad no valora a la mujer en el arte y que, de cualquier modo, muchos maridos no les permiten a sus mujeres participar en actividades como éstas.

“A mí me daría (vergüenza) participar”, dice Pablo. “De plano, a ellas no les da vergüenza”.

Mucha gente en la comunidad no cree que las mujeres deban expresarse libremente, según dice Sen Sipac y añade que siente la responsabilidad de cambiar esa forma de pensar.

El trabajo de Ajchowen tiene un impacto inmediato y poderoso, según señala la socióloga Magdalena Morales, quien asistió a una puesta en escena de Ixkik en Ciudad de Guatemala, capital del país. La labor artística del grupo hace visible a la mujer y neutraliza la noción de que las mujeres mayas están predestinadas a ser madres y esposas, o, si trabajan, deben dedicarse a hacer tortillas o a lavar ropa.

Morales se dedica a investigar la cultura de las artes escénicas en la Universidad Rafael Landívar, en Ciudad de Guatemala.

“Siendo mujeres indígenas en escena, muestran mujeres guerreras, luchadoras, fuertes. Todo lo contrario a como las pintan como mujeres sumisas, cuestionando así el estereotipo y prejuicio que se tiene de las mujeres mayas”, dice Morales.

Ajchowen sería el único grupo de su tipo en Sololá, según Morales. En sus investigaciones no ha encontrado ningún otro como éste.

Graciela Maribel Coz Cuy es miembro de Ajchowen desde hace tan sólo algunos meses. Esta joven de 19 años cuenta que le gusta participar, porque las obras son en kaqchikel y las actrices usan trajes indígenas. Es una forma de preservar la cultura tradicional, según dice.

Al mismo tiempo, en su opinión, Ajchowen les da a las mujeres la oportunidad de hacer algo distinto.

“Quiero ser ejemplo para otras mujeres”, dice.

 

Brenda Leticia Saloj Chiyal, GPJ, contribuyó en el reporteo. Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.