PANAJACHEL, GUATEMALA – Arturo Yach Noj ha sido lanchero en el Lago Atitlán por 45 años, según cuenta. En décadas pasadas, tomaba agua directamente de este lago, ubicado en el municipio de Panajachel, suroeste de Guatemala.
“Pero ahora todo ha cambiado”, dice. “Nuestro lago está contaminado”.
Yach Noj cuenta que comenzó a escuchar hablar sobre la contaminación hace unos siete años. Pero dice que tiene que seguir trabajando, a pesar de que tiene erupciones en la piel.
Agrega que nunca consultó a un médico por estas reacciones de la piel.
Los expertos confirmaron la presencia de cianobacteria en el Lago Atitlán en 2009. Las cepas tóxicas de la bacteria pueden afectar hígado, riñones, sistema nervioso central y dermis de humanos y animales. La bacteria ha sido vinculada también con enfermedades cerebrales degenerativas.
Siete años más tarde, el lago sigue estando contaminado, según afirma Margaret Dix, investigadora en el campus Altiplano de la Universidad del Valle de Guatemala. Dix coordina y dirige el monitoreo y los análisis de laboratorio en el Centro de Estudios Atitlán de la universidad, donde los expertos investigan el lago y las formas de preservarlo.
El más reciente florecimiento de la cianobacteria, entendido como una rápida multiplicación de algas, fue reportado en agosto de 2015 por la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán y su Entorno (AMSCLAE), según Dix.
El informe se basó en muestras analizadas por la universidad a la que pertenece Dix y AMSCLAE, la institución gubernamental que monitorea el lago e implementa las medidas de conservación.
El florecimiento de agosto fue el más fuerte desde 2009, según un boletín de prensa de AMSCLAE.
La cianobacteria aparece naturalmente, y no todas las variedades son tóxicas. En el Lago Atitlán la bacteria contiene fósforo.
La presencia de fósforo prueba que el lago está contaminado con aguas residuales y fertilizantes usados para la agricultura en las diferentes comunidades de la cuenca del Lago Atitlán, según explica Elsa María Reyes, bióloga y jefe de investigación y calidad ambiental en AMSCLAE.
Nadie se asombra ante los informes que dan cuenta que el lago está contaminado, según asegura Yach Noj. Él dice que la contaminación es visible: partes del lago cambian de color cuando hay un florecimiento de la cianobacteria. En lo profundo, el agua es marrón, pero en la superficie es roja. Además, huele mal.
Panajachel es un destino turístico famoso, dice Hilda Emilia Xitamul Yac, dueña del restaurante Ricassoli Pizza Steak House, ubicado en la calle principal de Panajachel. Pero ahora los visitantes dudan antes de consumir pescados y mariscos, según cuenta.
“Los turistas no compran el pescado”, dice. “Tienen desconfianza, ya que creen que es del lago”.
Xitamul Yac relata que AMSCLAE le recomendó que instalara un sistema biodigestor de agua, que es básicamente una pequeña planta de tratamiento.
El sistema cuesta unos 11.000 quetzales guatemaltecos ($1,433) y para instalarlo tendría que cerrar temporalmente su restaurante, algo que asegura no puede afrontar.
AMSCLAE está solicitando a los dueños de emprendimientos turísticos en el lago -como hoteles, restaurantes y bares- que contraten a uno de los expertos recomendados por la institución para analizar el uso y tratamiento de agua en sus negocios, según explica Elida Quino, jefe de fomento económico y desarrollo sustentable en AMSCLAE.
Después de este análisis, el consultor recomendaría al dueño del negocio qué tipo de sistema debe instalar, explica Quino y añade que AMSCLAE no paga los honorarios del consultor ni la instalación del sistema.
Reyes afirma que AMSCLAE tiene conocimiento de que hay personas que se enfermaron después de consumir pescado del lago, pero señala que es difícil confirmar y documentar esos casos, especialmente si los afectados son turistas que luego se van.
Todos coinciden en que se necesita limpiar el lago y detener la contaminación, pero para eso se necesita dinero.
El gobierno tiene un plan para instalar al menos una planta de tratamiento de agua en cada una de las 15 comunidades del municipio.
Pero no está claro quién va a costear el mantenimiento de esas plantas una vez que estén instaladas, según advierte el alcalde municipal de Panajachel, Abraham Mayén.
El alcalde explica que Panajachel ya tiene una planta de tratamiento de agua, pero ésta sólo cubre el 45 por ciento de la población del municipio, la cual supera los 19.000 habitantes, según cifras oficiales de 2015. Mantener la planta cuesta unos 100.000 quetzales (13.028 dólares) por mes, pero los residentes pagan mensualmente entre cinco quetzales (0,65 dólares) y 10 quetzales (1,30 dólares) por el sistema de aguas residuales.
“Es imposible cubrir los gastos”, dice Mayén. “La población ya no quiere pagar más”.
Más allá de la contribución de los residentes, no está claro cómo se financia la planta.
Otras comunidades van a tener el mismo problema si se instalan nuevas plantas, según advierte Mayén.
“El plan maestro lo veo como un sueño”, dice.
El gobierno ha tomado algunas medidas para evitar una mayor contaminación del lago.
AMSCLAE realiza tareas de reparación y conservación de cárcavas y construye barreras de contención, según explica Reyes. El organismo también distribuye entre los agricultores de la cuenca un fertilizante especial, donado por el gobierno de Guatemala.
Además, AMSCLAE realiza eventos para informar a la población sobre lo que está pasando en el lago y enseñar cómo usar el agua que proviene de él.
AMSCLAE recomienda a la gente no comer pescado ni beber agua del lago. El organismo considera además riesgosas las actividades recreativas allí.
Pero para los pescadores que históricamente dependen del lago para vivir, estas recomendaciones pueden tener consecuencias devastadoras.
Agustin Sahon, de 49 años, dice que vendía el equivalente a entre 75 quetzales (9,77 dólares) y 125 quetzales (16,29 dólares) por día en pescado antes del florecimiento de la cianobacteria en agosto.
Pero ahora que el lago se ve distinto, vende el equivalente a unos 40 quetzales (5,21 dólares) por día.
Al igual que Yach Noj, Sahon pasa mucho tiempo dentro del agua.
“Pero, ¿qué hacemos nosotros, si es nuestro medio de sustento para la familia?”, se pregunta.
Sahon tiene nueve hijos. El mayor tiene 21 y el menor 4.
“Todos están estudiando” dice. “Sin la pesca esto no sería posible”.
Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de la versión en inglés.