BUENOS AIRES, ARGENTINA – Los chicos están terminando de almorzar. La olla gigante con la que las ayudantes sirven la comida en la Escuela Primaria Nro. 41 José Manuel Estrada, en la provincia de Buenos Aires, acaba de volver a la cocina, completamente vacía.
Tímidamente un chico de 11 años se acerca a la cocina y pregunta si no quedó un poquito de pan del desayuno. Un ayudante corta un pedazo de pan y se lo mete en el bolsillo del guardapolvo. El niño le agradece y se va corriendo.
La cocinera de la escuela, Sandra Bovino, lamenta que la cantidad de comida que les da el gobierno ya no alcance para que algunos chicos puedan repetir, a diferencia del año pasado.
“Nosotros les damos todo lo que tenemos pero a veces no nos alcanza lo que nos mandan, y tenemos que servir menos”, dice Bovino.
A esto se suma, según explica, que los chicos llegan con más hambre a la escuela.
“Subieron tanto las cosas que ya no les alcanza para (comprar) la comida”, dice. “Eso lo notamos en el comedor. Este año comen mucho más. Los lunes arrasan. Se ve que el sábado y el domingo no comen”.
LA HISTORIA DESDE ADENTRO: Una reportera de Global Press Journal investiga sobre las consecuencias de las altas tasas de pobreza en Argentina y da con una historia en las escuelas. Lee el blog.
Pero también se está haciendo difícil comer bien en la escuela. Para el corriente año escolar, el gobierno de la provincia de Buenos Aires redujo el número de porciones entre un 15 y un 30 por ciento, dependiendo de la escuela, según datos relevados por el Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires. El año escolar comenzó el 29 de febrero y está previsto que termine a fines de diciembre.
El personal de las escuelas cuenta que trata de ingeniárselas reduciendo el tamaño de las porciones para que alcance para todos los niños que necesitan comer –que el año pasado eran unos 1,5 millones de niños en la provincia–, pero la inflación está dificultando aún más las cosas.
Silvia Almazán, secretaria de educación y cultura del sindicato, dice que en mayo el gobierno provincial aumentó el monto del almuerzo por niño de 6,30 pesos (0,42 dólares) a 12,60 pesos (0,84 dólares). Este aumento tuvo lugar luego de una lucha gremial reciente en relación a los comedores escolares y a los salarios de los docentes. El último aumento había sido en junio de 2014, cuando el valor había pasado de 5 pesos (0,33 dólares) a 6,30 pesos (0,42 dólares).
Ni siquiera el doble de ese dinero por ración alcanzaría para comprar la comida que se compraba hace unos años.
Padres, maestros y personal de las escuelas están demandando que el gobierno dé marcha atrás con los recortes y restablezca la calidad de la comida.
Representantes del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, la dependencia gubernamental a cargo de los comedores escolares, no respondieron a las solicitudes de entrevista de parte de Global Press Journal.
Los recortes en los comedores escolares constituyen uno de los esfuerzos del gobierno por reducir el gasto público ante la crisis económica.
Según los indicadores de desarrollo del Banco Mundial, el índice de inflación en Argentina fue de 29,3 por ciento anual en 2014 –el segundo más alto en una lista de 200 países. (La información no incluye una tasa para Venezuela, donde la inflación generó protestas violentas).
Un informe publicado por el colectivo de economistas Economía Política para la Argentina indica que la tasa de inflación en Argentina entre enero de 2015 y enero de 2016 fue de 35 por ciento. El informe se basa en datos relevados en la provincia argentina de San Luis.
Los argentinos aseguran que están pagando el doble, el triple y hasta el cuádruple por determinados bienes. Y la tasa de pobreza está en aumento: de un estimado de 29 por ciento a fines de 2015 pasó a un 34,5 por ciento en marzo de este año, según estudios de la Pontifica Universidad Católica Argentina.
El personal de las escuelas y los comedores asegura que se está recibiendo menos comida y que ha bajado también la calidad de la misma, en comparación con el último año escolar.
Maestros y cocineros cuentan que llegan a dar de comer a todos los alumnos, pero aclaran que esto se hace a costo de recortar las porciones. El menú escolar pasó de tener carne, frutas y verduras a una dieta a base de arroz, fideos y lentejas.
Los comedores escolares existen en las escuelas públicas desde hace ya tiempo, pero su funcionamiento se formalizó a nivel nacional en la década de 1980. Los comedores escolares funcionan sólo en escuelas cuyas familias tienen dificultades para darles de comer, según explica Almazán.
El estado le brinda a cada comedor un monto fijo en pesos por alumno por día para comprar los ingredientes necesarios para preparar almuerzo y desayuno o merienda. Almazán señala que ya a comienzos de año notaron el cambio en la calidad y cantidad de la comida.
“Notamos un deterioro de la calidad, cantidad y variedad de los alimentos”, dice. “Cuando el menú es pollo con arroz, están entregando cuatro pollos para 160 chicos. Y eso no alcanza”.
Graciela Solari, directora de la Escuela Primaria Nro. 41 José Manuel Estrada, guardó una copia del menú de almuerzo del año escolar 2015 y la usa para mostrar la reducción y cuánta más comida debería ser enviada a la escuela este año.
“Tenían que mandarnos 17 kilos y medio de carne picada, y recibimos ocho”, dice. “De 36 kilos de pollo nos mandaron seis. La leche directamente desapareció del menú y frutas recién en mayo empezamos a recibir”.
Solari explica que los chicos asisten al comedor escolar porque sus padres no pueden garantizarles las dos comidas. La pobreza de las familias se ve reflejada en la salud de los niños y en los problemas de aprendizaje, según añade.
“Tenemos nenes con problemas de salud, bajo peso, desnutrición y vemos que hacia fin de mes aumenta el ausentismo porque el transporte es caro”, dice Solari.
Elva Beatriz Caballero, madre de tres niños, dos de los cuales asisten a la Escuela Primaria Nro. 41 José Manuel Estrada, dice que el comedor escolar le es de gran ayuda.
“Con el padre siempre les decimos que hay que comer lo que hay, no hay que hacerse el delicado, porque se va a venir peor”, dice Caballero, refiriéndose a la situación económica en su hogar y en el país.
Enzo Castaño, el hijo de 8 años de Caballero, asegura que él nota la diferencia en lo que le sirven este año.
“Me gusta comer en la escuela, me gustaba mucho cuando había postre. Ahora ya casi nunca hay”, dice Enzo. “Anteayer nos dieron mandarina, hacía mucho que no nos daban”.
Gabriela Damianoff, otra madre de la escuela, cuenta que sus hijos también notaron la diferencia.
“El año pasado los chicos no llegaban del colegio con hambre. Ahora a veces me dicen que no pudieron repetir y que se quedaron con hambre”, dice. “A veces yo, como está la cosa, no puedo preparar las dos comidas, por eso es importante que haya escuelas que den de comer”.
Para las familias necesitadas, ya ni los comedores comunitarios son lo que eran.
Este año los comedores están recibiendo a más gente, teniendo menos comida, según explica Marianela Navarro, delegada del Frente de Organizaciones en Lucha. La organización, que recibe asistencia del gobierno para sus comedores comunitarios, incluyendo alimentos, tiene 46 de estos comedores en la provincia de Buenos Aires, según Navarro.
“Estuvimos desde enero hasta fines de abril sin recibir mercadería”, dice.
Navarro explica que los comedores reabrieron sus puertas en mayo, luego de que la organización llegara a un acuerdo con el gobierno provincial sobre la cantidad de comida que les mandaría.
Melina Orrego, asistente en un comedor comunitario en el sur de la ciudad de Buenos Aires, dice que cada vez más familias se acercan al comedor.
“Hay mucha más gente viniendo al comedor desde febrero o más”, dice. “Viene más gente, pero la comida es la misma. Yo pelo la misma cantidad de papas o menos, y se reparte entre más”.
Una mala nutrición trae consecuencias para la salud y el desarrollo de los niños a corto y largo plazo, según afirma la nutricionista Luisina Peláez, especializada en desnutrición infantil en el centro CONIN Barracas, que gestiona la Fundación Pilares, una institución que se dedica, entre otras cosas, a combatir la desnutrición.
El nuevo menú de las escuelas no le aporta a los niños los nutrientes que necesitan para crecer, según explica Peláez, quien dice haber llegado a esta conclusión a partir de lo que escuchó sobre los menús.
“Se produce lo que llamamos desnutrición encubierta”, dice. “Quizás el chico esté bien de peso, pero no tenga los nutrientes esenciales que necesita para desarrollarse”.
La alimentación es clave para el desarrollo del sistema nervioso y las consecuencias de una mala alimentación incluyen déficit de talla, retrasos del aprendizaje, retraso del desarrollo del sistema reproductivo, anemia y déficit de vitaminas, agrega su colega en el centro, Catalina Rondineau.
Para Almazán, la solución es que el estado deje de ver la alimentación de los niños como un gasto y comience a verlo como la forma de garantizar el derecho de esos niños a la alimentación, salud y educación.
Asegura que la forma de lograrlo es la lucha y el reclamo.
“Ahora tenemos que lograr que cada escuela tenga tantos cupos en sus comedores como alumnos que los necesiten”, dice.
Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de la versión en inglés.