SAN JUAN, PUERTO RICO — El bullicio y la música que se cuela desde bares y restaurantes se desvanecen poco a poco. Es la 1 a.m. y el azul de las luces de las patrullas de la Policía Municipal de San Juan se apodera de esta noche de viernes. Los carteles se apagan avisando que pronto los negocios van a cerrar.
La escena se repite en zonas turísticas como el colonial Viejo San Juan, las playas de Condado, la famosa Calle Loíza y en Río Piedras, un sector universitario de la ciudad. Antes de las 2 a.m. las calles quedan vacías. Turistas confundidos preguntan a dónde pueden continuar su noche, pero se topan con la realidad de que la mayoría de estos negocios han cerrado debido a una ordenanza.
El Código de Orden Público del Municipio de San Juan entró en vigencia en noviembre de 2023. Buscaba actualizar y unificar ocho ordenanzas que no se habían modificado en 26 años y que se aplicaban de distinta forma dependiendo de la zona o de las calles en la capital puertorriqueña. También buscaba promover la paz y tranquilidad en los barrios. Pero, comerciantes entrevistados por Global Press Journal dicen que el código generó pérdidas económicas mensuales de entre un 20% y un 50% en bares y restaurantes y amenaza con afectar el turismo.
Aunque el código no establece horarios de cierre para estos negocios y sus dueños tienen libertad para decidir cuándo dejan de operar, esta ordenanza municipal estableció un horario reducido para la venta de bebidas alcohólicas en bares y restaurantes entre la 1 a.m. y las 2 a.m. dependiendo del día de la semana. Los comerciantes dicen que, en los hechos, si no pueden vender alcohol se ven obligados a cerrar las puertas a esas horas.
José Rivera propietario de Maui, un bar cercano a La Placita de Santurce, una zona conocida por su gastronomía y vida nocturna, profundiza en el impacto económico que ha observado de primera mano.
“El puertorriqueño no quiere venir a la zona. Es entendible porque no es factible debido a los horarios. Antes, tú salías a las 5 p.m. de trabajar. En lo que llegabas a tu casa eran las 7 p.m. y si parabas en el mall [centro comercial] a comprarte ropa eran las 9 p.m.”, dice Rivera sobre el tiempo restante para disfrutar de la noche.
“Por eso no hay boricuas ya jangueando aquí”, dice en referencia a salir a divertirse. “Tal vez deciden quedarse en sus pueblos”.
Ricardo Quiles González, residente en Juncos, al sureste de Puerto Rico, confirma que la hora de cierre es un disuasivo para salir hacia San Juan, a unas 20 millas de su casa. “Me quedo jangueando más local y tranquilito porque no vale la pena llegar para que te cierren todo tan temprano”.
“En algún momento, Puerto Rico se consideró la capital del jangueo y ahora las personas se sienten confundidas”, dice Douglas Marín Magaña, propietario de El Quinqué de Douglas’ Pub en el Viejo San Juan.
“Muchos extranjeros se molestan. Vienen al Caribe y les quitas la diversión. Incluso piensan que es por capricho propio que no les quieres atender. Ellos no conocen de estos reglamentos”, dice.
Adrianna Rosario estuvo de vacaciones en Puerto Rico. “Me sorprendió que San Juan cierre tan temprano. Una persona me dijo de esta nueva regla y me desilusionó mucho”.
En el Viejo San Juan, una de las joyas turísticas del Caribe, comerciantes afirman que una sola hora de diferencia en el cierre implica pérdidas diarias de entre 1,000 y 2,000 dólares estadounidenses.
Para algunos negocios que antes de este código solo podían estar abiertos hasta medianoche, el cambio tampoco ha sido beneficioso. Es el caso de El Refugio, un bar de Río Piedras.
“Antes las personas decían, ‘Voy un rato a este lugar, luego a otro’. Ahora como todo cierra a la misma hora, se ven obligadas a escoger un solo lugar para salir a disfrutar”, dice su propietario, Faran Martínez. Su clientela, asegura, no ha aumentado por abrir una o dos horas más.
Bares y restaurantes vs hoteles y casinos
Rafael “Culma” González Santos, propietario de un bar de Río Piedras llamado El Lab, cataloga de injusto al código. Discotecas, casinos y bares que funcionan dentro de hoteles pueden “continuar la venta o expendio de bebidas alcohólicas a sus huéspedes para consumo dentro del hotel”, según una excepción del código.
Pero los comerciantes reclaman que no existe un protocolo para garantizar que los hoteles solo atiendan a sus huéspedes y no a otras personas.
González Santos explica que, a pesar de los esfuerzos para adaptarse y contrarrestar las pérdidas económicas, sus ingresos se han reducido alrededor de un 50% en los últimos meses. Antes del actual código, su bar podía vender bebidas alcohólicas hasta las 5 a.m.
“Venían muchas personas de la industria [gastronómica] una vez que salían de sus trabajos o negocios” después de la medianoche. “He intentado adaptarme, abrir más temprano y no ha funcionado”, dice.
El código también ha creado un ambiente de hostilidad con la Policía Municipal de San Juan, encargada de velar por su cumplimiento.
González Santos recalca que la fuerza policial no está entrenada respecto de su aplicación. “Aquí no hay ley seca. Si no estoy vendiendo, ni despachando bebidas [alcohólicas] luego del horario establecido, no estoy incumpliendo la ley”, sostiene en referencia a intentos de la Policía Municipal de multar al establecimiento porque hay clientes tomando tragos que compraron antes de la veda.
Global Press Journal realizó reiterados intentos por contactar a la Policía Municipal, pero no obtuvo respuesta. Esta fuerza de seguridad tiene la potestad de expedir multas de entre 500 a 5,000 dólares por venta de alcohol fuera del horario establecido o por ruidos molestos, entre otras infracciones. Si los negocios acumulan más de tres multas por estas causas en un año, se les puede revocar el permiso para operar y deben aguardar otro año para solicitarlo.
La respuesta del alcalde
“San Juan sigue recibiendo 24/7 a quien guste de disfrutar de nuestra ciudad capital y todo lo que tiene que ofrecer, que ciertamente es muchísimo más que alcohol en horas de la madrugada”, dice el alcalde capitalino, Miguel Alberto Romero Lugo, impulsor del código.
Romero dice que no le han presentado evidencia sobre las alegadas pérdidas económicas de los comerciantes y que está dispuesto a continuar adiestrando a la Policía Municipal.
“El código no está escrito en piedra y siempre estará abierta la posibilidad de realizar aquellas enmiendas que sean necesarias para su implementación justa y eficiente, siempre en beneficio de los residentes y comerciantes de San Juan”, dice.
Los comerciantes entrevistados concuerdan en que sí debe existir un código para garantizar la sana convivencia con la gente en los barrios.
“Estoy de acuerdo con que exista un orden, bajar la música a cierta hora, pero que la hora sea mayor y más flexible”, dice Gabriel Díaz, dueño de un bar cercano a La Placita de Santurce.
Pero los comerciantes insisten en que el código actual no es la alternativa idónea debido al impacto en sus negocios. Sostienen que, una vez culmine el verano y se detenga el flujo de turistas, se verán peores consecuencias. Rivera, el dueño de Maui, asegura: “Cuando se nos vaya el turismo: ¡Blam! Se murió San Juan”.
Yerimar Rivera Rivera es reportera asistente de Global Press Journal con base en Puerto Rico.