LAJAS, PUERTO RICO — Richard Santiago, de 37 años, recuerda cómo brillaba la bahía de La Parguera en las noches oscuras de su juventud. El cielo del suroeste de Puerto Rico era negro, y las luces bioluminiscentes de la bahía, producidas por unos microorganismos llamados dinoflagelados, brillaban como el neón. Bajo la superficie luminosa, las aguas estaban repletas de vida marina.
Pero los espectáculos brillantes de la bahía, una atracción frecuente para las personas turistas, están desapareciendo rápidamente. La competencia de la iluminación artificial de los pueblos cercanos era un reto manejable, pero el aumento en la población y la construcción de viviendas amenaza con oscurecer la maravilla natural. Las personas empresarias y residentes se preguntan ahora si podrían perder para siempre la belleza natural de la bahía bioluminiscente.
Situada en el pueblo y municipio de Lajas, la bahía forma parte de la Reserva Natural La Parguera, una zona protegida desde 1979 por la Designación de Reserva Natural, establecida por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico. La designación protege legalmente zonas valoradas por sus ecosistemas y biodiversidad, pero las personas que residen en el área desde hace muchos años dicen que la designación no ha sido suficiente para proteger la bahía de los efectos de la contaminación lumínica y otras amenazas.
“Ahora mismo hay un problema bien grande de contaminación lumínica y contaminación del agua”, dice Johnny Cordero Zapata, residente del área y dueño del negocio Johnny’s Boats quien pasa sus días pescando y liderando excursiones marinas.
Muchos, como Santiago, han crecido cerca a la bahía y ahora tienen negocios allí. El negocio de Santiago, Papayo Divers, depende de la atracción de las luces bioluminiscentes para ofrecer excursiones por la bahía.
Frank Torres, capitán y dueño de una empresa de aventuras acuáticas, ha visto varios enfoques para garantizar que la gente pueda seguir viendo las luces de la bahía. Algunas personas guías utilizan un catamarán, una gran embarcación con el centro abierto, como una especie de cueva donde la gente puede ver las luces mientras nada. Otras se limitan a buscar las sombras más oscuras que proyecta el bote y dan instrucciones a quienes visitan para que se dirijan a esas áreas.
“Siempre grito de alegría cada vez que veo esa agua brillando”, dice Torres. “Es única”.
Pero estas son soluciones temporales. La luz artificial de las comunidades cercanas ya afecta la percepción de la bioluminiscencia, y la inminente electrificación de un grupo de casas en el Monte Papayo, una montaña que domina la bahía, supone una amenaza más, dice Yasmín Detrés Cardona, bióloga marina con más de una década de experiencia en la investigación del tema.
A Detrés le preocupa que las viviendas — algunas de ellas conectadas a la red eléctrica mientras que otras funcionan con generadores de gasolina — estén a menos de un kilómetro y medio de la bahía. Ella y sus colegas desarrollaron una serie de recomendaciones para que el gobierno municipal frene la contaminación lumínica, que, dice, empeorará después de que se instale electricidad en toda la montaña.
La oficina del alcalde de Lajas no respondió a múltiples solicitudes de comentarios.
Thais Reyes Serrano, directora de la Oficina para el Desarrollo Socioeconómico y Comunitario de Puerto Rico (ODSEC), una agencia gubernamental, dice que aunque la mayoría de las residencias de Monte Papayo no tienen títulos de propiedad — lo que por lo general significa que no están conectadas a la red eléctrica — la ODSEC financió un proyecto para facilitar lo que considera una necesidad básica de cualquier comunidad.
Wilmelis Márquez, representante de prensa de la ODSEC, afirma que el proceso de ampliación de las líneas para conectar un total de 67 casas a la red eléctrica está en marcha.
Ahora corresponde al Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico, que administra la Reserva Natural de La Parguera, y a la Oficina de Gerencia de Permisos, evaluar que la iluminación exterior cumpla con la normativa vigente para todas las residencias situadas a menos de 5 millas de la bahía bioluminiscente.
Darien López, directora de la Reserva Natural de La Parguera en el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, dice que no ha recibido detalles sobre la electrificación de Monte Papayo. En los últimos meses, dice López, el departamento ha puesto en marcha varias medidas para analizar el asunto, incluida una encuesta de opinión pública que mostró que la contaminación lumínica es una de las principales preocupaciones de los residentes del área. Dice que es “preocupante” que no se controle la iluminación en la zona.
“Comparto la preocupación de cuál pudiese ser el impacto de la iluminación en la bahía”, dice López.
El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales tiene un solo empleado designado para atender la reserva, que se extiende a lo largo de 3 millas de costa con más de 20 cayos. López tiene previsto contratar a 10 empleados en los próximos meses para vigilar y mantener mejor la zona.
Aunque algunas personas temen el impacto de las luces eléctricas en la zona de El Papayo, otras dicen que es necesario, y que está lejos de ser la mayor amenaza para la bahía.
Celia Cruz Santiago, presidenta de la Junta Comunitaria de El Papayo, Inc., ha representado a la comunidad de El Papayo durante más de 20 años. Ella ha visto el aumento en el número de casas en Monte Papayo y ha presionado para que haya electricidad en la zona debido al alto costo de electrificar las casas con generadores de gasolina.
Para Cruz, el aumento de tráfico de botes es una amenaza mayor para la bahía que las luces adicionales.
“Eso no se hizo de la noche a la mañana”, dice Cruz. “Si hubieran querido que eso no se desarrollara tú lo detienes en ese momento, pero no esperar 35 o 40 años para decir no”.
Detrés, la bióloga marina, dice que otras amenazas para la bahía, además de la contaminación lumínica, son las escorrentías químicas de las embarcaciones y la resuspensión del fondo marino de la zona debido al alto tráfico de embarcaciones, que puede superar las 200 en un fin de semana.
Santiago sigue temiendo por el futuro de la bahía y quiere que siga siendo una prioridad. “El día que apaguen la bahía bioluminiscente ya no habrá marcha atrás”, dice.
Coraly Cruz Mejías es reportera de Global Press Journal, establecida en Puerto Rico.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
María Cristina Santos, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.