OAXACA DE JUÁREZ, MÉXICO — Cuando Daniela Ram comenzó a estudiar grabado en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Oaxaca Benito Juárez en 2008, le llamó la atención que solo hubiera otras dos o tres mujeres aprendiendo el oficio, mientras que había 15 hombres en su clase.
Después de graduarse en 2014, se dio cuenta de que no la tomaban en serio en un mundo artístico dominado por hombres. Otras personas del ámbito cuestionaron su trabajo y desestimaron sus opiniones. A sus colegas hombres de los talleres de grabado locales les pedían participar en exhibiciones y eventos, pero a ella nunca la invitaron.
En aquel tiempo, Ram no veía su experiencia como sexismo; simplemente era la forma en la que el mundo del arte había funcionado. Sin embargo, se sentía incómoda. En 2018, Ram decidió abrir su propio taller de grabado, solo para mujeres.
“Sentía la necesidad de tener un espacio para mí”, señala.
Para inaugurar su taller, hizo un llamado por internet por el cual invitaba a las mujeres dedicadas al grabado de todo México a aportar sus obras de arte para una exhibición colectiva en el lugar. A cambio, ella les enviaría una obra suya.
“Comencé a buscar en las redes sociales a mujeres haciendo grabado, veía sus procesos, y así se me ocurrió inaugurar el taller con una exhibición colectiva de México y no solo de Oaxaca”, explica Ram.
Al final, recibió 30 obras de arte.
En la actualidad, el estudio de Ram es más que un simple taller con herramientas, una prensa y paredes para exhibir las obras. Se ha convertido en un vehículo para mejorar la situación de las mujeres que se dedican al grabado en todo el país.
El taller muestra el trabajo de alrededor de 60 mujeres de todo México, a través de exhibiciones grupales y promoviendo sus obras en su tienda y en las redes sociales. La exhibición que Ram organizó cuando abrió el estudio, “Mujeres grabando”, creció en tamaño y en relevancia. En los últimos tres años, ha recorrido diferentes estados del país y ahora presenta grabados de 52 artistas.
“Cada vez hay más gente interactuando y las obras se están vendiendo; el proyecto es compartir y no centrarse en una persona”, dice Ram.
Al destacar el trabajo de las mujeres en el grabado, Ram no solo promueve a las artistas actuales; también forja un vínculo con el legado artístico de México.
El Taller de la Gráfica Popular, fundado en 1937 en la Ciudad de México, fue el primer colectivo de grabado del país dedicado a causas sociales. En él, artistas usaban el grabado como una herramienta para la denuncia política y social. Una parte de los primeros integrantes del estudio eran mujeres, incluidas las famosas artistas Mariana Yampolsky y Elizabeth Catlett, quienes llegaron a México de Estados Unidos.
Debido a que en México la historia del arte se ha centrado en artistas masculinos, existen mujeres que contribuyeron en el estudio y cuyo trabajo ha sido ampliamente olvidado, dice Dina Comisarenco, historiadora del arte especializada en mujeres artistas.
“Hace poco se hizo una exposición sobre el taller donde se exhibió el trabajo de algunas de ellas. La historiografía del arte ha invisibilizado su obra y actualmente resulta muy difícil de recuperar la de todas”, explica Comisarenco.
Comisarenco cuenta que existen muchas similitudes entre estas primeras grabadoras y la generación actual. Las artistas de ambas épocas se enfocaron en temas de raza y en la intersección entre clase y género. Denunciaron la violencia y a la vez promovieron las representaciones dignas de las mujeres, destacando los logros de la mujer en la sociedad, dice.
Violeta Juárez, de 33 años, dice que mientras estudiaba su maestría en grabado hace seis años, quería explorar el tema de la violencia contra las mujeres, sobre todo en el contexto de las relaciones amorosas, pero el rechazo que recibió de sus maestros la hizo abandonar sus estudios.
“Traté de enseñar la experiencia de vivir esos amores tan feos”, afirma Juárez. Los maestros la criticaban por usar tonos grises en lugar de colores vivos o fluorescentes y le decían: “¿Por qué tu obra está así? Está triste, está melancólica”, dice.
Las grabadoras, dice Juárez, a diferencia de los hombres artistas, están constantemente obligadas a justificar su trabajo. Eso puede sofocar las oportunidades profesionales de una artista, porque gran parte de un éxito inicial depende de que maestros reconocidos muestren y promuevan su trabajo, una dinámica que puede dejar a las artistas vulnerables al acoso y el abuso.
“Un maestro me invitó a participar en su taller, creí que lo hacía por mi trabajo, pero no fue así. Comenzó a invitarme a ir a su casa, a salir, a lo cual no accedí, y desde ese momento me hizo el feo”, declara Juárez.
Eunice Barajas, una artista de Michoacán, estado que se encuentra 800 kilómetros al noroeste de Oaxaca, dice que casi deja el grabado a causa del acoso y la discriminación que enfrentó, incluidas las insinuaciones de un famoso artista del grabado.
Sin embargo, ahora al ser una de las artistas invitadas a exhibir su obra en el estudio de Ram, ha podido obtener visibilidad y un amplio reconocimiento.
“El taller de Oaxaca tiene algo diferente. Desde que me dijeron: ‘Mándanos tu obra, aquí la exhibimos en nuestro taller’, fue algo importantísimo para mí; no solo se está exponiendo mi obra, se está vendiendo y se la llevan a otros países”, explica Barajas.
Juárez también dice que ser parte de la exhibición de “Mujeres grabando” y colaborar con Ram y las integrantes de su estudio le ha dado libertad. Así como las personas dedicadas al grabado en México utilizan su obra para la denuncia social y política, Juárez explica que el hecho de que las mujeres tengan sus propios talleres, es en sí mismo un acto radical.
“Yo no digo que debamos o no crear algo político en nuestro arte. Ya es un acto político el poder crear y seguir haciéndolo sin cuestionamientos, eso ya es político, y ese es nuestro avance”, dice Juárez.
Ena Aguilar Peláez es una reportera de Global Press Journal con sede en el estado de Oaxaca.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.