CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Enormes lámparas cuelgan del techo desde el sexto piso de un edificio en el centro de la Ciudad de México, e iluminan el cuadrilátero de lucha libre. La multitud contiene la respiración cuando la silueta de una mujer emerge de las sombras. El cabello azul se mueve detrás de su colorido y brillante maquillaje mientras lanza patadas con unas botas que le llegan a la rodilla. Una voz profunda retumba en el altavoz:
“¡Desde la selva mexicana llega Lady Aaamazonaaa!”.
Como respuesta a las porras y los gritos, se toma su tiempo posando en cada una de las cuatro esquinas del ring en el campeonato de mujeres Furia de Titanes.
“Traigo la lucha libre en la sangre”, dice Lady Amazona, de 29 años, quien creció viendo a su padre competir en la lucha libre, antes de decidir seguir sus pasos hace 10 años. (Para seguir con la tradición, ella y otras luchadoras pidieron ser identificadas solo por sus nombres artísticos).
La lucha libre, que es tanto un deporte como un espectáculo, fue declarada “Patrimonio Cultural Intangible” por el gobierno de la Ciudad de México. Se inició de forma profesional en 1933 y actualmente atrae a audiencias de lugares tan lejanos como Tokio. La lucha de mujeres se incluyó en los primeros años, pero fue vetada a partir de la década de 1950. Reincorporada a fines de la década de 1980 por la Comisión de Box y Lucha Libre Profesional de la Ciudad de México, ha necesitado toda una generación para que las luchadoras alcancen el éxito nacional y, gracias a la pandemia, aprovechen nuevas oportunidades.
Olivia Domínguez Prieto, coordinadora del Seminario de Antropología del Deporte y del Juego de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, dice que los cierres de arenas y gimnasios por el coronavirus entre marzo de 2020 y mayo de 2021 obligaron a las federaciones y a los promotores de lucha libre a probar enfoques más innovadores. Organizaron peleas sin público en vivo y vendieron transmisiones por internet a la audiencia que buscaba entretenimiento para romper la monotonía del encierro. Las mujeres estaban entre los nuevos atractivos.
“Logramos ver un cambio significativo. El poder demostrar que son parte de ese mismo deporte al parejo de los hombres que no les piden nada, el hecho de que la audiencia les haya comenzado a responder y les parezca atractivo ver una lucha de mujeres… eso ha ido abriendo espacios”, señala Domínguez.
En septiembre de 2021, por primera vez, una lucha de mujeres encabezó el evento de aniversario del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), la organización de lucha más antigua de México. Un mes después, el CMLL creó el primer evento internacional “Grand Prix” de luchadoras, que desde 1994 solo existía para hombres.
Si bien la participación de las luchadoras es cada vez más frecuente, la discriminación de género persiste en las funciones de lucha libre donde es común escuchar burlas como “por eso están solteras” y “regresen a la cocina”.
Detrás del maquillaje y las máscaras las luchadoras dicen que estos abucheos solo las motivan a pelear con más ganas. “Un luchador local de Puebla me dijo que yo no servía para este deporte, que me retirara y mejor me fuera a lavar los trastes o a atender a mi marido porque las mujeres solo servimos para eso. En lugar de desanimarme, al contrario, me dio motivos para yo forzarme y hacer lo que más me gusta, que es la lucha libre”, explica Lady Amazona.
A medida que las arenas y los gimnasios vuelven a abrir, el interés en las luchadoras aumenta, lo que fomenta que más mujeres practiquen este deporte. Óscar Madrigal, promotor de luchas de mujeres, dice que su lista de luchadoras ha crecido de 35 en marzo de 2020 a 63 en noviembre de 2021. Las dos principales promotoras de lucha libre de México, el CMLL (que no permite que se derrame sangre ni que se usen objetos en las luchas) y la AAA Worldwide (que permite ambas cosas), ahora tienen más luchadoras en sus listas.
La lucha libre tiene sus riesgos. En la última década, varios hombres han muerto durante los eventos o por lesiones relacionadas, pero ninguna luchadora ha resultado herida de gravedad.
Amapola, luchadora desde hace más de 16 años, no ha permitido que una reciente lesión de cuello frene su campaña nacional para reclutar, a través de gimnasios, amigos y familiares de luchadores, a la próxima generación de luchadoras.
Como aficionada de la lucha libre desde siempre, esta luchadora que creció en la Ciudad de México dice que decidió demostrar su fortaleza en el ring después de asistir a su primera lucha de mujeres en 1993.
“La condición de mis padres en ese entonces fue que, si yo quería incursionar en el mundo de la lucha libre, tenía que terminar mi carrera”, recuerda.
Terminó sus estudios en administración de empresas, les entregó el título a sus padres y saltó directamente hacia los reflectores del ring.
Cuando Sagittarius, de 19 años, comenzó su carrera en la lucha libre hace tres años, solo había cinco mujeres luchadoras en Veracruz, su estado natal, en el este de México. Hoy, dice, ya son casi 40.
“Yo creo que se debe a que en la actualidad hay muy buenas luchadoras pioneras, vienen nuevas generaciones”, dice.
Desde hace 54 años, Concepción Ramírez, de 74, vende productos de lucha libre afuera de la Arena México, un foro de lucha libre profesional en la Ciudad de México. “Yo pienso que hasta ahorita es cuando les están dando el lugar que merecen”, afirma, refiriéndose a las luchadoras.
Ramírez cuenta que, en los últimos 18 meses, le han pedido (tanto hombres como mujeres) más máscaras, capas, tazas, muñecos de tela, fotos y carteles de luchadoras. Las niñas y los niños piden figuras de acción de luchadoras, agrega, pero nadie las fabrica todavía.
Antes de las presentaciones, la mayoría de las luchadoras venden su propia mercancía para ayudar a crear sus marcas y financiar su entrenamiento, complementando los ingresos que obtienen de las peleas y cualquier otro apoyo que reciben de sus familias.
Coinciden en que sería bueno tener más ingresos, pero no es su objetivo principal. Anhelan demostrar su fortaleza y asegurarse de que las mujeres sean aceptadas en el cuadrilátero.
“Tanto nos ha costado llegar hasta donde estamos, levantar la lucha libre femenil. Y es importante saber que cada una de las luchadoras que ha participado en la lucha libre mexicana ha dejado su semilla, sus triunfos y sus derrotas, y ha marcado la historia de la lucha libre femenil en todo el camino que hemos llevado”, finaliza Amapola.
Mar García es una reportera de Global Press Journal establecida en la Ciudad de México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.