TLACOLULA DE MATAMOROS, MÉXICO — Lamanai y Cachicamo juegan entre los árboles, cerca de un estanque artificial. Rugen, corren y se comportan como cualquier jaguar de 3 años. Además de ellos, lo único que rompe el silencio es el canto de las aves y los insectos propios del bosque donde tienen su hogar.
El paisaje para estos dos felinos ha sido el mismo casi toda su vida: un simulador de vida silvestre que recrea su hábitat y donde no tienen contacto con humanos, ubicado en el Santuario del Jaguar, un centro dedicado a la protección y resguardo de esta especie, considerada en peligro de extinción. Desde su ingreso a este espacio en 2021, Lamanai y Cachicamo han sido vigilados por expertos. Actualmente, son los únicos especímenes en un programa de banco genético para conservar su especie.
El proyecto comenzó en 2017 para identificar poblaciones de jaguares y vigilar su salud, y se reforzó en 2023 con la creación de un programa de poblaciones de respaldo para incrementar el número de estos felinos en México. Hasta 2018 se estimaba que en el país había 4,800 ejemplares, según el censo coordinado por el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México. El desarrollo de estos programas ha cobrado urgencia derivado de la construcción de carreteras y proyectos gubernamentales, como el Tren Maya, en el hábitat del jaguar, lo que reduce su territorio de caza y su variabilidad genética, coinciden especialistas.
El Tren Maya es una mega obra gubernamental que conectará, mediante 1,525 kilómetros de vías férreas, áreas naturales de los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en el sur de México. En diciembre de 2023 se inauguraron los tramos que van de Campeche a Cancún, Quintana Roo, y de Cancún a Palenque, Chiapas. Se espera que la apertura total se realice tras las elecciones presidenciales en junio.
Víctor Rosas Vigil, fundador de Jaguares en la Selva, organización que opera el proyecto, dice que el banco genético tiene un carácter “preventivo, en caso de que la especie llegara a estar más comprometida”. Sin embargo, acepta que en un contexto en el que las vías de comunicación no construyen suficientes pasos de fauna para que los animales atraviesen, el riesgo para los jaguares se incrementa.
La falta de pasos para la fauna convierte las vías de comunicación en “trampas ecológicas”, considera Lizardo Cruz, biólogo y experto en la protección de especies en riesgo. Advierte que las carreteras y autopistas donde los animales no pueden cruzar son un problema que necesita atenderse.
Además de los accidentes que la fauna local puede sufrir por la ausencia de estas estructuras, Rosas Vigil advierte otro riesgo: la falta de variabilidad genética derivada de la endogamia. Esto implica que animales relacionados entre sí empiecen a tener crías y desarrollen enfermedades que podrían acelerar su extinción.
“A lo mejor quedan [entre] 250 [y] 400 jaguares en una zona del país, pero ya no tienen una variabilidad genética porque están cortados por vías de comunicación, ciudades y presas”, explica el especialista. “Entonces esa población se queda ahí cerradita y estás hablando que en 50 o 55 años podrías no tener jaguares”.
Ni el Fondo Nacional de Fomento al Turismo, la agencia gubernamental que promueve proyectos de inversión en el sector turístico y que está a cargo del proyecto del Tren Maya, ni la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, encargada de la conservación del patrimonio natural de México, respondieron a solicitudes de comentario.
La lucha contra la desaparición del jaguar
Para Cecilia Alfonso Corrado, genetista de la Universidad de la Sierra Juárez y líder del proyecto del banco genético, un escenario en el que los jaguares se extingan representaría una serie de problemas para plantas, otros animales y personas.
“Si el jaguar desapareciera, se provocarían muchas afectaciones a los ecosistemas con efecto cascada, generando una degradación en los servicios ambientales, impactando y cambiando todo. Afectaría la manera en que el ecosistema brinda los servicios de agua y oxígeno”, señala.
El jaguar es una especie “paraguas”. Es decir, sirve como un canal para la preservación de su hábitat. El Fondo Mundial para la Naturaleza, organización dedicada a la conservación de la biodiversidad, explica que si este felino se extinguiera, sus presas, generalmente grandes herbívoros, comenzarían a consumir especies vegetales sin control y alterarían la composición y la estructura de los suelos, lo que desataría un efecto en cadena.
Para evitarlo, Jaguares en la Selva promueve el proyecto de la creación de poblaciones de respaldo. Esto implica que Lamanai, una jaguar hembra, será cruzada a lo largo de su vida con machos silvestres ubicados en distintas zonas del país. Se espera que tanto ella como sus crías vivan en el simulador, mientras que Cachicamo, que es macho, podría ser trasladado a otro espacio del santuario.
“Es importante tener una población de jaguar de respaldo en caso de mayor riesgo, e incluso para reforzar a las poblaciones que ya existen”, asegura Rosas Vigil, de Jaguares en la Selva.
No obstante, para algunos el esfuerzo debía ser diferente.
Cruz celebra la existencia del proyecto del banco genético; sin embargo, considera que los esfuerzos de conservación deben hacerse en el hábitat y no en centros de resguardo.
Rosas Vigil ve estas medidas como una prevención, pero asegura que “el ideal no es tener simuladores, bancos genéticos o poblaciones de respaldo. El ideal es que haya una mayor conciencia” que permita a los jaguares prosperar en libertad.