CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO — Las notas del violín y de la flauta traversa acallan poco a poco el ruido del tráfico, deleitando a los peatones en esta calle concurrida del Centro Histórico, el área del casco antiguo de la Ciudad de México.
“Toco música con cariño para que la gente pueda percibir cierta calma y paz”, comenta Gustavo Santana, el flautista. Sostiene el instrumento de lado, parado cerca del violinista en la banqueta al lado de un gran escaparate. La gente se sienta frente al dueto para escuchar y aplaudir al final de cada melodía. Otros se detienen para tomar fotos y videos. Algunos solo disminuyen el ritmo de sus pasos cerca de los músicos por un momento.
Hace trece años, Santana trabajó como músico en un restaurante cercano. Cuenta que un día se enojó con su patrón y renunció. Para poder ganarse la vida, tomó su flauta y comenzó a presentarse en público a cambio de propinas.
“La gente en la calle valoraba más mi trabajo y me fue mejor de lo que me pagaban en el restaurante”, comenta Santana.
Pero la vida para los músicos callejeros de la Ciudad de México no es fácil.
En 2016, dos mujeres chelistas que tocaban en el centro histórico fueron detenidas por la policía y se les acusó de obstruir la vía pública. El arresto impulsó a los artistas y músicos locales a organizar un grupo llamado el Colectivo de Músicos Urbanos del Centro Histórico, que busca reconocimiento legal y un mejor trato de la policía.
“Nosotros buscamos el reconocimiento al músico urbano y con eso se reconoce la música como un derecho y no un servicio”, expresa Valentina Morales, una de las representantes del colectivo.
Ella dice que los músicos callejeros suelen ser hostigados por la policía de la Ciudad de México. Aun cuando el gobierno de la ciudad rechaza el arresto de los músicos callejeros, ellos siguen sin protecciones legales.
Es por esto que el grupo aboga por el reconocimiento legal de siete lugares en una de las calles principales del centro para presentaciones en vivo regulares.
Estas “estaciones musicales” no oficiales, como las llama el colectivo, ya están en eso. Los artistas coordinan sus presentaciones por WhatsApp. Se comprometen a dejar los espacios limpios y a mantener el volumen de la música entre 50 y 70 decibeles, según lo recomendado por la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil. Además, tienen cuidado de no bloquear las entradas de los comercios.
Pero las estaciones musicales todavía no están permitidas de manera oficial. Solo este marzo, los oficiales de policía interrumpieron algunas presentaciones.
“Buscamos que se autoricen las estaciones musicales y que exista un permiso para los músicos”, dice Morales.
Félix Arturo Medina, subsecretario de Gobierno, apoya la presencia de los músicos. Dice que el gobierno local no ordenará a la policía que los quiten, mientras se mantengan en las siete estaciones musicales establecidas y se apeguen a los niveles de sonido saludables.
“Estamos trabajando con ellos para ver de qué forma pueden coexistir con el espacio público”, comenta Medina, “[Los músicos urbanos] hacen del espacio púbico algo más vivible, más agradable, es muy padre circular por el espacio público y ver cómo la gente se emociona y comparte la música”.
Pero bajo la normativa vigente, comenta, la ciudad solo puede autorizar el uso de los espacios públicos por un tiempo limitado. Los permisos por un plazo mayor solo pueden otorgarse para las actividades o servicios comerciales, como lustrar zapatos o vender periódicos.
“Para que su trabajo se reconozca y respete es necesaria la creación de la una ley o reformar alguna existente”, expresa Medina.
En 2017, se veía la posibilidad de una nueva ley para la ciudad.
Después de una mesa de trabajo con representantes de gobierno, el colectivo esperaba que los legisladores de la Ciudad de México ofrecieran derechos legales a los músicos callejeros, dice Morales.
Pero cuando una semana después el terremoto del 19 de septiembre sacudió a la Ciudad de México, otras políticas y leyes adquirieron carácter prioritario.
Aunque todavía no han encontrado un defensor de peso en el gobierno, el trabajo del Colectivo de Músicos Urbanos del Centro Histórico, es más que un grupo de gente que ama realizar presentaciones artísticas, dice Morales. Incluso se acercaron al gobierno federal y a representantes de la Comisión de Cultura para plantear la necesidad de proteger a los músicos callejeros como una forma de conservar una tradición musical que data de hace más de 600 años.
“En el centro siempre ha habido músicos, desde que esto era la Tenochtitlan, pero nunca ha habido un reconocimiento a la figura del músico. Queremos hacer esto como un regalo a la ciudad”, comenta Morales.
Es un sentimiento que respalda Uriel Tapia, un multinstrumentalista que se unió al colectivo hace seis meses.
“Estamos aquí para ofrecer lo más bonito del mundo: el idioma universal de la música”.
Aída Carrazco, GPJ, tradujo este artículo al español.