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¿Sabe usted de dónde proviene su seda? Oaxaca quiere que lo sepa.

La globalización dificulta conocer dónde se originan los productos, pero las indicaciones geográficas podrían proteger el vínculo entre Oaxaca y sus artesanías tradicionales.

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Do You Know Where Your Silk Came From? Oaxacans Want You To

Ena Aguilar Peláez, GPJ México

Daysi García (izq.) teje seda en un telar de cintura mientras su abuela, Margarita Flores, hila seda en el taller familiar de Moisés Martínez en San Pedro Cajonos.

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SAN PEDRO CAJONOS, MÉXICO — La seda llegó a estas montañas en tiempos coloniales.

En 1523 llegaron de España los primeros huevecillos de Bombyx mori; 500 años después, artesanas y artesanos de seis comunidades zapotecas siguen criando los vástagos de aquellos gusanos de seda españoles. Moisés Martínez es uno de esos artesanos y miembro de la cooperativa local Artesanos de Seda de la Sierra Norte, que es parte del santuario del gusano de la seda, una modernista estructura de vidrio y concreto anclada en las montañas del norte de Oaxaca.

El santuario se inauguró en 2020. Mucho antes de eso, en 2009, un laboratorio europeo se acercó a las comunidades artesanas para pedir que lo dejaran examinar los huevecillos de los gusanos de seda que se crían localmente. A estos se les conoce como gusanos criollos, porque se alimentan de las hojas de la morera criolla, un árbol nativo. Dice Martínez: “En la mayoría de los países donde se produce seda, los gusanos se enferman. Sin embargo, los de nosotros no, ya que los gusanos criollos son muy fuertes. Por eso tenían interés en estudiarlos”.

Esta solicitud inquietó a las comunidades dedicadas a la seda. No querían entregar los huevecillos sin un documento que certificara su lugar de origen. Martínez continúa: “Pienso que la protección a nuestra seda es importante, ya que difiere al resto de los países. Nosotros no dejamos al gusano dentro del capullo y usamos la seda. Primero permitimos que los gusanos salgan en forma de mariposas antes de usar el capullo para obtener la seda. Esta es una enseñanza que proviene de nuestras abuelas que nos han enseñado a respetar el ciclo natural”. Se reunieron artesanos y artesanas (algunas de hasta 95 años) para decidir cómo proceder. “Cuando nos pidieron los huevecillos, hicimos una asamblea para pedir permiso a las abuelitas que son muy cuidadosas de sus cosas y respetando el legado que nos han dejado. Se negaron a que enviáramos nuestros huevecillos lejos”.

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Ena Aguilar Peláez, GPJ México

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Ena Aguilar Peláez, GPJ México

La producción de seda, una industria pujante en esta área en tiempos coloniales, se mantiene viva gracias a artesanos zapotecas dedicados como Moisés Martínez (arriba) y Margarita Flores.

En Oaxaca se producen artesanías como el barro negro, los textiles de algodón como huipiles y quechquémitls; artículos hechos con hoja de palma (que datan de tiempos prehispánicos) y productos de seda y lana que se introdujeron en tiempos del virreinato, así como creaciones más recientes como las coloridas figuras talladas en madera llamadas tonas. A medida que han captado clientes y el interés internacional, las comunidades que elaboran estas artesanías han cobrado mayor conciencia de sus derechos de propiedad intelectual. “En su mayoría, las artesanías han sido creaciones que van quedando en el anonimato de las manos que las hicieron o del lugar de donde provienen, al ser vendidas, o revendidas por terceros”, dice Carlomagno Pedro Martínez, director del Museo Estatal de Arte Popular de Oaxaca. “Esa característica de las artesanías las vulnera ante un mercado global con plagios y apropiaciones culturales”.

Él explica que en Oaxaca y a través del tiempo, cada artesanía es creada por la mayoría de las familias de todo un pueblo y las de pueblos vecinos, por lo que se sabe geográficamente la procedencia de cada artesanía.

En Teotitlán del Valle, un pequeño pueblo del valle central oaxaqueño, Florencio Contreras ha tejido tapetes de lana en telar de madera —una artesanía que le enseñó su padre— durante los últimos 40 años. En 2006, cuando llovieron las protestas en la región y disminuyó el turismo, Contreras tuvo que salir de Oaxaca a vender en otros estados sus tapetes de lana. Desde entonces comenzó a darse cuenta de que había personas que llegaban a comprarle en grandes cantidades, lo que le hacía reflexionar: “Me preguntaba qué pasará con los tapetes que se llevan y los revenden. Nadie sabe al final quién los hizo o de dónde vienen. Eso siempre me preocupó”.

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Ena Aguilar Peláez, GPJ México

Gladys García teje a mano rapacejos en los rebozos de seda. Este es uno de los detalles finales de estas prendas elaboradas en telar de cintura en el taller familiar de Moisés Martínez en San Pedro Cajonos.

Desde hace dos años, la cooperativa de la familia Contreras comenzó a buscar la forma de proteger sus productos. “Fui a una reunión que había en la ciudad de Oaxaca mientras yo cumplía con un cargo en mi comunidad”, dice Contreras, quien es zapoteca. “No tenía nada que ver con los tapetes, ya que era sobre la regiduría de salud. Directamente escuché a personas del gobierno hablar sobre las indicaciones geográficas”.

Una indicación geográfica es un nombre o etiqueta que se fija a un producto para certificar que posee ciertas cualidades tales como su creación o fabricación con métodos tradicionales y una reputación por su lugar de origen. Esto difiere un poco de la denominación de origen que se conoce mejor, la cual ostentan productos mexicanos como el tequila, el mezcal y la cerámica de talavera que se produce en Puebla. La denominación de origen constituye un tipo especial de indicación geográfica. (En esta última todas las materias primas para crearlo deben pertenecer al lugar, mientras que los productos con indicación geográfica pueden emplear algún material obtenido fuera de la región designada).

“A partir del 2018 se incrusta lo que son estas figuras de indicaciones geográficas a la Ley de Propiedad Industrial de México y desde entonces se pueden solicitar estas protecciones”, explicó Claudio Rosas, encargado del Departamento de Propiedad en la Secretaría de Economía de Oaxaca cuando habló con Global Press Journal el pasado diciembre; tiempo después dejó su cargo. A partir de febrero, el Diario Oficial de la Federación publicó las tres primeras declaraciones de protección a las indicaciones geográficas otorgadas a los tapetes de lana de Teotitlán del Valle y pueblos vecinos, a la seda producida con el gusano de seda criollo y a las tonas elaboradas en los valles centrales de Oaxaca.

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Gráfica de Matt Haney, GPJ

Los primeros artesanos en solicitar una indicación geográfica fueron los fabricantes de tonas. Manuel Jiménez comenzó a tallar y pintar en madera de copal estas brillantes criaturas fantásticas durante los años 1960 y 1970 usando los patrones de Pedro Linares, un artista popular de la Ciudad de México en los años 1930. Linares hacía estas figuras con papel maché y les dio el nombre de alebrijes. Jiménez había tallado la madera para hacer juguetes desde pequeño, dice su hijo Isaías. “Ya siendo adulto continuó haciéndolo para venderlas en el centro de la ciudad de Oaxaca donde la gente comenzó a pedirle que las pintara. Luego hubo una conexión con la familia Linares, los creadores de los alebrijes en la Ciudad de México. Ellos le dieron el patrón para que él comenzara a pintar sus tallas en madera de manera similar”.

Una vez tramitadas las declaraciones, cada grupo de artesanos tendrá que reunirse para acordar los criterios necesarios para que los productos reciban la designación de acuerdo con la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, un organismo especializado de la ONU que protege la propiedad intelectual en todo el mundo por medio de 23 tratados internacionales. Hasta ahora, ninguno de los tres grupos ha acordado una serie de reglas.

Desde hace mucho tiempo, San Pedro Cajonos tiene una disputa territorial con el pueblo vecino que también produce seda. Las comunidades artesanas, sin embargo, están decididas a no permitir que este conflicto de 30 años les impida lograr su propósito. Moisés Martínez dice: “Nos reunimos en un pueblo neutral porque, así como nosotros no podemos ir a San Miguel Cajonos, ellos tampoco pueden venir a San Pedro. Pero como el gobierno exige que todos los pueblos que trabajan la seda se incluyan para obtener la indicación, nosotros, como artesanos, nos dijimos que teníamos que avanzar, ser creativos y buscar nuevas formas para mejorar nuestra situación. Todos hilamos, todos necesitamos trabajar y la seda es algo que nos une”.

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Ena Aguilar Peláez, GPJ México

Apolonio Martínez, padre de Moisés Martínez, disfruta el sol matutino en el taller familiar.

Ena Aguilar Peláez es una reportera de Global Press Journal con sede en el estado de Oaxaca, México.


NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Martha Macías, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.