CUAUHTÉMOC, MÉXICO — Desde principios de la década de 1980, el agricultor Carlos Pérez cuenta con un cañón antigranizo para proteger las huertas de manzanas que han pertenecido a su familia por tres generaciones.
Apoyado en una letrina de metal corrugado, el cañón antigranizo de Pérez es un artefacto de 3 metros (10 pies) que parece un embudo de metal. Cuando se enciende, emite estruendos explosivos, que lanzan ondas expansivas a la atmósfera. El dispositivo está diseñado para interrumpir la formación de bolas de hielo potencialmente dañinas antes de y durante las tormentas.
Durante décadas, personas que se dedican a la agricultura y a la fruticultura, como Pérez, han dependido de estos dispositivos para conservar sus cultivos, a pesar de que no hay evidencia científica de que funcionen. Por otra parte, activistas ambientales afirman que existe un vínculo entre el uso de estos cañones y la disminución de las lluvias, también sin tener prueba suficiente. Mientras tanto, algunos gobiernos locales y estatales se muestran renuentes a decidir si deben permitirse, por lo que muchas personas no saben con certeza si deben usarlos.
En 2019, el presidente municipal de Cuauhtémoc le dijo a Pérez, de 65 años, que no podía usar su cañón antigranizo hasta que costeara y presentara un estudio de impacto ambiental, un gasto que el propietario de la huerta no está dispuesto a tener cada vez que desee usar el cañón. Tres años después, las autoridades de Cuauhtémoc aún exigen que quienes usan los cañones antigranizo detengan sus máquinas y financien sus propios estudios. Mientras tanto, dice Pérez, con el cañón antigranizo sin funcionar, sus huertos están en riesgo.
Pérez recuerda una ocasión cuando su cañón “funcionaba perfecto”.
“Yo andaba muy apurado, estuvo muy dura la granizada”, señala, y añade que se apresuró a prender el cañón y vio que el granizo “se desapareció” conforme se acercaba al perímetro del cañón: “era aguanieve”.
Las personas que se dedican a la agricultura han puesto a prueba los métodos de control del clima durante cientos de años para proteger sus medios de vida. Los cañones antigranizo siguen evolucionando, a pesar de la falta de voluntad de algunas autoridades para tomar una postura firme con respecto a las máquinas.
Una tormenta de granizo puede dañar miles de hectáreas de cultivos. En julio de 2019, más de 5000 hectáreas (19 millas cuadradas) de cultivos resultaron dañadas después de que una tormenta de granizo azotara Zapotlán del Rey, Jalisco, en el centro occidente de México, y 2500 hectáreas (10 millas cuadradas) se consideraron una pérdida total.
Pérez, que vive en el estado de Chihuahua, donde el riesgo de granizadas es variable, ahora depende de mallas antigranizo, que son redes de un material que brinda una capa protectora sobre los cultivos. Implica un costo adicional y es frustrante mientras su cañón antigranizo permanece inactivo.
La imprevisibilidad del clima devastador es un temor constante para quienes siembran, pero estos dispositivos pueden ser una solución extrema y costosa. Pérez dice que su abuelo compró el cañón antigranizo en 1983 en Alemania. Pérez no recuerda cuánto costó, pero un fabricante de Nueva Zelanda, que suministra los equipos a granjas y empresas de todo el mundo, los vende por unos $40 000.
No se sabe exactamente cuántas personas tienen estos cañones. Marcial Reyes Cázarez, consultor permanente de la Secretaría de Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Territorial del estado de Michoacán, en el occidente de México, dice que hay 1200 en su estado.
Con más de 100 años de antigüedad (se cree que los agricultores franceses los utilizaron por primera vez para proteger sus viñedos), los cañones antigranizo resurgieron a fines de la década de 1990, a pesar de que no había “bases científicas ni una hipótesis creíble para respaldarlos”, según un informe de 2001 de la Organización Meteorológica Mundial. Ese mismo año, la Comisión de Desarrollo Rural, que depende de la legislatura del estado de Chihuahua, determinó que no había suficiente evidencia científica para prohibir o restringir el uso de los cañones antigranizo. Más de dos décadas después de este informe, muchos órganos de gobierno en todo México, incluido el municipio de Cuauhtémoc, aún no han decidido si permitirán los cañones antigranizo.
Irma de la Peña, titular de ecología del municipio de Cuauhtémoc, dice que ha analizado los puntos de vista a favor y en contra, y no puede tomar una postura, ya que admite que ambas partes carecen de evidencia científica.
“Todos, todos dijeron lo mismo. No hay un estudio que lo compruebe; o sea, no hay un estudio que sea científico”, comenta de la Peña.
En 2017, sin embargo, Reyes Cázarez utilizó un instrumento de medición de lluvias, llamado pluviómetro, y un sonómetro, que mide la intensidad de las lluvias, para demostrar que existía una relación entre las explosiones de los cañones antigranizo, provocadas por una combinación de gases, y la disminución del volumen de lluvia.
El vínculo potencial entre el uso del cañón y la disminución de las lluvias se ve agravado por una sequía intensa y generalizada en casi el 85% del país, según el Observatorio de la Tierra de la NASA, una organización dirigida por el gobierno de Estados Unidos, con la recuperación afectada por un enero más seco de lo normal este año.
El Colectivo Ambiental Diente de León, grupo de defensa de los derechos ambientales fundado por residentes de San Salvador el Seco, Puebla — una zona con una de las mayores amenazas de granizadas — estaba tan preocupado por la posible relación entre el uso de estos cañones y la disminución de las lluvias, que sus integrantes presentaron una denuncia oficial ante la Secretaría de Medio Ambiente, Desarrollo Sustentable y Ordenamiento Territorial del estado de Puebla.
Los cañones antigranizo ya están prohibidos en ese estado, así como en los estados occidentales de Michoacán y Colima, pero el colectivo afirma que en Puebla se siguen usando, a pesar de la prohibición.
Gerardo Romero Bartolo, miembro del colectivo, dice que luego de su denuncia, dos funcionarios de la Secretaría de Medio Ambiente visitaron las zonas donde el colectivo dijo que se usaban cañones antigranizo. No se detectó su uso, algo que el colectivo atribuye a que la inspección se hizo en otoño, cuando es improbable que granice.
La Secretaría de Medio Ambiente, Desarrollo Sustentable y Ordenamiento Territorial del estado de Puebla no respondió a las solicitudes de comentarios.
Tres años después de que se vio obligado a dejar de usar su cañón antigranizo de más de 40 años, Pérez se compromete a no darse por vencido en su lucha por poder utilizar el dispositivo del que él y su familia han dependido durante décadas.
Patricia Zavala Gutiérrez es una reportera de Global Press Journal radicada en México.
Lilette A. Contreras es reportera de Global Press Journal, y se encuentra en Cuauhtémoc, México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.