OCOZOCOAUTLA DE ESPINOSA, MÉXICO — Los rayos del sol apenas empiezan a verse sobre las montañas del Cerro Meyapac. El reloj de Jesús Alberto López Hernández marca las 6:30 a.m., pero los sentidos de las y los corredores ya están despiertos. Calientan con pequeños brincos y estiran los pies, piernas y manos. “Uno, dos, tres. ¡Vamos, Jule Jule!”. López Hernández levanta la voz mientras las y los corredores echan a andar desde la ciudad hacia el bosque cercano.
López Hernández es el fundador de Jule Jule Runners (cuya traducción viene siendo “Apúrense, corredores”), un grupo de cerca de 20 mujeres y hombres que regularmente salen a correr por las áreas verdes cercanas a Ocozocoautla de Espinosa, conocido localmente como Coita, en la meseta central del estado mexicano de Chiapas. Grupos deportivos como este son cada vez más populares en México, dice Adolfo Alejandro Sarmiento Zenteno, un funcionario estatal de vida silvestre. Sin embargo, a menudo las personas que salen a correr, a andar en bicicleta y en motocicleta dañan involuntariamente sus espacios favoritos al pisar la vegetación o ahuyentar a los animales. Las y los miembros de Jule Jule han tomado una ruta diferente: plantaron árboles, recogieron la basura y construyeron una brecha; pequeños actos de resistencia ante la invasión urbana.
López Hernández, maestro de 49 años y padre de tres, fundó el grupo en 2019. “Mi niña quería correr pero como era pequeña no aguantaba el paso de los adultos”, dice. “Si íbamos nos quedábamos hasta atrás”. Reclutó a amistades, vecinos y vecinas, y colegas para unírseles. “Un grupo donde todos corriéramos a la par, un grupo donde el disfrute es estar todos juntos y no solo ganar”. Una o dos veces por semana, se reúnen en el Cerro Meyapac, una maraña de árboles y arbustos cerca de la entrada de Coita. Las y los corredores gozan sus colinas y las pistas improvisadas que le dan un aire de aventura.
No obstante, la zona también tiene importancia ecológica. Sus 1294 hectáreas son parte de una zona de conservación estatal designada por el gobierno, donde está prohibida la construcción para que la vida silvestre pueda prosperar. Hogar del principal reservorio de agua de la región, el Cerro Meyapac es un refugio para el venado cola blanca, el tepezcuintle, el guaqueque negro, la comadreja, el zorrillo espalda blanca, la zorra gris, el puercoespín, el murciélago frutero y la chara verde, comenta Sarmiento Zenteno, director de Áreas Naturales y Vida Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural.
Al principio, el grupo de Jule Jule no sabía nada al respecto. Sin embargo, al igual que muchas ciudades mexicanas, Coita tuvo una explosión en años recientes: su población aumentó de 28 000 a 43 000; su núcleo urbano devoró tantas tierras de cultivo y bosque que las y los corredores tuvieron que poner atención. “La ciudad le está ganando a los cerros, a la naturaleza. Cada vez se quitan más árboles. Se talan los bosques para colocar casas, calles”, dice Yessica Patricia Cruz Sarmiento, de 38 años, mientras calienta para correr.
Las dependencias gubernamentales son responsables de cuidar las áreas de conservación pero no tienen suficiente dinero, dice Sarmiento Zenteno. En teoría, 10 funcionarios estatales supervisan el Cerro Meyapac, pero a eso se le suman 28 parques. Es difícil estar al tanto de todo, así que el grupo Jule Jule puso manos a la obra.
Desde el año pasado, han plantado cerca de 300 árboles como naranjos y los floridos matilisguates para delimitar la frontera entre Coita y el Cerro Meyapac, un bosque que las y los corredores continúan regando y podando. Han organizado eventos de recolección de desechos, así como carreras a favor de la concientización medioambiental. En diciembre de 2022 incluso trazaron su propia brecha a través del Cerro Meyapac. “Preferimos trazarla nosotros y hacerlo de manera organizada y cuidadosa”, dice la corredora Maricela Castellanos Jiménez. “Y así evitar que otras personas al trazar senderos o brechas dañen el ecosistema”.
Castellanos Jiménez, de 44 años, compara el club con un semillero: Siembra en quienes se unen un amor por los deportes y por el exterior. “Nosotros nos ponemos los tenis para cambiar nuestra vida con el deporte y cuidar la naturaleza que nos rodea”. Las personas que viven en las cercanías valoran su esfuerzo. María Elena Camacho Méndez creció al lado del Cerro Meyapac y, con el tiempo, notó que los parches verdes disminuían. “Son importantes las acciones que realiza el Jule Jule Runner. Cuidan su salud y la de los bosques”.
Hasta donde el grupo sabe, es el único club deportivo convertido en club ambiental de la región. En general, dice Sarmiento Zenteno, apoya sus esfuerzos. Sin embargo, por ejemplo, no consultaron a las autoridades de vida silvestre antes de plantar árboles, lo que Sarmiento Zenteno dice podría introducir especies que podrían dañar las tierras que tanto aman. El grupo de corredores dijo que consultarían a las autoridades en el futuro.
Clara Luz Ramírez, de 45 años, se unió a Jule Jule antes de la pandemia de coronavirus. Está agradecida porque el grupo la sacó de casa y la llevó a la naturaleza, lo que la ayudó a lidiar con el estrés de la cuarentena. “Antes tenía nervios, me sentía sin energía; a veces deprimida y angustiada. Ahora que corro me siento feliz y alegre y más sana”, dice. Así que ayudó al grupo a plantar árboles en el Cerro Meyapac. “El cerro me da salud, me da alegría, energía”, dice. “Yo le devuelvo cuidados”.
Adriana Alcázar González es una reportera de Global Press Journal con sede en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Gerardo Velázquez, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.