SOLOLÁ, GUATEMALA – Los rayos de luz traspasan la tela amarilla que cubre la ventana del dormitorio. En el interior, Santa Morales camina hacia la cama, desde donde la mira una mujer con su vientre de embarazada al descubierto.
Morales, de 58 años, masajea el vientre de la mujer, pasando de arriba hacia abajo sus manos recién aceitadas en movimientos bien calculados. El cuerpo entero de Morales, incluyendo las trenzas negras largas que le adornan la espalda, mueve con sus manos.
Más de 90 por ciento de la población de Sololá es indígena, según datos oficiales, y 50 por ciento de la población habla kaqchikel, la lengua del pueblo maya del mismo nombre.
La preferencia de las mujeres indígenas por las comadronas impulsó a las autoridades de salud a incorporar a estas últimas a la lucha por bajar las tasas de mortalidad materna en Guatemala. Estos talleres en el Centro de Salud, que son gratuitos y no obligatorios, les dan a las comadronas la posibilidad de practicar sus habilidades y aprender nuevas técnicas. Los talleres se ofrecen en otras partes del país también, según señala García.
En el año 2000, la Organización de las Naciones Unidas estableció los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que fija metas específicas de mejora en distintos países en ocho áreas para 2015, incluyendo niveles de pobreza y acceso a la salud y a la educación universal primaria. Una de las metas consiste en la reducción global en 75 por ciento de la tasa de mortalidad materna. Guatemala ha avanzado hacia la consecución de este objetivo.
García afirma que la confianza que culturalmente tienen las mujeres en las comadronas influye en que las elijan.
En una vecina comunidad, cerca de 63 por ciento de las mujeres relevadas para un estudio había parido fuera del sistema formal de salud, en su mayoría en casa, según la investigación publicada en 2014 en el Boletín de la Organización Mundial de la Salud. Un 62 por ciento había dado a luz en presencia de un asistente de parto tradicional.
Como no hay un registro oficial de comadronas, es imposible saber con exactitud cuántas hay en la región, tal como señala Carmen Alvarado, educadora especializada en salud materna, a cargo de la organización de los talleres.
En línea con las metas del milenio, Guatemala se había comprometido a reducir el número de muertes maternas de 219 a 55 por cada 100.000 nacidos vivos, según el Observatorio de Salud Reproductiva de Guatemala. Pero, Guatemala recién podrá alcanzar ese objetivo en 2028, no en 2015, según el Tercer Informe de los ODM, publicado en 2010.
Guatemala no alcanzó sus objetivos en cuanto a la reducción de la mortalidad materna, pero sí llegó al umbral requerido para ser incluida en Cuenta Regresiva 2015, una colaboración multidisciplinaria que monitorea los progresos de 75 países en las áreas de mortalidad infantil y materna. Guatemala estaba por debajo de las 140 muertes maternas cada 100.000 nacidos vivos en 2013, según Cuenta Regresiva.
El estar brindando capacitación a las comadronas desde hace dos años es parte de la estrategia general nacional para reducir la mortalidad materna y alcanzar la meta, según enfatiza García.
Morales considera que los cursos son positivos para las comadronas que recién comienzan a ejercer, pero dice que en lo personal no ha incorporado muchas habilidades nuevas.
“El trabajo de una comadrona no se enseña ni se puede aprender fácilmente, sino que es un don especial que se trae en las venas, en la sangre”, dice.
“La vida no te la da el doctor, ni un hospital ni una enfermera”, dice. “Sino que la vida te la regala el de allá arriba, el ser supremo. Todo lo que yo realizo con mis pacientes tiene que ver mucho con la vida de cada una de las mujeres: depende de cómo uno se comporte, así será la forma de dar a luz”.
La comadrona también dedica gran parte de su tiempo a aconsejar a las mujeres sobre cuestiones específicas del embarazo, así como también sobre comportamiento en general.
De todas formas, Morales sostiene que las capacitaciones organizadas por el gobierno constituyen una iniciativa positiva hacia el cumplimiento de los ODM. En su opinión, es bueno que el gobierno esté preocupado por las muertes maternas en Sololá.
Ana Saloj dio a luz en septiembre. Durante su embarazo, visitó a Morales toda vez que tuvo una preocupación, como por ejemplo cuando temió que la posición del bebé pudiera complicar el parto. Morales reubicó al bebé, según cuenta Saloj, para quien esta comadrona posee un don divino.
“El don es brindado por Dios y hay que respetarla como se debe, con valores y principios”, dice.
Saloj prefirió atenderse con Morales antes que ir a un hospital, porque sentía que eso estaba acorde con su cultura maya.
“Para mí, pues, no es necesario el hospital ni el doctor”, dice. “Una gran comadrona está en nuestra comunidad”.
Morales quiere ayudar a otras mujeres a aprender a ser comadronas.
“Soy una persona no egoísta y deseo que las señoritas que inician con su obra puedan aprender conmigo, porque la experiencia vale más que alguien que sólo te explique”, dice. “Yo puedo no saber cosas muy grandes y científicas, pero lo que realizo lo hago con voluntad para el bien de los demás”.
Morales sostiene que Guatemala puede seguir reduciendo la mortalidad materna si las comadronas hacen su parte en este tema.
“Puede funcionar si las mujeres comadronas se proponen asistir a las charlas todas las veces necesarias”, dice. “Con las comadronas es algo difícil de cortar las rutinas que hacen. Son fuertes, y quienes imparten las charlas deben de tener cuidado con lo que dicen, porque las comadronas saben mucho, porque tienen experiencia”.
Ana Saloj no tiene parentesco con la reportera de GPJ Brenda Leticia Saloj Chiyal.
Brenda Leticia Saloj Chiyal, GPJ, tradujo entrevistas del kaqchikel.
Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de la versión en inglés.