SOLOLÁ, GUATEMALA ─ De las 4 de la mañana a las cinco de la tarde, Joel Sicajau trabaja en el terreno de su familia, de dos hectáreas. Con sus manos embarradas sostiene un azadón y los rayos de sol lo cubren por completo.
Todas las mañanas, Sicajau, de 22 años, le habla a las plantas y las acaricia antes de empezar a trabajar. Se acerca y las saluda.
“Aquí en el campo es mi lugar”, dice. “Es donde tengo que estar”.
Sicajau es el encargado de producción del campo El Milagro de las Plantas. Este campo -ubicado en el Caserío Xibalbay, Cantón Chaquiyá, en el suroccidental departamento de Sololá- viene produciendo plantas medicinales desde 2009.
Aquí se cultivan 40 tipos de plantas, las cuales se utilizan para producir medicinas que luego se venden a la comunidad.
La gente de la zona necesita acceder al cuidado de la salud, según remarca Sicajau. Las medicinas comerciales son caras –agrega-, por lo cual en estas tierras se busca producir medicina natural que pueda ser vendida a un precio razonable.
Sicajau destaca también que la medicina natural ayuda a la gente a volver al modo de vida de sus ancestros.
“Es importante la creencia”, dice. “Si uno tiene fe, confianza en las plantas, en el poder curativo, la persona se cura.”
Además, Sicajau y su familia brindan capacitaciones en el uso de plantas medicinales.
El padre de Joel Sicajau, Luis, de 48 años, fue quien comenzó con el campo. Anteriormente, trabajaba como guardián de un centro de salud de la comunidad, donde vio a muchos enfermos que no podían pagar sus tratamientos de salud.
“Por eso iniciamos esta labor, para traer medicina”, dice Luis Sicajau, encargado general del campo. “¡Qué mejor forma que utilizar los recursos que la naturaleza nos ha proporcionado!”.
Dos de las hijas de Luis Sicajau están a cargo de ventas y desarrollo de producto y otros dos hijos ofician de asistentes. En el campo trabajan además cinco personas de la zona.
Muchos habitantes de la comunidad saben cómo usar las plantas medicinales, según explica Luis Sicajau. Y añade que, los que no saben, se acercan a este campo para aprender.
Las capacitaciones tienen lugar cuatro días a la semana en promedio y cada sesión dura entre cinco y seis horas, según detalla Joel Sicajau. Los niños no pagan, pero los adultos pagan hasta 500 quetzales guatemaltecos (65 dólares) por día, dependiendo de qué tipo de curso hagan. Los adultos pueden llevarse muestras de las medicinas que preparan.
“Para nosotros, ha sido un éxito, ya que podemos utilizar el dinero para mejorar las terrazas y poner en práctica los invernaderos para que las plantas estén mejor cuidadas”, dice.
Cáceres afirma que, según las investigaciones de Farmaya, los miembros de la familia Sicajau son los únicos en Sololá que capacitan gente de diferentes lugares y que cultivan con fines de conservación. A veces recomienda el campo de los Sicajau a clientes que quieren aprender cómo hacer sus propias medicinas.
Teresa Bocel, de 68 años, dice que sufre de nervios sensibles y que le duele todo el cuerpo, desde las manos, hasta los brazos y pies. Cuenta que le ha estado comprando medicinas a la familia Sicajau desde marzo de 2014. Ya preparar las plantas la ayuda a relajar el cuerpo, según relata.
Joel Sicajau dice que ahora la familia está orientada a atraer más clientes, particularmente gente joven.
“No estamos acostumbrados a la medicina natural”, dice. “Quiero recuperar lo anterior, atraer a la gente joven a esta práctica y que conozcan la importancia de las plantas y poder transmitir la riqueza de nuestro país”.
Brenda Leticia Saloj Chiyal, GPJ, tradujo entrevistas del kaqchikel al español.
Ivonne Jeannot Laens, GPJ, adaptó este artículo de la versión en inglés.